Hace poco, un amigo me preguntó, teniendo en cuenta mi experiencia como líder de adoración (más de veinticinco años): «¿Por qué es menos probable que los hombres canten, o que canten con entusiasmo, en el culto corporativo?». Obviamente, este no es el caso en todas las iglesias. Pero la pregunta se deriva de un fenómeno real que he visto con demasiada frecuencia como para negarlo, incluso en iglesias sólidamente evangélicas y que aman el evangelio.
Según mi experiencia y mis observaciones, responder a esta pregunta probablemente no sea tan sencillo como nos gustaría. Es fácil suponer que el problema es principalmente cosa de los hombres: que nuestros hombres son espiritualmente indiferentes o pasivos, o que tienen complejos inmaduros en relación con las canciones de adoración y el estilo.
Ahora bien, es muy posible que estos factores contribuyan al problema. Pero también es posible que nosotros, como líderes, estemos contribuyendo inadvertidamente al pasar por alto o subestimar algunos otros factores importantes que dificultan la participación masculina en el canto congregacional.
Por lo tanto, me gustaría proporcionar brevemente un contexto histórico a este problema y, a continuación, plantear cinco preguntas a los líderes de la iglesia para que consideren si miran que un número desproporcionado de hombres no están cantando.
Nuestra revolución de la música pop (popular)
Las personas ya no cantan juntas como antes. Al decir esto, no me refiero a las llamadas «guerras de adoración» de los últimos cincuenta años. Me refiero a una época que ya no se recuerda, una época en la que la música popular era muy diferente de lo que es ahora.
Hasta la mayor parte del siglo XIX, el canto comunitario en general (no solo en la iglesia) era una parte regular y significativa de la vida de la mayoría de las personas. Las familias cantaban juntas, los vecinos también, así como los trabajadores, los miembros de los gremios, los guerreros y las tribus, los pueblos y las ciudades.
El canto era una de las principales formas en que los grupos de personas ensayaban y celebraban su sentido compartido de identidad (su historia, creencias, tradiciones y valores) y lo transmitían a las generaciones posteriores. También era una forma importante de lamentar las experiencias comunes de sufrimiento y muerte. Cantar juntos era una parte importante del entretenimiento social. Por supuesto, siempre hubo músicos populares con un talento excepcional que actuaban para el público. No obstante, en su mayor parte, la música pop —las canciones que todo el mundo conocía— se componía para que las personas cantaran juntas.
Pero el siglo XX trajo cambios revolucionarios en la forma de hacer música popular y para quién se componía.
Primero, surgió la industria discográfica. Se hizo posible grabar a artistas con un talento excepcional y con una calidad que el público disfrutaba escuchando (recuerda esta frase). Luego, fue cada vez más asequible para el ciudadano común comprar esas canciones grabadas (en discos) y los aparatos necesarios para reproducirlas (tocadiscos).
A estos cambios les siguieron rápidamente los vientos en línea recta de las tecnologías de radiodifusión —primero la radio, luego la televisión y más tarde el Internet—, que acabaron con los cantos populares comunitarios en los que todas las personas solían participar. De hecho, el cambio se había producido en gran medida al comienzo de la Segunda Guerra Mundial: las canciones grabadas por artistas profesionales, compuestas principalmente para ser escuchadas, habían sustituido en gran medida a las canciones compuestas para ser cantadas en grupo.
La revolución de la música popular ha influido de manera significativa en la forma de cantar (o de no cantar) en nuestras iglesias
Estos cambios, juntos, tuvieron un enorme efecto en la forma en que las personas percibían el propósito de la música popular. Antes era una forma de que un grupo intergeneracional celebrara o lamentara lo que compartían juntos; ahora se veía principalmente como una fuente de entretenimiento personal y, casi simultáneamente, como un vehículo de expresión individual y de identidad generacional.
En la actualidad, las iglesias son de los pocos lugares que quedan en nuestra sociedad donde una comunidad de personas, independientemente de su aptitud musical, cantan juntas con regularidad. Sin embargo, la revolución de la música popular también ha influido de manera significativa en la forma de cantar (o de no cantar) en nuestras iglesias.
5 preguntas para los líderes
Hay que admitir que este repaso histórico es breve y simplista. Pero mi propósito es recordar a los líderes de las iglesias que muchos de nuestros problemas con el canto congregacional, incluidas las tensiones intergeneracionales que experimentamos, tienen sus raíces en estos cambios tan importantes.
Así que, teniendo esto en cuenta, me gustaría sugerir cinco preguntas de diagnóstico que los líderes de la iglesia pueden considerar en relación con la participación masculina en el canto congregacional.
1. ¿Enseñamos adecuadamente a los hombres por qué cantamos juntos?
En siglos pasados, los líderes podían suponer que la mayoría de los hombres comprendían por experiencia el significado de un versículo como este:
¡Aleluya!
Canten al Señor un cántico nuevo,
Y Su alabanza en la congregación de los santos (Sal 149:1).
Pero ya no podemos asumir esto. Hoy en día, fuera de la iglesia, el único lugar donde los hombres cantan juntos con entusiasmo es en un evento deportivo.
