La historia del Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA, en Colombia, es un relato de perseverancia y solidaridad que se remonta a la década de 1950. En un período marcado por la necesidad urgente de formación profesional para los trabajadores, los sindicatos y las organizaciones obreras jugaron un papel fundamental en su creación.
En 1954, respondiendo al clamor de los trabajadores por acceso a la educación técnica y profesional, el Gobierno colombiano estableció el Instituto Nacional de Capacitación Obrera. Sin embargo, esta iniciativa nació con limitaciones financieras significativas que amenazaban su viabilidad desde el principio.
Fue tres años después, en 1957, cuando la verdadera prueba para el futuro del SENA se presentó. La falta de recursos continuaba siendo un obstáculo insuperable, y la privatización del Instituto era una opción que se consideraba seriamente. En este punto crítico, los propios trabajadores colombianos demostraron su compromiso con la causa. Mediante la contribución voluntaria de parte de sus salarios, decidieron no solo apoyar financieramente al SENA, sino asegurar su existencia misma como una institución pública dedicada a la formación técnica y profesional de la fuerza laboral del país.
El liderazgo sindical de figuras como Antonio Díaz fue fundamental en este movimiento. Díaz, testigo y protagonista de aquellos días tumultuosos, recordaba con orgullo cómo los trabajadores se unieron para defender una institución que consideraban propia, nacida de su necesidad y respaldada por su esfuerzo colectivo. En sus propias palabras, “El SENA no es un regalo de la élite, sino el fruto del sacrificio y la dedicación de los trabajadores que lo concebimos, lo protegimos y lo defendimos.”
Este acto de solidaridad sindical no solo salvó al SENA de la privatización inminente, sino que también sentó las bases para un sistema educativo inclusivo y orientado al desarrollo económico y social de Colombia. Más allá de ser una institución educativa de renombre, el SENA se convirtió en un símbolo de la capacidad de los trabajadores para influir en la política pública y en la formación de las políticas educativas del país.
Imagen @sindesenacol
Hoy en día, el legado del SENA perdura como un testimonio vivo de cómo la unión y la solidaridad entre los trabajadores pueden transformar positivamente una nación. La historia del SENA no solo resalta su importancia en el panorama educativo de Colombia, sino que también celebra la valentía y la determinación de quienes, a través de su compromiso, hicieron posible su creación y continuidad hasta nuestros días.
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