
La cultura ya no es cosa de hombres. Durante siglos, ellos ocupaban los espacios de ocio y creación —los cafés, las tertulias, los estudios, las academias— mientras a las mujeres se las empujaba a lo doméstico. Hoy el paisaje es completamente distinto: las mujeres se han convertido en las protagonistas de la vida cultural.
Los datos son contundentes: prácticamente todos los indicadores culturales revelan una participación femenina mayoritaria (y más constante). Según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2024-2025, elaborada por el Ministerio de Cultura y el INE, las mujeres no solo leen más —el 71,7% frente al 59% de los hombres—. también pintan y dibujan con mayor frecuencia, acuden más a museos, exposiciones y galerías de arte, y participan más en teatro, baile o danza, tanto como creadoras como espectadoras. Incluso en los conciertos —de música clásica y actual— su presencia es más alta.
Este fenómeno también se extiende al plano económico: las mujeres gastan más. Según un informe del Ministerio de Cultura de 2024, “el gasto medio por persona vinculado a la cultura en los hogares donde el sustentador principal era una mujer” fue de 312 euros, mientras que cuando era un hombre, el gasto bajó a los 289,1 euros.
¿A qué se debe esta diferencia?
Al observar que las mujeres encabezan la mayoría de indicadores culturales, surge la pregunta: ¿por qué?
Las sociólogas y expertas en literatura no se sorprenden ante estas estadísticas, y tienen claro que no es algo nuevo. Asunción Castro Díez, profesora titular en la Facultad de Letras de Ciudad Real de la Universidad de Castilla-La Mancha, sostiene: “En realidad, las mujeres han leído siempre más que los hombres (que tenían otras ocupaciones), no es algo de nuestros tiempos. Hay estudios sobrados que muestran que las mujeres burguesas del siglo XIX, que tenían una formación culta y mucho tiempo de ocio, fueron las máximas consumidoras de literatura de ficción”.
Aún así, no existe una explicación fácil para este fenómeno. Maria Lasanta Palacios, socióloga de la Universidad de La Rioja, apunta a que “este es un proceso histórico de largo alcance” en el que han influido muchos factores. En primer lugar, menciona la educación. Según los diferentes estudios, existe una relación directa entre el consumo cultural y la formación: a mayor nivel de estudios, más participación cultural.

La brecha también se da en la música.
Este punto resulta clave si se mira la evolución reciente. La incorporación masiva de las mujeres a la educación superior durante las últimas décadas ha transformado por completo el panorama. Hoy ellas son mayoría en la universidad —representan el 56,5% de los matriculados, llegando a ser el 60,1% del alumnado que acaba los estudios— y dominan con claridad las titulaciones de humanidades y ciencias sociales, aunque siguen infrarrepresentadas en ingenierías y carreras técnicas. Esta presencia sostenida en ámbitos académicos ligados a la cultura ha reforzado, según Lasanta, un hábito de lectura, análisis y consumo cultural mucho más arraigado.
Sin embargo, el hábito lector —así como el interés por el cine, los museos o el teatro— se cultiva en la infancia, por lo que la socialización tiene mucho que ver. Lasanta Palacios recalca que “las mujeres no leen más solo porque hoy están escolarizadas”, sino porque desde niñas “se las socializa con mayor intensidad en prácticas culturales que desde la escuela se consideran legítimas, como la lectura, la imaginación, el trabajo emocional, la expresión verbal…”.
Coincide la profesora titular de Sociología de la Universidad de Murcia, Cristina Guirao Mirón, en que la socialización no es neutra: “Es más común que la mujer sea educada desde niña en actividades relacionadas con las artes, la escritura, la lectura… todo con un marcado carácter emocional y tranquilo, más de interior. Esto se reproduce luego en las prácticas culturales que dominan las mujeres, como leer o acudir a museos”.
De esta manera, y como explica Lasanta Palacios, “el nivel educativo amplifica disposiciones previas”, pero no las crea.
¿Hay cultura “de mujeres” y “de hombres”?
Las cifras invitan a reflexionar. Aunque los hombres consuman menos cultura que las mujeres, no quiere decir que no lo hagan, pero sí muestran unas preferencias más marcadas. Se observa por ejemplo en la elección de las lecturas. Un estudio de la Fundación Premio de Mujeres (WPT) realizado en 2023 muestra que, si bien las mujeres compran libros de autores tanto femeninos como masculinos por igual, los hombres prefieren autores masculinos.
