

El Carnaval de Brasil, conocido mundialmente por su energía desbordante y su colorido sin igual, ha alcanzado este año un nuevo nivel de euforia. La razón: la histórica victoria de la película brasileña *Aún estoy aquí* (*I’m Still Here*) en los Premios Óscar 2025, que le otorgó al país su primer galardón en la categoría de Mejor Película Internacional. Este logro no solo marcó un hito para el cine nacional, sino que también transformó el Carnaval en una celebración doble, bautizada por muchos como el «CarnaÓscar».
Desde el momento en que la actriz española Penélope Cruz anunció el premio para la película dirigida por Walter Salles, Brasil entero se sumió en una explosión de júbilo. La noticia llegó justo a la medianoche, mientras las calles de Salvador, Río de Janeiro y São Paulo vibraban al ritmo del samba y los tambores. En un instante, los desfiles se detuvieron y las comparsas guardaron silencio para escuchar el anuncio que todos esperaban. La emoción que siguió fue indescriptible: gritos, abrazos y una ovación colectiva que resonó desde el Sambódromo hasta los rincones más remotos del país.
Los ‘blocos’, esas comparsas callejeras que son el alma del Carnaval brasileño, no tardaron en rendir homenaje al triunfo cinematográfico. Disfraces inspirados en la estatuilla dorada y máscaras con el rostro de Fernanda Torres, protagonista de *Aún estoy aquí*, inundaron las calles. Aunque Torres no ganó el premio a Mejor Actriz, su nominación fue motivo de orgullo nacional y la consolidó como un ícono cultural.
La fusión entre el Carnaval y los Óscar dio lugar a una celebración única. Agrupaciones como *Sargento Pimenta*, conocidas por adaptar canciones de The Beatles al ritmo del samba carioca, incluyeron tributos a la película ganadora en sus presentaciones. En Salvador, donde el Carnaval es sinónimo de intensidad y tradición, se vivieron momentos inolvidables: los tambores se silenciaron brevemente durante el anuncio del premio, solo para estallar con más fuerza en un ritmo frenético que simbolizaba el orgullo colectivo.
El fenómeno incluso llegó a las tiendas de disfraces. En São Paulo, una réplica gigante de la estatuilla del Óscar se convirtió en el artículo más codiciado por los carnavaleros. Los vendedores no daban abasto para satisfacer la demanda de atuendos inspirados en el cine y la cultura pop.
El impacto de este Óscar va mucho más allá del ámbito cinematográfico. Para Brasil, representa un reconocimiento global a su capacidad creativa y cultural. Walter Salles, conocido por obras como *Diarios de motocicleta*, logró capturar con *Aún estoy aquí* una narrativa profundamente humana que resonó con audiencias de todo el mundo. La película no solo conquistó a la Academia de Hollywood, sino también a su propio pueblo, que encontró en ella un motivo para celebrar su identidad y resiliencia.
Este triunfo también ha abierto nuevas puertas para el cine brasileño. Productores, directores y actores locales están convencidos de que este es solo el comienzo de una era dorada para la industria cinematográfica nacional. Las salas de cine y teatros de todo el país aprovecharon el momento para organizar proyecciones especiales durante el Carnaval, haciendo que la fiesta se extendiera más allá de las calles.
Aunque el martes marcó oficialmente el cierre de los desfiles en el Sambódromo, la fiesta está lejos de terminar. Como es tradición, este sábado se llevará a cabo el *Desfile de las Campeonas*, donde las mejores escuelas de samba del año volverán a brillar con sus espectaculares presentaciones. Este evento promete ser aún más especial este año, con coreografías y carrozas inspiradas en el reciente éxito cinematográfico.
Y es que en Brasil, el Carnaval nunca termina realmente. Aunque el Miércoles de Ceniza señala oficialmente el fin de las festividades, las calles seguirán llenas de vida durante días. Para los brasileños, esta celebración no es solo una fiesta; es una expresión de su espíritu colectivo, una manera de reafirmar su alegría incluso frente a los desafíos.
El «CarnaÓscar» 2025 será recordado como un momento histórico en el que dos grandes pasiones brasileñas —el cine y el Carnaval— se unieron para crear algo único. Más allá del brillo de las carrozas y los disfraces, esta edición del Carnaval destacó por su capacidad para transformar un logro cultural en una fiesta nacional.
Brasil demostró una vez más que sabe celebrar como nadie. Con samba en los pies y orgullo en el corazón, millones de personas encontraron en esta combinación inesperada una razón más para bailar, cantar y soñar con un futuro lleno de nuevas conquistas.
Porque si algo quedó claro este año es que Brasil no solo está «aún aquí», sino que está más vivo que nunca, listo para seguir brillando en todos los escenarios del mundo.
