En plena era digital y con todas las posibilidades que brindan las multiplataformas de comunicación instantáneas, la democracia va en retroceso y con fuerte desventaja en la generación de información. Observamos a diario como los mensajes promotores de odio y de exacerbación de las diferencias se hacen protagonistas en las diferentes redes sociales. Las consecuencias de este fenómeno no se hacen esperar. Millones y millones de seres humanos dudan más acerca de la eficacia de las reglas de la democracia para resolver los conflictos que se multiplican por todas partes.
Ya la vieja dicotomía entre izquierda y derecha no nos sirve para explicar este cambio de rumbo que se aprovecha de las redes sociales para resonar con mucha más fuerza. En el debate global entre democracia y autoritarismo, proyectos políticos de diferentes signos ideológicos y ubicados a ambos lados del espectro, pero interesados en cortar con los contrapesos institucionales utilizando las narrativas de la democracia, usan indiscriminadamente los mensajes de descalificación y de odio que buscan apartar del camino a potenciales adversarios políticos. En esta estratégica controversia, la categoría “adversario” desaparece o se minimiza en las disputas por el poder dando paso a una categoría de guerra denominada “enemigo”.
En virtud de ello, los algoritmos potencian los mensajes de odio y destrucción que por su estilo “amarillista” son más eficientes para captar la atención de los públicos globales. Allí la democracia ha ido quedando en desventaja porque los algoritmos no reproducen sus mensajes con la intensidad que se requeriría en estos tiempos digitales. Esta “particularidad” viene acentuando la severidad de las disputas por el poder que ya han perdido su apego a los mecanismos habituales estipulados por las leyes nacionales; convirtiéndose, en verdaderas “guerras híbridas” que fortalecen al autoritarismo y a las nuevas formas de opresión violadoras masivas de derechos humanos.
La democracia ha quedado en desventaja. Algo que parece una enorme contradicción a sabiendas que bajo su manto es donde se han desarrollado con una extraordinaria velocidad, las grandes invenciones tecnológicas que han facilitado los procesos de comunicación en todo el planeta. Las disputas por el poder y los intereses creados alrededor de ellas, pagan con más facilidad la multiplicación de los algoritmos para clasificar como enemigos y terroristas a quienes otrora fungían como adversarios. Vale decir, usan no solo las invenciones tecnológicas desarrolladas gracias a los ambientes de libertad económica y de pensamiento promovidos por gobiernos democráticos, sino también, las nefastas herramientas de propaganda sistematizadas y aplicadas con alevosa maestría, por el genio maléfico de estos sistemas en el mundo moderno, Joseph Goebbels.
Esta combinación es una especie de cóctel mortífero para desacreditar a la democracia con “sutilezas no tan sutiles”. Si no logramos reconfigurar los algoritmos en favor de la democracia y sus valores, cada día tendremos gobiernos más autoritarios. Tendremos menos contrapesos institucionales, menos alternancia en el poder y menos derechos humanos. La ecuación es simple. Los algoritmos deben concentrarse en reproducir los valores esenciales de la convivencia pacífica y democrática. En la medida en que se logren desnudar las macabras intenciones de la siembra del odio en redes sociales en favor de la polarización y el fanatismo exacerbado, más claramente las poblaciones podrán desactivar las estrategias de siembra de las formas autoritarias de gobierno.
El algoritmo de la democracia es algo que debe ser construido colectivamente. Una especie de wiki-algoritmo que se convierta en un contrapeso internacional contra las mafias oscuras de intereses que quieren “privatizar” los gobiernos para dar rienda suelta a las aspiraciones personalistas y grupales en desmedro de las grandes mayorías poblacionales. “Escribe que algo queda”, decía el gran Kotepa Delgado, hoy día, en las redes sociales debemos escribir siempre para contribuir al sano debate de las ideas, siempre, desde el ejercicio de la democracia, sin caer presa de los llamamientos al odio y las descalificaciones.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: La democracia de la posverdad
Piero Trepiccione
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/el-algoritmo-de-la-democracia/
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