Las creencias y los dogmas de fe han de ser respetados siempre y cuando estas ideas sean respetuosas con aquellas personas que no las comparten. De no ser así, estaríamos ante un dogma fundamentalista que ostenta la verdad absoluta, es decir, sustenta algo que no existe. Por tanto, vincular el desarrollo cerebral, por tanto, mental, con la religión, la espiritualidad y la biblia, es lo mismo que confundir la velocidad con el tocino. Son aspectos que andan divorciados porque no son lo mismo y no puede reducirse ni uno ni otro para introducirlo dentro del campo de estudio del otro.
Es un reduccionismo tratar de recoger aspectos científicos para demostrar o tratar de hacerlo, dogmas de fe, cuando precisamente la ciencia es ausencia de ambas cuestiones: de dogma y de fe. Por todo ello, ni la psiconeuroinmunología está al servicio de dios ni es expresión de una espiritualidad, ni la epigenética es la ciencia que trata de explicar dicha espiritualidad para el bien estar humano. Dicho esto, pasemos a otro aspecto del cual como profesional de la salud mental que soy desde 1986, tengo algo que escribir. Me refiero a un trastorno, del cual la depresión forma parte, entre otros muchos recogidos en el manual diagnóstico de trastornos mentales conocido como DSM V. Me refiero al TRASTORNO DEL ESTADO DE ÁNIMO, del cual forma parte otro trastorno que es la depresión con todos sus tipos y subtipos.
Es obvio y coincido con quien afirme que no se debe confundir un trastorno del estado de ánimo con un ánimo triste. Dicho en otras palabras, no podemos confundir un estado de ánimo deprimido con un trastorno del estado de ánimo, porque lo normal cuando sufres una pérdida es tener un estado emocional deprimido, lo anormal sería justamente lo contrario. Ahora bien, cuando este estado de ánimo cristaliza o se hace crónico en el tiempo desarrollando otros síntomas, perfectamente delimitados y que pasan a formar parte de la vida de la persona, condicionándola y limitándola cada vez más es cuando decimos que esa tristeza que ya pasa a ser melancolía pasa a ser trastorno y entre ellos están los diversos tipos de depresión.
Otro aspecto que, considero necesario aclarar y situar en su justo contexto es el papel desempeñado en la psicofarmacología. Cuando un paciente llega a mi consulta diciendo que hace 2, 3 días que no duerme, entiéndase, que no duerme no es lo mismo que dormir mal. Tenemos dos opciones si queremos que la persona que nos pide ayuda no tenga alucinaciones y su organismo colapse, ya que dormir hay que dormir. O le provocamos el sueño de manera violenta, cosa nada recomendable o bien le administramos un Hipnótico. Porque si no duerme, sencillamente se muere. Hasta ahí todo normal y bien, lo anormal sería perpetuar ese hipnótico de por vida sin necesidad.
Llegados a este punto, existen cuadros patológicos depresivos que no son de naturaleza reactiva externa, sino interna. Son las depresiones de tipo endógenas, cuyas causas de la mayor parte de ellas se conocen. En este tupo de paciente que presenta un desequilibrio genético de cierto tipo de neurotransmisores como la dopamina, serotonina entre otros, tenemos que plantearnos una medicación de por vida. Con todo ello, la medicación es buena y recomendable cuando se tienen claros los objetivos a conseguir que se basan en un buen diagnóstico en donde basar un buen diseño terapéutico.
Otro aspecto es pensar que, en la religión, más en concreto en la biblia o biblias existen respuestas naturales a estas patologías. No sé hasta qué punto un texto que terminó de armarse en el año 326 dp tiene soluciones prácticas y razonablemente serias ante esto. En honor a la verdad sí lo sé y es confundir nuevamente la velocidad con el tocino, con todos mis respetos para los creyentes en los dogmas.
Como puede observarse aquí no se menciona la psiconeuroinmunología, que me da la impresión de estar de moda esta palabra tan grande como en su día lo estuvo la palabra cuántica y, por tanto, la metemos en todo, hasta en la sopa. Esta ciencia multidisciplinar por cierto no tiene nada que ver con la espiritualidad ni con lo divino ni con dios. Es la disciplina que estudia la relación entre el cerebro y el resultado de su actividad que llamamos mente y el sistema inmunológico. Modestamente contribuí al desarrollo de esta disciplina científica con la defensa de mi tesis doctoral en 1992, demostrando que un cuadro de depresión reactiva minimiza la presencia de linfocitos TCD4, parte de nuestro ejército contra infecciones víricas y bacterianas.
En muchos discursos, a mi modo de ver, totalmente equivocados confundimos, alma, espiritualidad, mente y cerebro y es que no acabamos de entender que nuestro cerebro forma parte de un sistema que es nuestro cuerpo que consume el 30% de la actividad física, el cual trabaja en equipo de manera mancomunada y todo afecta a todo. Nunca fue más verdad que aquí el llamado efecto mariposa.
Ni que decir tiene que estas palabras están escritas desde el respeto más absoluto a las creencias de cada cual por muy auto limitantes que éstas pueden llegar a ser.
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