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Jue. Nov 21st, 2024
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Los conservantes artificiales usados en muchos alimentos procesados podrían aumentar el riesgo de enfermedades inflamatorias intestinales y trastornos metabólicos, según un estudio publicado en la revista Nature y llevado a cabo por un la Universidad Estatal de Georgia (EE.UU.).
 
La investigación descubrió que los productos químicos conocidos como “emulsionantes” que se utilizan para mejorar la textura y aumentar la vida útil de los alimentos, alteran la composión de las bacterias del colon. Es la primera vez que se demuestra que estos aditivos tan comunes en productos como margarinas, salsas, galletas, helados, leches infantiles, pasta o mermeladas, afectan directamente a nuestra salud.
 
Para llegar a estas conclusiones los científicos realizaron un experimento con ratones; al primer grupo se les administró dos emulsionantes muy comunes (polisorbato 80 y carboximetil celulosa) imitando las dosis incluidas en casi todos los alimentos procesados; el segundo grupo se tomó como grupo de control. Pasado un tiempo, los expertos descubrieron que los emulsionantes habían alterado la microbiota intestinal convirtiéndolas en bacterias pro-inflamación. 
 
Estas nuevas bacterias alteradas podían infiltrarse en la capa de moco denso que recubre el intestino, produciendo entonces bacterias que pueden activar la expresión génica pro-inflamatoria del sistema inmune. Por este motivo, algunos de los ratones -los que tenían propensión a este trastorno- desarrollaron colitis crónica. Los que no estaban genéticamente inclinados a sufrir colitis sí que presentaron inflamación intestinal leve y síndrome metabólico, circunstancias que provocan el desarrollo de obesidad, hiperglucemia y resistencia a la insulina.
 
Estos emulsionantes, según aclara el estudio, podrían ser responsables de esta alteración de la microbiota intestinal y del aumento de la incidencia de patologías como la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), que incluye la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa y el síndrome metabólico -que puede conducir a diabetes tipo 2 y enfermedades hepáticas o cardiovasculares- y cuya incidencia se ha disparado desde la mitad del siglo XX.
 
“El espectacular incremento de estas enfermedades se ha producido a pesar de la genética humana, lo que sugiere un papel fundamental de los factores ambientales. Y es que la comida interactúa directamente con la flora intestinal, por lo que pensamos que algunos compuestos de la alimentación actual podrían estar promoviendo la inflamación en las bacterias intestinales”, explica Benoit Chassaing, coautor del estudio.
 
El siguiente paso en el estudio es realizar experimentos con humanos para averiguar si afectan de la misma forma que a los ratones, resultados que creen serán similares.
 
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