El mar que baña la costa nororiental de Japón está comportándose de una forma que ni los propios oceanógrafos se esperaban. La corriente de Kuroshio, una especie de cinta transportadora de agua cálida que normalmente pasa bastante más al sur, se ha desplazado cientos de kilómetros hacia el norte y ha dejado frente a la región de Sanriku un océano casi irreconocible, mucho más cálido y salado de lo habitual.
Para quien vive de la pesca o simplemente mira el precio del pescado en el mercado, esto no es una curiosidad científica. Es un cambio que ya se nota en las redes, en las algas y, en buena parte, en el clima que se sufre en tierra.
Un océano que rompe los mapas
La Kuroshio y su prolongación, la Kuroshio Extension, suelen fluir en torno a los 35 o 36 grados de latitud norte. Sin embargo, desde 2023 la corriente ha empezado a ondularse hacia arriba y, en el invierno de 2024, llegó hasta los 40 grados de latitud, unos 400 o 500 kilómetros más al norte de lo habitual.
El profesor Shusaku Sugimoto, de la Universidad de Tohoku, lo resumía con una frase que refleja bien el desconcierto. Dijo que se quedó tan impactado que ni siquiera sabe si la palabra correcta es «sorprendido». Lo que han visto en los datos no encaja con la imagen estable que se tenía de esa zona del Pacífico.
Un estudio que convierte el desconcierto en cifras
En un trabajo publicado en el Journal of Oceanography en febrero de 2025, Sugimoto y su equipo han puesto números a lo que está ocurriendo frente a la costa de Sanriku. Gracias a boyas, satélites y campañas oceanográficas han comprobado que aguas cálidas y saladas de origen subtropical han ocupado un espacio donde normalmente dominaban aguas frías y pobres en sal procedentes del norte.
En algunos niveles, entre los 50 y los 400 metros de profundidad, la temperatura ha llegado a ser hasta 10 grados más alta que la media de las últimas décadas. Cerca de la costa de Sanriku, el propio Sugimoto destaca un aumento de 6 grados que se mantuvo durante dos años completos, algo que describe como «nunca visto antes». A escala de superficie, entre abril de 2023 y agosto de 2024, la zona registró una anomalía media de unos 4,9 grados, con condiciones de ola de calor marina prácticamente día tras día.
En términos sencillos, no se trata solo de un mar un poco más templado en verano. Es una masa de agua gruesa, profunda y extraordinariamente cálida que almacena aproximadamente tres veces más calor que en años normales.
De los gráficos a la lonja y a la mesa
Qué significa todo esto para quien vive de la pesca en Japón. Para empezar, que las especies se mueven. Peces que prefieren aguas frías, como el salmón del Pacífico o el saurio, tienden a alejarse hacia el norte o hacia zonas más profundas. Al mismo tiempo, están apareciendo especies más propias del sur que nunca se habían visto frente a Sanriku, algo que ya han documentado biólogos japoneses.
El impacto no se queda en los peces. En esta región se cultivan algas comestibles como el wakame y, más al norte, en Hokkaido, se cosecha el kombu, base del dashi, ese caldo que está en el corazón de la cocina japonesa. El exceso de calor en el agua altera nutrientes, ciclos de crecimiento y calidad de las algas. Los científicos advierten de que, si estas condiciones extremas se consolidan, la cultura gastronómica ligada a esas algas puede verse seriamente desestabilizada.
Para las comunidades pesqueras, cada desplazamiento de una especie significa cambiar artes, buscar caladeros nuevos o, sencillamente, aceptar una caída en las capturas. No es una estadística. Es la diferencia entre una lonja llena o medio vacía.
Cuando el mar recalienta el aire
Hay otro efecto menos visible pero igual de importante. Todo ese calor extra almacenado en el océano no se queda siempre en el agua. En el invierno de 2024, el estudio calcula que frente a Sanriku el mar estuvo liberando hacia la atmósfera unos 600 vatios de calor por metro cuadrado, aproximadamente el doble que en décadas anteriores.
Esa transferencia de calor y humedad elevó la temperatura del aire cerca de la superficie en unos 3,5 grados y el efecto se detectó hasta la altura de unos 800 hectopascales, es decir, bien dentro de la atmósfera libre. Un océano anormalmente cálido se convierte así en un radiador gigante que alimenta olas de calor y lluvias intensas sobre Japón.
La Agencia Meteorológica japonesa ya había relacionado el estado extremo del océano con el verano de 2023, el más caluroso registrado en el país, y con episodios de lluvias torrenciales en el norte y en la región de Tokio. Los autores del nuevo trabajo insisten en que hace falta más análisis con modelos numéricos, pero todo apunta a que este «mar tropicalizado» ha jugado un papel importante en esas anomalías.
Qué viene ahora
La Kuroshio Extension, tras desprender un gran remolino cálido en mayo de 2024, parecía debilitar un poco su desvío hacia el norte. Sin embargo, a comienzos de 2025 los autores señalan que la corriente volvía a acercarse a esa posición extrema. Es decir, no está claro que se trate de un susto pasajero.
En un contexto en el que los océanos globales han marcado récords de temperatura en 2023 y 2024, eventos como este son una señal de alarma. No solo por el mensaje climático, también por sus consecuencias muy concretas sobre la pesca, las algas y el tiempo que se sufre en la calle.
Los científicos japoneses piden seguir de cerca la zona de Sanriku, mantener las observaciones en el mar y estudiar el impacto sobre los caladeros. Para Japón, donde el pescado y las algas forman parte de la identidad cultural, entender y anticipar estos cambios no es un lujo. Es una cuestión de futuro para quienes viven mirando al océano cada mañana.
El estudio ha sido publicado en “Springer”.
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Fuente de esta noticia: https://www.ecoticias.com/medio-ambiente/cientificos-preocupados-ante-el-comportamiento-del-oceano-ni-siquiera-se-si-sorprendido-es-la-palabra-correcta
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