Columnista de Opinión : Carlos Fajardo
PARA PRENSA MERCOSUR – Cuenta X : Fastidiardo
Un proyecto de resolución modificatoria de la resolución 774 de 2022 del ministerio de salud referente al año rural, generó ampollas entre la comunidad gremial y académica.
En el citado borrador se hace la exigencia de cumplir con el año de servicio social obligatorio en zonas rurales ya no solo para los que ya venían cumpliendo con ese requisito (Medicina, Enfermería, Bacteriología y Odontología) sino que extiende esa exigencia a otras carreras del ámbito de la salud (Fisioterapia, Nutrición y Dietética, Fonoaudiología, Optometría, Terapia ocupacional y respiratoria e incluso a los Químicos farmacéuticos).
A raíz de la crónica limitación de cupos para cumplir con el año de servicio social obligatorio, lo que en su momento obligó a realizar sorteos para asignarlos, se empezó desde hace algunos años a exonerar a quienes, habiendo participado en el sorteo de las plazas de rural, no la obtenían.
En el borrador cuestionado esa exoneración desaparece y se obliga a que los profesionales que no obtengan su plaza de rural en el sorteo se vuelvan a presentar hasta conseguirla, lo que retardaría fatalmente el ingreso a la vida laboral de unos profesionales que, de por sí, ya tienen que esforzarse por varios años para obtener su título.
La revelación de ese borrador, hecha por el diario El Colombiano, determinó que organizaciones y figuras prominentes de la Medicina salieran al paso, señalando los inconvenientes que genera y el daño que provocaría a los nóveles profesionales de la salud.
Una de las voces que se escucharon fue la del exministro Fernando Ruiz, quien en un artículo señaló los perjuicios que dicha decisión del ministerio acarrearía a los profesionales de esas, ya de por sí, esforzadas áreas y aseguró que una decisión de tal cuño provocaría un éxodo del talento humano, de por si deficitario, a otros países.
Está claro que decisiones como las que se esbozan en el borrador de resolución son un clavo más para unos profesionales que han sido por costumbre crucificados, sacrificados con la manida excusa de la “vocación” y el “apostolado”, olvidando que son ciudadanos con derechos, con sueños y aspiraciones.
Omite decir el exministro que desde hace ya varios años Colombia es un país exportador de talento humano en salud, no propiamente por la exigencia del rural, sino por las pésimas condiciones para ejercer dignamente esas profesiones. En el siguiente enlace encuentran la disertación del exfuncionario:
https://x.com/fruizgomez/status/1764788137606213894?s=46
Luego de hacer un minucioso análisis de las dificultades que generaría la resolución ya aludida en caso de llegar a tener vida jurídica y reglamentaria, mismas que, al igual que él, han señalado organizaciones de estudiantes y de los gremios profesionales, llama la atención la manera como raudamente concluye que los profesionales de la salud emigran por la exigencia del año rural y no por las condiciones precarias de trabajo que los obliga desde muy temprano a trabajar en turnos extenuantes para devengar sueldos de hambre.
Este cínico “tecnócrata” es uno de los principales artífices de la precarización del empleo médico, del limitado acceso a la especialización, de las pésimas e inseguras condiciones para el ejercicio en un país donde campea la corrupción en entes territoriales y EPS y se obtienen ganancias de la negación de servicios al usuario y de derechos al trabajador y de convertir la salud en mercancía y la muerte en utilidad…
Durante los años de su paso por el Ministerio no fueron pocas las ocasiones en que organizaciones sindicales y gremiales del sector, tales como SIMO, SICOLPED, UNICIRUPED, ASMEDAS, SABOC, UGOBYC y la federación FENALSALUD, elevaron su voz de protesta frente al abuso que representa el uso indiscriminado e ilegal de los contratos por órdenes de Prestación de Servicios para ejecutar funciones misionales en las entidades públicas del sector, la propia Corte Constitucional se ha manifestado al respecto y son muchas las sentencias que en diversas instancias judiciales se han dado para que las entidades reconozcan el contrato realidad.
No hace mucho esas organizaciones sindicales y gremiales aludidas manifestaron su incondicional e integral apoyo a un comunicado revelado y difundido anónimamente por lo que parece ser un grupo de profesionales contratados bajo la perversa modalidad de Ordenes de prestación de servicios a quienes no se les había cumplido con el pago de sus honorarios., ni con un mínimo aumento de los mismos que tuviera en cuenta cuando menos el índice de precios al consumidor.
Denunciaron, una vez más, la persistencia de ese tipo de contratación, la inobservancia de las condiciones establecidas en el marco legal que las regula, como, por ejemplo, el hecho de que la misma no debe ser utilizada para asignación de funciones misionales permanentes, la no actualización anual del valor de los contratos de acuerdo al aumento del costo de la vida y la inflación, la duración mínima de los mismos, el no pago oportuno de las remuneraciones acordadas.
