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Jue. Nov 21st, 2024
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2 Samuel: Historias del horror, historias de perdón, historias de fe

Por Wolfgang A. Streich

Lastimosamente la Biblia no es un libro de color de rosa, y 2 de Samuel es un libro de terror. Desde la muerte de Saúl y Jonatán, pasando luego a lucha de guerrillas entre facciones del mismo pueblo, dolor, llanto, traición, violación, infidelidad, incesto, asesinatos y aberraciones que hasta a mí me dan nauseas al leerlas.

En medio de todo esto surge el liderazgo del Rey David. Generalmente lo conocemos por sus Salmos, pero también es interesante curiosear en su familia desastrosa. Es lamentable realmente leer muchos de los textos de este libro; pero en medio de toda esta pandemia de maldad, surge el David, conforme al corazón del Señor.

Lo podemos ver en su llanto y lamento por la muerte de Saúl y Jonatán (cap.1). También lo podemos ver aspectos positivos en su adoración al Señor. El arca por fín llega a Jerusalén (caps. 5 y 6).

Luego de recibir “la mala noticia” de que él no sería el constructor del Templo, se humilla y realiza una extensa oración de fe y confianza en los propósitos del Señor (7. 18 – 29). Es una oración muy interesante. David podría haber estado furioso y frustrado, pero por el contrario dice: “Señor mi Dios, tú que le has prometido tanta bondad a tu siervo, ¡tú eres Dios, y tus promesas son fieles!” (7.28).

Otro tema que me conmueve es la actitud de David hacia Mefiboset en el capítulo 9 y en parte del 16. Tal vez no podemos dimensionar plenamente hoy el tema de los peligros del poder. Herodes el Grande, en tiempo de Jesús se encargó de asesinar a cualquiera que pudiera arrebatarle el puesto, suegros, cuñados, hermanos, esposas, hijos… e incluso a una veintena de niños en la aldea de Belén.

Sin embargo David recibió a Mefiboset como si él fuera su propio hijo. Hay que recordar que Mefiboset estaba en la línea de sucesión del trono, dado que era el único descendiente vivo de Saúl. David lo trató bien, es más, yo diría que tuvieron lindas charlas donde David le relataba cómo era Jonatán, el padre que Mefiboset no había conocido.

Y luego volvemos a las tragedias, una tras otra. El adulterio de David y Betsabé, y el asesinato a Urías (cap. 11); Dios revela el pecado (cap. 12); el incesto y violacíon de Amnon a su hermana Tamar; y luego el asesinato de Amnon (cap. 13). ¡Pero qué novela!

A partir del cap. 14 se encuentra el terrible relato de la rebelión del hijo de David, Absalón. Los enfrentamientos, conflictos, dolores de cabeza, etc. continúan hasta el cap.18 donde Absalón muere, atrapado por su larga cabellera entre unos árboles, donde finalmente es ultimado.

David vuelve a mostrar su dolor y llanto, aunque nadie del ejército entendía su dolor de padre despechado.

Diversas luchas del ejército de David ante sus enemigos tradicionales, hicieron que la figura del rey pueda crecer, en medio de tantos escándalos.

Finalmente encontramos un Salmo, en 2 Samuel, raro, ¿no? Recomiendo leer todo el capítulo 22, una obra maestra de la comunicación. Pero leyendo todos los capítulos anteriores ¿será que se tomó unas copas y agarró el arpa? ¡No, No, Absolutamente No! Como usaría Pablo una doble negación griega enfática. Esto se trata de Justificación por la fe, y no por las obras.

«El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!

Él es mi protector y mi salvador ¡Tú me salvaste de la violencia! Invoco al Señor, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.

»Las olas de la muerte me envolvieron; los torrentes destructores me abrumaron. Me enredaron los lazos del sepulcro, y me encontré ante las trampas de la muerte.

En mi angustia invoqué al Señor; llamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!

»La tierra tembló, se estremeció; se sacudieron los cimientos de los cielos; ¡se tambalearon a causa de su enojo! Por la nariz echaba humo, por la boca, fuego consumidor; ¡lanzaba carbones encendidos!

»Rasgando el cielo, descendió, pisando sobre oscuros nubarrones. Montando sobre un querubín, surcó los cielos y se remontó sobre las alas del viento.

De las tinieblas y de los cargados nubarrones hizo pabellones que lo rodeaban. De su radiante presencia brotaron carbones encendidos.

»Desde el cielo se oyó el trueno del Señor, resonó la voz del Altísimo. Lanzó flechas y centellas contra mis enemigos; los dispersó y los puso en fuga.

A causa de la reprensión del Señor, y por el resoplido de su enojo, las cuencas del mar quedaron a la vista; ¡al descubierto quedaron los cimientos de la tierra!

»Extendiendo su mano desde lo alto, tomó la mía y me sacó del mar profundo.

Me libró de mi enemigo poderoso, de aquellos que me odiaban y que eran más fuertes que yo.

En el día de mi desgracia me salieron al encuentro, pero mi apoyo fue el Señor.

Me sacó a un amplio espacio; me libró porque se agradó de mí.

»El Señor me ha pagado conforme a mi justicia, me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos; pues he andado en los caminos del Señor; no he cometido mal alguno ni me he apartado de mi Dios.

Presentes tengo todas sus sentencias; no me he alejado de sus decretos.

He sido íntegro ante él y me he abstenido de pecar.

El Señor me ha recompensado conforme a mi justicia, conforme a mi limpieza delante de él.

»Tú eres fiel con quien es fiel, e irreprochable con quien es irreprochable; sincero eres con quien es sincero, pero sagaz con el que es tramposo.

Das la victoria a los humildes, pero tu mirada humilla a los altaneros.

Tú, Señor, eres mi lámpara; tú, Señor, iluminas mis tinieblas.

Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército: contigo, Dios mío, podré asaltar murallas.

»El camino de Dios es perfecto; la palabra del Señor es intachable.

Escudo es Dios a los que en él se refugian. ¿Pues quién es Dios, si no el Señor? ¿Quién es la roca, si no nuestro Dios?

Es él quien me arma de valor y endereza mi camino; da a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce.

Tú me cubres con el escudo de tu salvación; tu bondad me ha hecho prosperar.

Me has despejado el camino; por eso mis tobillos no flaquean.

»Perseguí a mis enemigos y los destruí; no retrocedí hasta verlos aniquilados.

Los aplasté por completo. Ya no se levantan.¡Cayeron debajo de mis pies!

Tú me armaste de valor para el combate; bajo mi planta sometiste a los rebeldes.

Hiciste retroceder a mis enemigos, y así exterminé a los que me odiaban.

Pedían ayuda; no hubo quien los salvara. Al Señor clamaron, pero no les respondió.

Los desmenucé. Parecían el polvo de la tierra. ¡Los pisoteé como al lodo de las calles!

»Me has librado de una turba amotinada; me has puesto por encima de los paganos; me sirve gente que yo no conocía. Son extranjeros, y me rinden homenaje; apenas me oyen, me obedecen.

¡Esos extraños se descorazonan, y temblando salen de sus refugios!

¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca! ¡Exaltado sea Dios mi Salvador!

Él es el Dios que me vindica, el que pone los pueblos a mis pies.

Tú me libras de mis enemigos, me exaltas por encima de mis adversarios, me salvas de los hombres violentos.

Por eso, Señor, te alabo entre las naciones y canto salmos a tu nombre.

»El Señor da grandes victorias a su rey; a su ungido David y a sus descendientes les muestra por siempre su gran amor».

 


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