Entre los testimonios recogidos por Xataka —personas que aceptaron hablar pero quieren mantener parte de su identidad en reserva— destacan lectores habituales como Alex —de 30 años—, o Jorge —de 26—, que reconocen no fijarse en si los libros que compran o leen están escritos por hombres o mujeres. Contrasta con Irene, también lectora habitual, que comenta orgullosa cómo su estantería “está llena de libros con nombre de mujer”.
Guirao Mirón señala cómo las mujeres han sido “enseñadas” a leer y consumir obras muy variadas. Han aprendido a disfrutar con todo tipo de representaciones culturales, por mucho que fueran clasificadas como “masculinas”. Sin embargo, como explica la socióloga, los hombres, debido a modelos de masculinidad arraigados, muestran una menor apertura a experiencias que no son las suyas; por eso les cuesta leer historias “escritas por mujeres que reflejen la experiencia femenina”.

(Yaroslava Holiachenko/Unsplash)
Según diversos estudios, las mujeres suelen mostrar mayor interés por la novela romántica, el misterio o la fantasía, mientras que los hombres se inclinan hacia aventuras, terror, ciencia ficción o historia. Para la experta en literatura Castro Díez esto quizá se puede explicar por la perpetuación de estereotipos: “Los libros de mujeres se identifican con lo sentimental, lo emocional, lo doméstico, por tanto, sin interés para hombres”, aunque recuerda que siempre “depende de la construcción mental de cada individuo”.
Esta división también se percibe en las librerías. José Miguel, que ha estado 33 años al frente de una papelería-librería en Zaragoza, señala que los lectores masculinos tienden a elegir novela policíaca o histórica, mientras que muchas lectoras se decantan por libros de autoayuda. Sin embargo, siempre hay excepciones a estos patrones. Alex, por ejemplo, lee algunos libros de autoayuda; Sofía, de 18 años, es apasionada de la fantasía y de los libros históricos, pero evita la novela romántica; Irene, por su parte, tampoco se siente atraída por el género romántico ni por la autoayuda.
¿En qué ocupan ellos su tiempo?
Los datos muestran que, incluso dentro de las actividades culturales, hombres y mujeres se mueven de forma distinta. Ellos visitan más monumentos o yacimientos arqueológicos, escuchan música con mayor frecuencia o tocan más instrumentos. Pero una de las mayores brechas aparece en el ocio digital: un 27,3% de los hombres juega a videojuegos al menos una vez al mes, frente al 11,8% de las mujeres.
Aun así, las diferencias no se explican solo por el tipo de cultura que consumen, sino también por lo que hacen cuando no la consumen. Al preguntarles por qué no leen, no van al teatro o no frecuentan museos, ellas suelen mencionar (y lamentar) la falta de tiempo. Ellos, en cambio, aluden más a una preferencia por “otros entretenimientos”.
¿Y cuáles son esos otros entretenimientos? La socióloga Guirao Mirón señala que muchos jóvenes se están alejando del teatro, la literatura o los espectáculos en vivo —por ejemplo, aunque ellos escuchan más música, son ellas quienes acuden a más conciertos—, para volcarse en pantallas. Es, dice, “una forma de ocio más privada, menos presencial, que no siempre aparece reflejada en las estadísticas culturales tradicionales”. A esto añade Lasanta Palacios, también socióloga, que durante la adolescencia muchos chicos se orientan hacia actividades más físicas o tecnológicas, desvinculándose de otras como la lectura.
A este giro se suma un fenómeno claro: el deporte se ha convertido en uno de los grandes espacios de socialización masculina. Según la última Encuesta de Hábitos Deportivos en España (2022), los hombres siguen practicando deporte más que las mujeres —63,1% frente al 51,8% anual—, una diferencia que arranca en la adolescencia: el 73,5% de ellos empezó a hacer deporte antes de los 15 años, frente al 55,3% de ellas.

(Mina Rad/Unsplash)
También difieren las disciplinas: ellos dominan en fútbol, ciclismo, musculación o pádel —mientras ellas destacan más en gimnasia y natación— y son mayoría entre la población socia o abonada de clubes deportivos, un 16,9% frente al 10,9% en mujeres. Este patrón se refleja en el auge de gimnasios y de modalidades como el crossfit o Hyrox, muy asociadas a referentes masculinos y que consolidan el gimnasio como un espacio de ocio y socialización especialmente masculino —aunque con cada vez más presencia femenina—.
