Bastante se está escribiendo sobre el deterioro de los indicadores de democracia en todo el mundo. Un dato significativo es que mucho más de la mitad de la población mundial actualmente vive en regímenes con claros rasgos autoritarios.
Adicional a ello, viene creciendo sobremanera el desencanto, especialmente de los más jóvenes, hacia esta forma de vivir bajo unos parámetros teóricos, desde dónde partimos todos, en igualdad de derechos y deberes. Aunque, paradójicamente, en la práctica, las distorsiones y manipulaciones abundan.
Si algo ha afectado el ejercicio de la democracia es la enorme confusión que se ha generado a partir de las interpretaciones que cada grupo político-ideológico ha dado a sus principios, tanto así, que es tal la cantidad de apellidos que se le han incorporado y miles las maneras de llevarla a la práctica, que ya el mare mágnum de opiniones hace incomprensible para la gran mayoría de la gente su sentido.
Pudiéramos decir que sobre la noción de democracia se han sobrevenido una o varias posverdades según el interés de cada líder o grupo en particular que la define desde una práctica particular.
Democracia liberal, popular, representativa, protagónica, parlamentaria, censitaria, occidental, directa, socialista, abierta, semi abierta, cerrada, republicana, delegativa, entre otros tantos apellidos que se le endilgan y que cada vez agregan más confusión entre la gente que termina desencantándose por sus ejecutorias.
En todo caso, hay dos elementos esenciales que deben ser repetidos como un moderno credo popular para impedir que, olímpicamente, los nuevos autócratas puedan, en nombre de la democracia, consolidar regímenes personalistas y ausentes de cualquier contrapeso institucional.
Repetir y posicionar
El pluralismo y la alternabilidad constituyen el mantra más importante de la era actual si queremos defender y promover a la democracia como referencia para la organización ciudadana y social. Tener sistemas políticos donde las diferencias y las disputas por el poder permitan a todas las fuerzas organizadas en partidos poder participar libremente, sin coacción o impedimento alguno, es una fórmula exitosa para realmente calificar como una democracia.
Aunque democracia sin pluralismo no lo puede ser, en los últimos tiempos y desde diferentes lugares, se crean artilugios jurídicos y constitucionales para que ello no ocurra tal cual. Y, sin embargo, estos países que se “vuelan” el pluralismo se siguen autodenominando “democráticos”. Cosas veredes, diría el famoso Sancho resucitado por estos tiempos.
Y con respecto a la alternabilidad, si un sistema político no garantiza un mínimo de condiciones para que pueda existir una rotación del liderazgo político sin limitaciones absurdas, no podemos llamarle democracia.
Si un gobernante o partido quieren el poder para siempre o por una infinidad de temporadas la cosa no pinta bien, más allá de cualquier defensa narrativa o teórica sobre el asunto. La alternabilidad en los diferentes niveles del poder público debe ser una constante si realmente se apuesta por un sistema político con abiertos signos de democracia.
De manera tal, que ante los grandes desafíos que confrontan las democracias en las circunstancias actuales, tenemos una enorme responsabilidad ciudadana de repetir y posicionar estas dos condiciones mínimas, para que podamos mejorar los estándares internacionales de convivencia democrática.
La reconfiguración del mundo actual y los diferentes intereses geopolíticos que se confrontan abiertamente y tras bastidores, han favorecido una confusión enorme sobre las condiciones mínimas para la vida democrática, obviamente, para privilegiar los alcances geoestratégicos independientemente del tipo de gobiernos y sistemas que se tengan.
Alternabilidad y pluralismo constituyen un mantra que debe repetirse en todos los foros y escenarios posibles.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: El ingrediente más poderoso de la democracia
Piero Trepiccione
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/pluralismo-y-alternabilidad-el-mantra-necesario/
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