
En el complejo de Cadarache, en el sur de Francia, el proyecto internacional ITER entra en una fase de obra que no se mide solo en metros, sino en milímetros. El montaje de los grandes módulos que formarán la cámara donde se confinará el plasma marca un punto de no retorno en la construcción del mayor experimento de fusión nuclear del mundo. En paralelo, el consorcio trata de reconducir un calendario que ha acumulado retrasos y que ahora fija como objetivo una primera etapa de operación científica con fusión de deuterio en 2035.
La pieza clave de este rompecabezas industrial es el vacuum vessel (cámara de vacío), un recipiente de acero inoxidable de doble pared que hará de contenedor del plasma y de primera barrera de confinamiento. ITER detalla que el conjunto medirá 19,4 metros de diámetro exterior, 11,4 metros de altura y pesará unas 5.200 toneladas, cifra que ascenderá a 8.500 toneladas cuando se instalen los componentes internos (como el blanket y el divertor).
El recipiente no llega en una sola pieza. Se compone de nueve sectores, de los que Europa aporta cinco y Corea del Sur cuatro, que deben soldarse y alinearse con tolerancias propias de la industria nuclear. A mayo de 2025, ITER comunicó que ya tenía seis sectores en el emplazamiento, un indicador de que la cadena de suministro empieza a sincronizarse tras años de fabricación repartida por varios países.
También se ha despejado quién ejecutará una parte crítica del ensamblaje. Westinghouse anunció a finales de junio de 2025 un contrato de 180 millones de dólares con la organización ITER para avanzar en el montaje de la cámara de vacío. Esta cifra contrasta con algunos relatos divulgativos que han circulado con importes diferentes, una discrepancia que conviene corregir cuando el dato procede de una nota corporativa y de la propia organización del proyecto.
La promesa, sin eslóganes
En torno a la fusión suele repetirse una fórmula seductora (energía limpia e ilimitada). La realidad es más específica y, por eso, más interesante. ITER no es una central eléctrica. Está diseñado para demostrar que un tokamak puede alcanzar un rendimiento de potencia de fusión muy alto, expresado como Q ≥ 10. En sus propios “hechos y cifras”, el proyecto sostiene que con 50 MW de potencia de calentamiento inyectada al plasma aspira a producir 500 MW de potencia de fusión durante 400 a 600 segundos.
Esa meta exige condiciones extremas. La temperatura del plasma en el tokamak debe llegar a 150 millones de grados, alrededor de diez veces la del núcleo del Sol, según la descripción técnica de ITER sobre sus sistemas de calentamiento. En términos de ingeniería, esto implica confinar un gas ionizado que no puede tocar las paredes del reactor, sostenido por campos magnéticos generados por grandes imanes superconductores.
La dificultad no está solo en “encender” el plasma. Está en sostenerlo, medirlo y controlarlo con precisión, sin que pequeñas inestabilidades deriven en pérdidas de confinamiento. De ahí la relevancia del montaje de la cámara de vacío. Si el contenedor y sus uniones no alcanzan el estándar requerido, la física del plasma y la operación segura del dispositivo se vuelven mucho más cuesta arriba.
Qué cambia con el nuevo calendario
El proyecto presentó una “línea base” actualizada que busca una fase inicial “robusta” e incorpora explícitamente la fusión de deuterio-deuterio en 2035, antes de avanzar hacia etapas posteriores. Instituciones europeas que siguen el programa han subrayado que esta replanificación asume retrasos respecto a objetivos anteriores y desplaza hitos clave.
Esta cronología importa por una razón estratégica. ITER es el gran banco de pruebas para cerrar incógnitas que separan un experimento exitoso de un diseño industrial (materiales sometidos a neutrones, mantenimiento remoto, criogenia, gestión del tritio, fiabilidad de componentes). La Comisión Europea, en documentación institucional sobre el proyecto, también remarca que ITER no producirá electricidad, sino que pretende resolver problemas críticos para que, después, puedan diseñarse aplicaciones industriales.
El mapa de la energía, si sale bien
Si el reactor logra validar sus objetivos de rendimiento y operación, el efecto no será inmediato en el enchufe doméstico. Será, sobre todo, un cambio de “viabilidad” en el tablero tecnológico. El éxito de ITER no equivale a reactores comerciales al día siguiente, pero sí puede acortar el salto hacia demostradores posteriores y, en última instancia, hacia una generación de plantas que aspiran a aportar electricidad sin emisiones directas de CO₂ y con un perfil de residuos distinto al de la fisión.
Aun así, el periodismo debe vigilar los matices. La fusión no es magia. Implica radiactividad inducida por neutrones y una complejidad operativa enorme. Y su promesa depende tanto de la física como de la capacidad industrial para fabricar, montar y mantener máquinas de una escala que casi no tiene precedentes. Por eso, lo más noticioso de ITER en esta fase no es la metáfora del “Sol en la Tierra”, sino la realidad verificable de una obra que se juega su credibilidad en soldaduras, metrología y plazos.
Adrián Villellas
Fuente de esta noticia: https://www.ecoticias.com/energias-renovables/construyen-la-obra-mas-importante-en-la-historia-de-la-humanidad-buscan-replicar-la-misma-energia-y-potencia-del-sol
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