Hoy por hoy es exótico encontrar trabajadores de la salud que se encuentren contratados de acuerdo a normas de contratación dignas en las que se le reconozca el pago compartido de su seguridad social, las vacaciones, cesantías, primas y demás beneficios de ley.
La triste realidad en Colombia es que, en su gran mayoría, los trabajadores de la salud se encuentran vinculados a las entidades públicas y privadas mediante una profusión de modalidades de contrataciones que eluden los mínimos de ley y que abarcan funciones misionales permanentes, tanto asistenciales como administrativas, y afectan, en el caso de las entidades públicas, a más del 85% de los trabajadores, creando castas entre los mismos.
Instamos al presidente y al Congreso a cumplir con los mandatos de los organismos internacionales, con las sentencias de la Corte Constitucional y con los postulados de la Constitución en el sentido de hacer realidad la garantía de trabajo decente y digno para los trabajadores colombianos. Instamos al ministro, Dr. Guillermo Alfonso Jaramillo, a revisar el contenido de ese borrador.
La fiebre, señor ministro, no está en las sábanas. Por muchos años los trabajadores de la salud han sido precarizados en su trabajo pese a la importancia de su esfuerzo y su aporte la sociedad. Si está claro que se necesita que haya profesionales de la salud atendiendo los requerimientos de las poblaciones rurales, también es cierto que para tal efecto es indispensable garantizar un número suficiente de cupos, buenas condiciones laborales, locativas y de seguridad.
No necesitamos una pandemia para que nos enaltezcan como héroes, cuando a diario nos degradan y nos discriminan.
Tampoco convence la pobre argumentación y la falsa solidaridad de un sujeto nefasto como Fernando Ruiz, cargado de hipocresía, pletórico de cinismo, cuando se queja de que los talentosos y jóvenes médicos y practicantes de otras profesiones del ámbito de la salud deben hacer el año rural, cuando el mismo, hasta hace poco, tuvo la llave para aumentar las plazas de rural, mejorar las condiciones de trabajo y contratación de todos los trabajadores de la salud y no hizo nada para ello.
Incluso lo decía con amargura una colega en un chat de médicos: El rural es para muchos la única época de su vida en la que tuvieron un contrato formal.
Está claro que el señor Fernando Ruiz tiene mucho por aclarar, pero intenta desviar la atención con sus opiniones.
¿Qué pasó con el famoso decreto firmado por él para permitir la desaparición de las reservas técnicas?
¿Cómo se permitió que corruptos se apoderaran de más de tres billones durante la pandemia?
¿Cuál fue su responsabilidad en la demora en la adquisición de las vacunas, los problemas de distribución, la pérdida de viales, los costos asociados a su compra?
¿Por qué, habiendo estado años como ministro y muchos más como alfil de la ley 100, no hizo los cambios que pregona?
Lo que señalamos frente a las opiniones y disertaciones de este prominente miembro de la oposición inteligente, lo podemos extender a muchos de sus caudillos, quienes, luego de perder el poder que ejercieron en forma asqueante para favorecer sus intereses y los de sus espurios financiadores, de un momento para otro se volvieron expertos en el arte de gobernar, demócratas pura sangre, amos de la verdad, portadores de la luz, defensores de la equidad y la justicia.
Ahora pontifican desde los escombros y abrojos en los que convirtieron este atormentado rincón del mundo, no hacen ninguna mención al fracaso del modelo de gestión de la salud y, en general, de todos los aspectos que implica el gobierno de un país.
Llevaron a Colombia al precipicio del odio y de la guerra, la miseria, la inequidad, la impunidad y la corrupción. Ellos fueron y siguen siendo el problema, pero ahora se presentan como soluciones.
Los gemidos de las hienas dan una idea de dónde y de qué manera se están pisando los callos de la delincuencia de corbata y sombrero aguadeño.
El héroe de otrora es el peligroso criminal de hoy, justamente cuando, bajo el peso de sus culpas, ofrece colaborar con la justicia…
Las reformas suscitan el rechazo y la gritería atribulada de quienes se han beneficiado siempre de las inequidades e injusticias que se pretenden corregir con ellas.
Con “sesudos” conceptos de “afamados” tecnócratas pretenden desacreditarlas y rompen el quorum de los debates…
Convocan a marchas basadas en infundios, difunden mentiras sin el menor sonrojo, satanizan todo lo humano y lo divino, denigran de cualquier funcionario sin importar que tarde o temprano deban retractarse: Al final lo que importa es mentir pues la mentira siempre deja huella…
Huérfanos del poder se han convertido en defensores inusitados de la “libertad” que vulneraron otrora para tantos, de la “legalidad” que tantas veces burlaron, de la “institucionalidad” que envilecieron, de la “transparencia” que nunca practicaron.
Ahora si tienen las respuestas.
Pero detrás de sus posturas grandilocuentes y postizas no hay argumentos serios ni otras propuestas que la difamación y la calumnia, la “autoridad” de sus burócratas, el “conocimiento” de sus tecnócratas, la “experiencia” de sus perpetradores de cuello blanco, siempre lo mismo.
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