

El protagonista se llama sifaka, un lémur endémico de Madagascar que parece desafiar las leyes de la física cada vez que se mueve. Lo que internet interpreta como un paso de baile es, en realidad, la solución evolutiva de un primate especializado en saltar entre árboles que, de vez en cuando, se ve obligado a cruzar el suelo.
Del gif viral al laboratorio
Los sifakas aparecieron en documentales de naturaleza desde los años 80, pero su salto lateral se volvió verdaderamente viral en la última década, impulsado por bucles de GIF y videos breves en Instagram, TikTok y YouTube.
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Cualquier música encaja: funk, k‑pop, música clásica. El formato es siempre el mismo: el animal salta de costado, parece “bailar”, alguien le pone un track pegadizo y el algoritmo hace el resto.
El atractivo visual es innegable. El sifaka parece sonreír, abre los brazos como un bailarín de contemporáneo y se desplaza a una velocidad improbable sobre dos patas. Internet completa el cuadro: lo antropomorfiza, le asigna intenciones humanas (“está feliz”, “celebra la lluvia”) y borra gran parte de su contexto ecológico.
Ahí es donde la cultura científica entra en juego. Porque casi todo lo que vuelve viral al sifaka tiene una explicación biomecánica precisa. Y también porque, detrás del meme, hay un animal en riesgo de desaparecer.
Quién es realmente el “lémur bailarín”
“Sifaka” no es una especie, sino un género de lémures (Propithecus), con varias especies distribuidas en distintas regiones de Madagascar. El más famoso en redes suele ser el sifaka de Verreaux (Propithecus verreauxi), de pelaje mayormente blanco con zonas oscuras, que habita los bosques secos y espinosos del suroeste de la isla.

Otro muy conocido en zoológicos es el sifaka de Coquerel (Propithecus coquereli), más moteado, que representa a la especie en muchos videos virales.
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Todos comparten el mismo “oficio locomotor”: son primates especializados en aferrarse verticalmente a troncos y saltar entre ellos. En su hábitat natural, pasan la mayor parte del tiempo en los árboles. Sus saltos entre troncos pueden abarcar varios metros de distancia, algo inalcanzable para un humano sin ayuda tecnológica.

Solo de manera ocasional descienden al suelo, generalmente para cruzar claros del bosque. Esos trayectos terrestres son breves, tensos y, desde el punto de vista del animal, peligrosos: en el suelo son más vulnerables a depredadores como el fossa (Cryptoprocta ferox) o ciertas aves rapaces.
Lo que para nosotros “baila”, para el sifaka es, en realidad, un momento de exposición en el que intenta ir de un refugio arbóreo a otro lo más rápido posible.
Un cuerpo diseñado para saltar (y “bailar” sin querer)
Nada en la postura del sifaka es al azar: cada “gesto gracioso” responde a una necesidad biomecánica.

Los sifakas tienen:
- Piernas largas y muy musculosas, desproporcionadas en comparación con el tronco.
- Brazos relativamente cortos, poco aptos para caminar en cuatro patas como un mono típico.
- Caderas y columna adaptadas a la posición vertical apoyada en troncos.
- Una cola larga y robusta que actúa como contrapeso y estabilizador, aunque no es prensil.
En los árboles, esta anatomía permite que se aferren firme a un tronco y despeguen con potentes saltos que los impulsan hacia el siguiente apoyo. La mayor parte de la fuerza se genera en los miembros posteriores, con músculos de la cadera y el muslo que, en proporción al peso corporal, son extraordinariamente desarrollados.
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En el suelo, ese mismo diseño plantea un problema: sus brazos cortos y su pelvis no están optimizados para caminar en cuatro patas como un perro o un mono capuchino.

Tampoco pueden simplemente “andar” sobre dos piernas como un humano, porque su equilibrio y sus articulaciones están calibrados para otra cosa: aferrarse y saltar en vertical.
La solución que encontraron a lo largo de la evolución es lo que vemos en los videos: una serie de saltos laterales en posición erguida, con los brazos extendidos para mantener el balance.
Es un compromiso biomecánico: aprovechan su fuerza en las piernas y al mismo tiempo conservan el centro de gravedad estable, usando los brazos como barras estabilizadoras.
Potencia muscular y eficiencia: los números detrás del salto
Aunque los estudios sobre sifakas no son tan abundantes como los de humanos o grandes simios, sí existen datos suficientes para trazar comparaciones razonables.

