La Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai) registra 115 pueblos aislados en todo el país, pero el Estado brasileño solo confirma la existencia de 29 de estos grupos, ya que 86, el equivalente al 75%, aún están en fase de validación o en etapas anteriores de análisis.
«Existe un pasivo gigantesco respecto al reconocimiento de la existencia de estos pueblos aislados. Son registros que constan en la base de datos de la Funai, pero no han sido confirmados por el Estado. Esto es muy grave», afirma el antropólogo y coordinador ejecutivo del Observatorio de Pueblos Indígenas Aislados (OPI), Fábio Ribeiro.
Un estudio de la organización no gubernamental Survival International señala que en todo el mundo existen 196 pueblos indígenas aislados. Brasil está a la cabeza de la clasificación, con 115 de ellos. Para Fábio Ribeiro, sin embargo, la brecha entre registros y confirmaciones aumenta la vulnerabilidad de los indígenas.
«Sabemos que la política de protección de estos territorios llega en la medida en que la Funai consigue generar pruebas suficientes para decir ‘hay un pueblo indígena aislado allí, necesitamos proteger ese territorio'», explica Fábio Ribeiro, quien antes de coordinar la OPI, fue funcionario de la Funai.
Entre las políticas de protección, él menciona la construcción de puestos y bases de vigilancia en lugares estratégicos, sobrevuelos, articulaciones institucionales y la presencia de la propia Funai y de la Secretaría de Salud Indígena (Sesai).
El coordinador general de Pueblos Aislados y de Reciente Contacto en la Funai, Marco Aurélio Milken Tosta, reconoce la brecha. «Hay sí un pasivo del Estado brasileño respecto a estos registros. Hay registros que necesitan ser trabajados y las limitaciones institucionales hacen que no logremos trabajar con todos los registros que necesitamos trabajar».
Valle del Javarí
En Brasil, el Valle del Javarí, donde trabajaba el indigenista Bruno Pereira, asesinado junto con el periodista británico Dom Philips en 2022, concentra la mayor parte de los pueblos indígenas aislados del país, además de las fronteras con Perú y las Guayanas.
Fábio Ribeiro advierte que, sin embargo, «los pueblos aislados más vulnerables no son estos, porque estos todavía viven en áreas continuas de selvas monumentales».
«Los más vulnerables son los pueblos que viven en el Arco de la Deforestación, porque esos territorios ya han sido totalmente fragmentados, viven en islas de selva. Esta gente vive rodeada por carreteras, emprendimientos, minería, ciudades, autopistas, haciendas, proyectos de concesión forestal. Es una situación muy complicada», afirma.
Para Aurélio Milken, director de la Funai, «la presión sobre los territorios ocupados por pueblos aislados aumentará exponencialmente teniendo en cuenta la alteración climática y también el avance de los frentes de explotación, porque estos pueblos están en los últimos reductos de recursos naturales».
Cuando Milken habla de recursos definitivos no es cualquier cosa. Un estudio del noticiero Repórter Brasil, de la Empresa Brasil de Comunicação (EBC), muestra que de los 55 registros de pueblos aislados ya confirmados o en estudio, el 80% están rodeados por solicitudes de autorización para la minería de tierras raras y minerales críticos.
«La institución [Funai] necesita estar fortalecida y preparada para enfrentar el aumento de estos desafíos», defiende.
Pueblos aislados
Los pueblos aislados son grupos que saben de la existencia de otros pueblos, indígenas o no indígenas, y optan por el aislamiento, generalmente, debido a experiencias de extrema violencia.
«No aceptan una relación permanente con el Estado brasileño. Por varias razones, pero principalmente porque son sobrevivientes de masacres, persecuciones, matanzas. Es decir, el aislamiento está estrictamente ligado a la idea del genocidio», explica Fábio Ribeiro.
Por eso también, la confirmación de la existencia de pueblos aislados es un proceso complejo. Como el principio es el de no-contacto, esta confirmación suele hacerse a través de evidencias como la presencia de refugios, cultivos, herramientas, huellas en senderos, avistamientos visuales y, con suerte, registro de imágenes.
«Es muy asimétrica la carga probatoria entre demarcar una tierra y liberar esa tierra para un emprendimiento. Si por un lado, se exige que la Funai casi tome una foto junto a los indígenas aislados para probar que existen, basta un despacho afirmando que en determinado lugar no hay indígenas aislados para que esa tierra sea liberada para emprendimientos», explica Fábio Ribeiro.
«Hay una cuestión de experiencia, de formación, que requiere esa capacidad de lectura de los vestigios de los indígenas aislados y también las condiciones físicas para un desplazamiento terrestre que es extenuante», dice Aurélio Milken, para explicar por qué el mayor desafío en el trabajo con pueblos aislados no radica solo en la restricción presupuestaria, sino principalmente en la formación de profesionales habilitados para la actividad.
«Estamos hablando de expediciones, monitoreos, desplazamientos terrestres, durante muchos días en régimen de selva, régimen de bosque, sin acceso a ningún tipo de comodidad, y enfrentando las más diversas dificultades logísticas y también los peligros inherentes a este tipo de actividad dentro de la selva».
Hoy, la Funai cuenta con 12 equipos de campo de frente de protección etnoambiental, pero, según Aurélio Milken, no todos los profesionales tienen condiciones de ejecutar actividades junto a pueblos aislados.
Milken informa que, en este momento, la Funai está en proceso de contratación de 1.000 servidores temporales. La promesa es que la mayoría de los contratos será de servidores indígenas. En la primera edición del Concurso Nacional Unificado (CNU), en 2024, se ofrecieron 502 vacantes en la Funai para cargos de nivel medio y superior.
Fuente de esta noticia: https://agenciabrasil.ebc.com.br/es/direitos-humanos/noticia/2025-12/brasil-es-lider-en-pueblos-aislados-pero-hay-brechas-en-la-proteccion
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