Ir al gimnasio (o practicar algún deporte) y los videojuegos son centrales en la vida de Dani —que reconoce no leer nunca—, pero también en la de Jorge o Alex —que se consideran lectores habituales—. Jorge reconoce que sí le atrae ir a museos o alguna vez al cine, pero que su ocio cultural se concentra en casa: videojuegos, escuchar música, leer, ver series…
Este caso encaja con el análisis de Guirao Mirón, que se pregunta si, en vez de reemplazar la cultura por otras prácticas, el ocio masculino ocurre más en casa —en plataformas de streaming o escuchando música— y no se ve tan reflejado en las estadísticas de asistencia a eventos culturales. No es que no consuman cultura, sino que parecen hacerlo de otra manera: más digital, más doméstica y más ligada a actividades tecnológicas, mientras que los espacios culturales presenciales siguen siendo frecuentados mayoritariamente por mujeres.
Brecha de edad y nuevas formas de cultura
Irene, Sofía, Jorge, Dani y Alex coinciden en que, en sus entornos de amistad y familiares, las mujeres leen más que los hombres. Pero, para ellos, esa es casi la única actividad en la que perciben una diferencia clara. Cuando hablan de teatro, museos o espectáculos, no identifican que haya prácticas más comunes entre hombres o mujeres, sino más bien una brecha generacional. “Cuando voy al teatro soy yo la persona más joven que está en la sala. Ese tipo de eventos los consume mucho más la gente mayor”, explica Irene.
Coincide con ella Sofía, a quien no le atrae “ir al teatro a ver Romeo y Julieta”, mientras que a sus padres sí: “Creo que depende de la generación, no creo que tenga tanto que ver con el sexo”.
Sin embargo, los datos no coinciden del todo con esta percepción. Según el Ministerio de Cultura, los jóvenes presentan las tasas más altas de participación cultural en prácticamente todos los ámbitos: visitan más museos y monumentos, asisten más a espectáculos escénicos o musicales, usan más las bibliotecas y leen más. De hecho, los datos recogidos en 2025 son los mejores desde que se iniciaron los estudios de hábitos culturales en 2002-2003.
¿Cómo se explica entonces que los jóvenes se perciban a sí mismos como menos presentes en los espacios culturales? Una parte de la respuesta está donde ellos mismos sitúan su vida cultural: en lo digital. El 74% de la población cuenta con alguna suscripción a plataformas de contenidos —lo que representa un aumento de casi 15 puntos respecto a 2021-2022— y entre la gente joven este consumo es prácticamente universal.

(ANOOF C/Unslpash)
El uso de “dispositivos como medio de acceso a la cultura” es ya la norma: la mayoría escucha música en Internet o en el móvil, un 21% ve la televisión directamente online y las visitas virtuales a museos o monumentos crecen cada año. También aparecen nuevas prácticas: un 14,7% escucha podcasts, casi uno de cada tres ve conciertos en streaming y más de uno de cada diez ha visto artes escénicas online.
Esto obliga a ensanchar la definición convencional de cultura, según Guirao Mirón. Muchos consumos juveniles quedan fuera de las estadísticas tradicionales —o de lo que se considera normalmente como cultura— y generan la sensación de que su participación es menor de lo que realmente es. “Ver un vídeo de YouTube sobre el análisis de un libro también es cultura; los últimos videoclips de Rosalía son cultura 100%”, plantea. Y añade que, si se quiere entender la relación de los jóvenes con la cultura, es necesario integrar y contemplar en los análisis este tipo de prácticas.
Más que una brecha de participación, hay una brecha de definición: mientras la cultura presencial sigue asociada a públicos más adultos, la cultura cotidiana de los jóvenes se mueve en formatos que antes no se consideraban cultura… pero que lo son.
Imagen | Edward Cisneros, Halil Celik
.
Anabel Cuevas Vega
Fuente de esta noticia: https://www.xataka.com/literatura-comics-y-juegos/mujeres-leen-hombres-van-al-gimnasio-brecha-entretenimiento-se-esta-haciendo-cada-vez-grande
También estamos en Telegram como @prensamercosur, únete aquí: https://t.me/prensamercosur Mercosur
Recibe información al instante en tu celular. Únete al Canal del Diario Prensa Mercosur en WhatsApp a través del siguiente link: https://www.whatsapp.com/channel/0029VaNRx00ATRSnVrqEHu1W