Un sifaka adulto pesa en promedio entre 3 y 4 kilos. Sin embargo, puede ejecutar saltos de varios metros entre troncos, acelerando su cuerpo en centésimas de segundo. Para lograrlo, necesita una alta relación fuerza–peso: sus músculos de las patas deben generar fuerzas varias veces superiores a su peso corporal en cada despegue.
En términos de rendimiento relativo, su capacidad de salto supera con creces la humana. Un atleta de élite puede saltar verticalmente algo cercano a la altura de su propio cuerpo (un poco más en algunos casos excepcionales). Un sifaka, en cambio, logra desplazarse en un salto una distancia que equivale a muchas veces el largo de su cuerpo, sobre todo cuando se lanza entre árboles.
La potencia muscular específica –es decir, cuánta potencia puede generar por kilo de masa corporal– también es notable. Aunque no existe una cifra única universalmente aceptada, los trabajos de biomecánica sobre primates saltadores coinciden en que especies como los sifakas se ubican entre las más eficientes del grupo en convertir energía muscular en impulso mecánico.
Parte de esa eficiencia proviene del uso inteligente de la elasticidad. Tendones y tejidos conectivos en las patas almacenan energía como un resorte durante la fase de apoyo y la liberan en el despegue.

En una secuencia de saltos, esto reduce el costo energético por unidad de distancia recorrida, del mismo modo que ocurre en corredores humanos de fondo: cada paso reutiliza parte de la energía de deformación elástica.
En suelo firme, el movimiento lateral permite justamente aprovechar esa mecánica: el sifaka encadena micro-saltos, usando las mismas estructuras que emplea para desplazarse en el dosel arbóreo, pero adaptadas a un plano horizontal.
Sifakas, otros primates y atletas humanos: quién “gana” el salto
Si se organizara una especie de “olimpiada interespecies” del salto, los sifakas competirían en la categoría de especialistas. No son los únicos primates saltadores, pero sí están entre los más espectaculares en términos visuales.
Comparados con otros lémures de hábitos más cuadrúpedos, los sifakas se distinguen por:
- Un mayor desarrollo proporcional de los músculos de las patas.
- Una movilidad de cadera y rodilla optimizada para impulsos verticales y diagonales.
- Una cola especialmente útil para estabilizar el cuerpo en el aire.
Frente a un mono típico de tamaño similar, el sifaka suele mostrar una mayor capacidad de salto a distancia y mejor control del cuerpo en trayectorias verticales, pero es menos versátil en desplazamientos terrestres y locomoción cuadrúpeda.
Si el contraste es con humanos, la comparación se vuelve aún más llamativa. Un ser humano puede caminar, correr, trepar, nadar y lanzar objetos con notable versatilidad, pero es “generalista”: su anatomía no está optimizada al extremo para una sola tarea.
El sifaka, en cambio, es un “especialista” del salto.
En relación a su tamaño, un sifaka:
- Recorre en un salto una distancia que, escalada a tamaño humano, equivaldría a varios metros de un solo impulso.
- Mantiene secuencias de saltos con un costo metabólico relativamente bajo para su tamaño, gracias al uso de energía elástica.
- Alcanza velocidades horizontales significativas con un patrón locomotor aparentemente torpe pero biomecánicamente coherente.
Ningún atleta humano de alto nivel “salta como un sifaka”. Incluso si un humano pudiera igualar distancias absolutas, lo haría con un costo energético mayor y sin la misma combinación de agilidad tridimensional, estabilidad en recepción sobre troncos estrechos y capacidad de repetición en serie.
Rol ecológico: algo más que un animal simpático
El sifaka es una pieza clave de los ecosistemas malgaches. Como muchos lémures, cumple funciones de herbívoro y dispersor de semillas. Se alimenta de hojas, flores y frutos, y al hacerlo contribuye a la regeneración y dinámica de los bosques.
En los delicados bosques secos y espinosos de Madagascar, donde los recursos están marcados por fuertes estacionalidades, los sifakas han ajustado su dieta y comportamiento social para sobrevivir a períodos de escasez.
Viven en grupos, se comunican mediante vocalizaciones característica y mantienen complejas relaciones sociales que rara vez entran en la narrativa de los memes.
Su ciclo de vida también los vuelve vulnerables: tienen una reproducción lenta, con crías únicas y largos periodos de dependencia. En otras palabras, no pueden “reponer” rápidamente las pérdidas poblacionales.
En riesgo de extinción
Varias especies del género Propithecus están catalogadas como En Peligro o En Peligro Crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Las principales amenazas son conocidas y persistentes:
- Pérdida y fragmentación del hábitat, por deforestación para agricultura y producción de carbón vegetal.
- Caza en algunas regiones, ya sea por alimento o por conflicto con comunidades humanas.
- Cambio climático, que altera la disponibilidad de recursos en ecosistemas ya de por sí frágiles.
Alba Acosta
Fuente de esta noticia: https://www.abc.com.py/ciencia/2025/12/28/por-que-el-sifaka-se-mueve-asi-descubri-la-evolucion-detras-de-su-baile-unico/
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