Las elecciones presidenciales en Uruguay dejaron más que una nueva administración: dejaron un mensaje claro de cambio. Yamandú Orsi, del Frente Amplio, se impuso a Álvaro Delgado, del oficialismo, en un balotaje en el que la educación emergió como un eje definitorio. Este tema refleja las prioridades políticas y las aspiraciones de un país que enfrenta desafíos estructurales en su desarrollo humano.
Como investigadora en ciencias de la educación, mi interés radica en analizar cómo las propuestas educativas influyeron en las campañas y qué retos deberá enfrentar el nuevo gobierno para cumplir con las expectativas generadas. Uruguay, un país que históricamente apostó por la educación como motor de desarrollo, enfrenta hoy desafíos que exigen soluciones estratégicas y sostenibles.
Desgaste y oportunidades: un contexto de cambio
El gobierno de Luis Lacalle Pou dejó estabilidad económica en algunos aspectos, pero problemas como inseguridad, desigualdad y costo de vida pesaron sobre el oficialismo. Aunque Delgado presentó propuestas técnicamente sólidas, carecieron de la fuerza transformadora que buscaba parte del electorado. Su énfasis en la continuidad no logró resonar en un contexto en el que el cambio parecía ser la demanda dominante.
En contraste, Orsi combinó renovación política, inclusión social y una estrategia educativa ambiciosa. Su mensaje conectó emocionalmente con votantes que veían en la educación una herramienta clave para enfrentar desigualdades. Este enfoque marcó la diferencia en un balotaje que, aunque ajustado, dejó en claro el deseo de un nuevo rumbo político.
Educación en disputa: una mirada crítica
Uno de los puntos más controvertidos del gobierno saliente fue el sistema de doble titulación docente. Quienes egresan de institutos de formación reciben un título docente de la ANEP y, tras una prueba de opción múltiple, el Ministerio de Educación y Cultura les otorga el título de Licenciado en Pedagogía. Este reconocimiento busca dar carácter universitario a una formación que no se realiza en una universidad, reflejando una contradicción estructural.
Uruguay carece de un sistema universitario para la formación docente, limitando oportunidades profesionales y afectando la calidad educativa. Además, solo 7 de cada 10 profesores en educación secundaria tienen título docente y solo 4 de cada 10 lo tienen en la UTU. Estos números evidencian no solo un déficit en la formación, sino también la necesidad imperiosa de transformar el sistema educativo para garantizar estándares de calidad. Abordar este desafío será esencial para garantizar no solo el acceso, sino también una formación docente alineada con las exigencias actuales. La solución burocrática del gobierno saliente no aborda el problema de fondo.
Orsi propone la creación de una Universidad de la Educación para dignificar la profesión docente. Este cambio estructural históricamente postergado, aunque ambicioso, será clave para fortalecer el sistema educativo y marcar un punto de inflexión en la docencia en Uruguay.
La importancia de la narrativa y el apoyo político
El triunfo de Orsi no se limitó a sus propuestas. Su capacidad para conectar emocionalmente con el electorado y transmitir un mensaje de unidad nacional fue determinante. En contraste, Delgado no logró movilizar sectores indecisos al centrarse en la continuidad y logros del gobierno saliente.
La cohesión interna del Frente Amplio también fue clave. Orsi contó con el respaldo de figuras como José Mujica, quien aportó credibilidad a su campaña. Este apoyo, sumado a un discurso que priorizó la equidad social, permitió captar un voto joven y progresista decisivo. La juventud, particularmente sensible a las promesas de acceso educativo y oportunidades laborales, encontró en Orsi un candidato que representaba sus demandas.
Desafíos para el nuevo gobierno
El triunfo de Orsi representa una oportunidad para reconfigurar el sistema educativo. Más allá de las cifras, estas propuestas buscan transformar el sistema educativo desde su base, construyendo un modelo más inclusivo y equitativo. En palabras de Orsi, se requiere un “Pacto educativo nacional”. Este proyecto no solo implica un cambio institucional, sino también un cambio cultural en la manera de concebir la formación docente.
Duplicar la cobertura del tiempo pedagógico en las modalidades de tiempo completo y tiempo extendido, de 50 mil a 100 mil niños; apoyar a todos los alumnos que comienzan primaria con 2500 pesos; fortalecer los equipos multidisciplinarios con técnicos y universalizar la educación desde los tres años demandará inversión en infraestructura, personal y materiales pedagógicos.
Quintuplicar las becas en educación media, de 14.700 a 70 mil, y aumentarlas de 10 mil a 25 mil pesos por estudiante; así como recuperar la inversión en la ANEP, la Udelar y asegurar la llegada de la UTEC a todo el territorio nacional. Estas inversiones no solo buscan garantizar el acceso, sino también equiparar las oportunidades para las generaciones futuras. Al garantizar recursos adecuados para los estudiantes más vulnerables, estas políticas no solo transformarán las aulas, sino también las comunidades que las rodean.
La incorporación de políticas de nutrición escolar de calidad será esencial para potenciar el impacto de estas escuelas. Un sistema educativo que nutra tanto la mente como el espíritu creativo y el cuerpo será fundamental para romper el ciclo de desigualdad.
Finalmente, el esquema actual de doble titulación docente debe ser revisado. Jerarquizar la profesión requiere rediseñar el modelo de formación, apostando a una educación que forme docentes capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI con innovación, pensamiento crítico y compromiso social.
Un nuevo horizonte educativo
Las elecciones de 2024 dejaron un mensaje claro: los uruguayos apuestan por un cambio que construya un país más equitativo. La educación no solo definió las campañas, sino que será uno de los ejes que marcarán el éxito o el fracaso del próximo gobierno.
Uruguay necesita políticas educativas integrales que aborden las brechas de acceso y mejoren la calidad de la formación docente. Propuestas como las escuelas de tiempo completo y la Universidad de la Educación deben consolidarse como pilares de un sistema que responda a las demandas de la sociedad. El desafío será convertir las promesas en políticas sostenibles que trasciendan los ciclos electorales y dejen una huella duradera.
La educación es un motor del cambio social, pero su transformación exige una mirada integral que aborde la nutrición escolar, la incorporación de tecnologías avanzadas, la equidad en el acceso, la continuidad educativa y la formación docente de calidad, construyendo verdaderos ecosistemas de aprendizaje. En próximas columnas, profundizaremos en cómo enfrentar estos desafíos con un enfoque en el desarrollo humano integral, alineado con las necesidades y aspiraciones de nuestra sociedad.
Este es el camino que Uruguay debe recorrer, y el debate que estamos llamados a sostener. Porque la educación no es solo un tema de campaña, es el corazón del futuro de nuestro país.
*Doctora y postdoctorada en Educación, magíster en Currículum y Evaluación, máster en Estrategia Nacional, licenciada en Ciencias de la Educación/Udelar
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