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Nicolás Maduro juró este viernes 10 de enero como presidente de Venezuela para un nuevo periodo de seis años, en una ceremonia que consolidó su permanencia en el poder y reafirmó el rumbo autoritario de su gobierno. Con esta investidura, Maduro se proyecta como uno de los mandatarios de mayor longevidad en la historia moderna del país, alcanzando 18 años en el cargo para 2031, superando a Hugo Chávez y sólo por debajo de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
El acto, realizado en la sede de la Asamblea Nacional en Caracas, estuvo presidido por Jorge Rodríguez, titular del Legislativo controlado por el oficialismo. Maduro, con la mano sobre la Constitución venezolana, pronunció un juramento en el que proclamó su compromiso con lo que denominó “un periodo de paz, prosperidad y nueva democracia”. “Juro por el histórico, noble y aguerrido pueblo de Venezuela y ante esta Constitución, que haré cumplir todos sus mandatos”, declaró.
El líder chavista llegó al recinto minutos antes de la hora pautada, acompañado por su esposa, Cilia Flores; la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez; y el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez. A su llegada, cadetes de la Academia Militar rindieron homenaje a la comitiva presidencial. El evento, inicialmente anunciado para horas más tarde, fue adelantado y llevado a cabo con rapidez, en un movimiento que sorprendió a algunos observadores.
Después de jurar frente a la Asamblea Nacional, Maduro recibió la banda presidencial y procedió a firmar el acta oficial que lo acredita como presidente para el período 2025-2031. La ceremonia estuvo marcada por una notable falta de apoyo regional: la mayoría de los presidentes sudamericanos no asistieron, reflejo del aislamiento diplomático de su gobierno. Sin embargo, entre los pocos asistentes destacados estuvieron el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y la canciller de Bolivia, Celinda Sosa, en un claro gesto de respaldo de los aliados tradicionales del chavismo.
La juramentación de Maduro ocurre en un contexto internacional adverso, con numerosas críticas sobre la legitimidad de su mandato. La comunidad internacional, liderada por países como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea, ha cuestionado la transparencia de los procesos electorales en Venezuela y denunciado la concentración de poder bajo su gobierno. En este tercer mandato, los retos se agravan: una crisis económica persistente, el éxodo de millones de venezolanos y un clima de tensión social que no cede.
Con esta investidura, Nicolás Maduro reafirma su control sobre las principales instituciones del país, mientras el mundo observa con preocupación los próximos pasos de su gobierno. La ceremonia, más que un evento protocolar, simboliza un punto de inflexión en el devenir político y social de Venezuela, cuyas consecuencias podrían resonar más allá de sus fronteras.
carloscastaneda@prensamercosur.org
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