¿En qué medida entienden nuestros hombres por qué la Biblia ordena el canto congregacional? Más concretamente, ¿en qué medida les estamos enseñando? Abordar el tema en un sermón ocasional es útil, pero no suficiente. Los pastores y líderes de alabanza necesitan entretejer regularmente la enseñanza sobre el canto en el tiempo de alabanza corporativa. No me refiero a momentos extensos de enseñanza, sino a breves explicaciones regulares de lo que estamos haciendo y por qué es importante.
2. ¿Promovemos un entorno que anime a los hombres a participar?
Una de las formas en que la cultura popular ha influenciado el culto corporativo es que ahora nuestros cantos suelen ir acompañados de un grupo de alabanza en lugar de un órgano o un piano. En general, no considero que esto sea negativo. Dirigí un grupo de alabanza en una iglesia durante dieciocho años, y tanto los hombres como las mujeres de la congregación cantaban con fuerza.
Pero nuestra gente está formada por nuestra cultura pop, en la que los grupos musicales actúan para entretener al público. Por lo tanto, tenemos que tener en cuenta que cuanto más se parezca el canto congregacional a un concierto (luces tenues, virtuosismo instrumental, efectos escénicos y altos niveles de sonido), más se comunicará a la congregación que es una audiencia. En general, los hombres tienden a participar menos en los cantos dirigidos a la audiencia.
Los instrumentos principales de la adoración corporativa no son las guitarras, los teclados ni las baterías, sino las voces de la congregación
Así pues, como líderes, ¿hasta qué punto estamos creando un entorno que anime a los hombres a cantar? Los instrumentos principales de la adoración corporativa no son las guitarras, los teclados ni las baterías, sino las voces de la congregación, tanto masculinas como femeninas. Si nuestros hombres no cantan, quizás deberíamos considerar seriamente reducir el grupo de alabanza.
3. ¿Cantamos sobre cosas que inspiran a los hombres?
Nuestra cultura popular también ha influido en el contenido de muchas canciones de adoración modernas, lo que ha dado lugar a un enfoque desproporcionado en la experiencia espiritual individual. Una cosa que sé es que a los hombres les conmueven las canciones que expresan el fuerte afecto comunitario por una visión, unas creencias y unos valores compartidos. También a las mujeres, por supuesto. Sin embargo, he notado una reducción significativa de la participación masculina en iglesias cuyas canciones tratan principalmente de experiencias íntimas individuales.
Así que, si los hombres de nuestras iglesias no cantan con entusiasmo, es posible que nuestro repertorio de canciones no incluya canciones que inspiren a los hombres a cantar.
4. ¿Cantamos canciones diseñadas para el canto comunitario?
Muchas canciones de adoración modernas tienen un contenido teológico sólido y están elaboradas hábilmente para el canto en comunidad. Sin embargo, también hay muchas canciones de adoración modernas que, aunque suenen bien cuando las interpretan artistas y grupos de adoración bien ensayados, no son fáciles de aprender para la congregación. Cuanto menos predecible sea el ritmo y cuanto más singular sea la colocación de las sílabas, más difícil le resultará a la congregación aprender la canción (por no hablar de los visitantes). En general, si los hombres se sienten inseguros al cantar, es más probable que no lo hagan.
Como una observación relacionada, si los líderes de alabanza introducen nuevas canciones a una congregación con demasiada frecuencia, ansiosos por incorporar lo último y más novedoso, también se dará lugar a un canto inseguro y a una pérdida de voces masculinas.
5. ¿Cantamos canciones que los hombres puedan cantar?
Esta última pregunta también aborda una cuestión derivada de la influencia de nuestra sociedad: la música popular actual favorece las voces masculinas de tenor. Por eso, muchos artistas y líderes de alabanza cristianos son tenores. Pero aproximadamente el 80 % de los hombres cantan en los registros de barítono o bajo.
Por lo tanto, si hay escasez de volumen en las voces masculinas, es posible que estemos cantando demasiadas canciones en tonos muy altos para que los hombres canten cómodamente. Este hecho puede parecer obvio, pero he estado en muchos lugares de adoración corporativa donde la mayoría de las canciones se han cantado en tonos adecuados para tenores.
Ayuda a los hombres a cantar
Soy consciente de que aquí apenas he dado unos primeros pasos. Pero mi objetivo ha sido ayudar a mis colegas líderes a ser conscientes de que la indiferencia espiritual, la pasividad o la inmadurez pueden no ser los factores causales —o los únicos factores causales— que disuaden a nuestros hombres de cantar.
Si queremos cultivar una cultura de cantos colectivos fuertes, al menos podemos empezar por examinar si estamos enseñando su importancia, fomentando un entorno de canto apropiado, eligiendo bien el contenido de nuestras canciones y cantando canciones diseñadas para el canto en grupo y en tonalidades adecuadas. Si los hombres de nuestras iglesias no cantan, asegurémonos de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarles.
Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
Jon Bloom
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/hombres-no-cantan-adoracion-iglesia/
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