
Carlos Caicedo, precandidato a la presidencia de Colombia
Después de haber recogido 2,6 millones de firmas ciudadanas, una de las expresiones más amplias, genuinas y contundentes de respaldo popular a una candidatura independiente en la historia reciente de Colombia, he tomado una decisión profunda, responsable y definitiva frente al país: presentaré mi nombre directamente a la primera vuelta presidencial. No es una decisión improvisada ni coyuntural. Es el resultado de escuchar a millones de ciudadanos que reclaman claridad, coherencia y un rumbo firme para Colombia.
En las últimas semanas se exploraron distintos escenarios políticos. Inicialmente se contempló la posibilidad de una consulta con otras figuras públicas, pero esa alternativa no prosperó ante la ausencia de avales y de condiciones políticas reales que garantizaran un ejercicio transparente y útil para el país. Posteriormente, recibí una invitación para participar en una consulta impulsada por sectores del petrismo. Agradezco el gesto y la interlocución, pero he decidido no participar en ese proceso.
Lo hago con respeto, sin estridencias ni descalificaciones personales, pero también con absoluta franqueza ante el país. Colombia no necesita hoy una consulta para cerrar filas alrededor de un balance que aún no ha sido asumido con honestidad. Colombia necesita una conversación nacional seria, madura y responsable sobre lo que ha funcionado, lo que no ha funcionado y, sobre todo, sobre el nuevo rumbo que debemos tomar.
El país votó por un cambio profundo, legítimo y necesario. Ese mandato ciudadano no fracasó por la idea de transformación, sino porque fue capturado, condicionado y debilitado por intereses camaleónicos que frenaron las reformas, diluyeron las decisiones y desviaron el sentido del proyecto que la gente respaldó en las urnas. El error no fue soñar con un país distinto. El error fue subordinar ese sueño a pactos, cálculos y viejas inercias que nada tenían que ver con el mandato popular. Cuando el cambio se negocia, los resultados no llegan y la esperanza se desgasta.
Nuestra distancia es política y ética, no personal. Así lo demostramos con hechos cuando gobernamos Santa Marta y el Magdalena. Allí probamos que sí es posible gobernar con decisión, planificación y resultados cuando el poder está verdaderamente al servicio de la gente. No desde el discurso, sino desde la ejecución. No desde la retórica, sino desde la transformación concreta de la vida cotidiana.
Colombia no puede volver atrás, pero tampoco puede quedarse atrapada a mitad de camino. Ya recorrimos el camino de una derecha que prometió orden y dejó más violencia, más desigualdad y un país fragmentado. Ese pasado no es opción. Pero tampoco podemos resignarnos a una transición inconclusa, incapaz de gobernar con firmeza, coherencia y resultados. El país necesita pasar página y abrir un nuevo capítulo, uno donde el cambio deje de ser una consigna y se convierta en gobierno.
Creemos en una izquierda plural, democrática y autónoma. Una izquierda que no se subordina, que debate, que se corrige y que gobierna. La historia latinoamericana demuestra que los procesos transformadores avanzan cuando respetan la diversidad interna, la deliberación abierta y la independencia de los proyectos políticos. No creemos en liderazgos mesiánicos ni en la obediencia acrítica. Creemos en proyectos colectivos, con autocrítica, con vocación de poder real y con resultados verificables.
No voy a maquillar errores ni legitimar falsas unidades. La derecha ya fracasó y la transición se quedó a mitad de camino. Colombia no puede volver al pasado o quedarse a mitad del camino como estamos ahora. Es hora de una izquierda con resultados, desde las regiones. Contigo,… pic.twitter.com/GDkHhnVwkO
— Carlos Caicedo (@carlosecaicedo) December 23, 2025
Por esa razón, no participaremos en consultas diseñadas para silenciar voces críticas o maquillar errores. No fuimos elegidos para callar. Fuimos elegidos para decir la verdad y ofrecer un camino distinto. Venimos de gobernar. Venimos de ejecutar. Venimos de transformar realidades. Nuestra propuesta no es testimonial ni teórica: es un modelo probado de gobierno que demostró que el Estado sí puede funcionar cuando hay carácter, planificación y orientación a resultados.
Colombia tiene hoy la oportunidad de elegir directamente un proyecto claro: una izquierda con resultados, que gobierna sin excusas y sin improvisaciones. Un proyecto que entiende que el centralismo ha asfixiado a las regiones y que el desarrollo solo llega cuando las decisiones se toman cerca de la gente. Proponemos un país donde los territorios tengan poder real, donde se reconozca la diversidad regional y donde las regiones dejen de ser espectadoras para convertirse en protagonistas.
Por todo lo anterior, he decidido presentarme a la Presidencia de la República el próximo 31 de mayo, con una propuesta de izquierda independiente, que nace en los territorios y está al servicio del pueblo. Este es un proyecto para la juventud que se niega a aceptar un futuro de precariedad; para las mujeres que sostienen la vida y exigen igualdad real; para los trabajadores y campesinos que producen la riqueza del país; para los servidores públicos honestos; y para todos aquellos que creen que Colombia puede y debe gobernarse mejor.
Es un proyecto contra la violencia, contra la desigualdad, contra el centralismo y contra el engaño político. En 2026, Colombia tendrá una decisión clara: volver al pasado, quedarse atrapada en la transición o empezar, por fin, a gobernarse en serio, desde las regiones y para la gente. El cambio no se abandona. El cambio se retoma con más fuerza, con más experiencia y con más resultados.
Invitamos a quienes creen en una Colombia más justa, democrática y eficaz a ser parte de esta nueva etapa. El sueño continúa. Contigo, hasta la victoria.
carloscastaneda@prensamercosur.org
