Colombia | Catatumbo resiste y protege a su niñez: Bienestar Familiar consolida presencia territorial y recibe reconocimiento histórico por su labor humanitaria

Imagen ICBF
En uno de los territorios más golpeados por la violencia y el abandono histórico en Colombia, el Catatumbo volvió a demostrar que la protección de la vida y la niñez es posible cuando el Estado, las comunidades y las organizaciones trabajan de manera articulada. En Ocaña, Bienestar Familiar lideró el Encuentro Territorial “Catatumbo Nadie Lo Tumba”, un espacio que reunió a habitantes del territorio, autoridades locales y aliados institucionales para visibilizar los avances logrados en la protección integral de niñas, niños y adolescentes en medio de una de las crisis humanitarias más complejas de los últimos años.
El encuentro no solo permitió hacer un balance de las acciones desplegadas durante la emergencia iniciada en enero, sino que reafirmó la presencia permanente de la entidad en el territorio, más allá de la atención inmediata. Bienestar Familiar ha mantenido una labor constante en los momentos más críticos, activando rutas de protección, brindando acompañamiento psicosocial y atendiendo a familias afectadas por desplazamientos forzados y confinamientos derivados del conflicto armado.
Durante la jornada, la directora general de Bienestar Familiar, Astrid Cáceres, reiteró un mensaje contundente: la niñez y la adolescencia deben quedar fuera de la guerra. En ese contexto, anunció que en lo corrido del año se ha atendido a 370 niñas, niños y adolescentes desvinculados de grupos armados ilegales, una cifra que evidencia la dimensión del conflicto sobre la infancia. Norte de Santander lidera los registros a nivel nacional, seguido por Cauca y Huila, lo que reafirma la urgencia de una respuesta integral y sostenida. “La guerra no puede seguir arrebatándoles la infancia. Nuestra obligación es protegerlos y garantizar el restablecimiento pleno de sus derechos”, afirmó.
El impacto humanitario de los enfrentamientos en la región ha sido profundo. Más de 68.000 personas se han visto obligadas a desplazarse, lo que llevó a la entidad a fortalecer su respuesta en seguridad alimentaria para prevenir la desnutrición infantil. Como parte de esta estrategia, se entregaron más de 7.400 canastas alimentarias, más de 77.000 raciones de comida caliente y 117 toneladas de Bienestarina, priorizando a las familias más vulnerables.
Uno de los avances más significativos fue la creación de 12 Unidades de Apoyo Local, un modelo de atención móvil único en el país que hoy opera en 13 municipios del Catatumbo, garantizando acompañamiento directo, orientación y activación inmediata de rutas de protección. En primera infancia, la inversión superó los 215.000 millones de pesos, lo que permitió ampliar programas de atención, habilitar 2.400 nuevos cupos y entregar más de 800 kits pedagógicos orientados a promover entornos protectores y de paz.
El trabajo comunitario también ocupó un lugar central. A través de la Mochila Catatumbera, se impulsaron procesos artísticos, culturales y de memoria para la paz en articulación con Juntas de Acción Comunal y organizaciones sociales, fortaleciendo el tejido social y la identidad territorial. De igual manera, los servicios de acompañamiento familiar han permitido atender a más de 9.400 familias mediante estrategias construidas con organizaciones del propio territorio, reconociendo la diversidad cultural y las dinámicas comunitarias.
A estas acciones se suma la campaña “Aquí Crece la Generación para la Paz”, que ha involucrado a 775 niñas, niños y adolescentes en instituciones educativas y espacios comunitarios, consolidando escenarios de participación, prevención y construcción de futuro.
Un aspecto destacado de la estrategia ha sido la vinculación de profesionales del mismo territorio para la implementación de los servicios, lo que ha fortalecido las capacidades locales, dinamizado la economía comunitaria y permitido respuestas más cercanas y contextualizadas frente al riesgo.
Otro hito relevante fue la consolidación de la apertura del Hogar de Paso de Ocaña, un espacio protector destinado a la atención inmediata de menores en riesgo, construido en alianza con la Diócesis de Ocaña, UNICEF y la Corporación CIDEMOS. Este lugar se proyecta como una pieza clave para fortalecer el restablecimiento de derechos y la respuesta institucional en situaciones de emergencia.
El reconocimiento del territorio no se hizo esperar. Durante el encuentro, la Gestora Social y el alcalde de Ocaña destacaron públicamente el liderazgo de Bienestar Familiar y el trabajo articulado desarrollado en medio de la crisis humanitaria. Como símbolo de este respaldo, Astrid Cáceres recibió la Medalla Leonelda Hernández y la Gran Orden de Ocaña, distinciones que exaltan su compromiso con la protección de la niñez y las familias del Catatumbo. La directora dedicó el homenaje a las comunidades, resaltando su resiliencia y el esfuerzo colectivo que ha permitido avanzar incluso en los momentos más difíciles.
La experiencia presentada en Ocaña se conecta con una visión más amplia de transformación territorial: un Catatumbo que deje atrás la guerra y avance hacia la paz, la dignidad y las oportunidades, con la vida en el centro de todas las decisiones. El encuentro reafirmó que la resiliencia comunitaria es el motor de cualquier cambio profundo y sostenible.
Bienestar Familiar continúa su misión en el territorio con una convicción clara: proteger, acompañar, activar rutas y devolver esperanza. Cada acción, cada hogar habilitado y cada articulación con los gobiernos locales representa un paso concreto hacia el cumplimiento de una promesa colectiva.
Porque el compromiso con el Catatumbo no es solo institucional, es un compromiso de país: llegar hasta el último rincón, permanecer el tiempo que sea necesario y hacerlo de la mano de las comunidades, para que la niñez crezca en paz y las familias vivan con dignidad.
