
Un reciente estudio sobre hábitos digitales en América Latina y el Caribe muestra que, a pesar de que la mayoría de los usuarios se siente cada vez más cómoda operando en línea, el temor a las estafas continúa creciendo. La investigación revela que ocho de cada diez personas (80%) afirman dominar el uso de plataformas digitales, pero casi la mitad (47%) considera que el fraude y las estafas constituyen hoy su mayor frustración lo que resalta una tensión crítica entre la confianza y la cautela en una era de creciente inclusión financiera.
La encuesta regional sobre ciberseguridad encargada por Mastercard identifica una realidad que también se observa en Paraguay: las estafas tradicionales, lejos de desaparecer, siguen siendo la principal vía utilizada por los delincuentes. Las llamadas telefónicas que buscan obtener datos personales y las maniobras de suplantación de identidad —como perfiles falsos en redes sociales o enlaces engañosos enviados por correo o mensajería— continúan encabezando el ranking de fraudes más frecuentes. A esto se suma la inquietud en ascenso sobre los engaños potenciados por inteligencia artificial, como la clonación de voz o los deepfakes, que ya preocupan a un porcentaje significativo de los usuarios de la región.
Según la misma encuesta, a nivel regional las tarjetas de crédito (84%) y débito (89%) continúan liderando el uso cotidiano mientras que las transferencias en tiempo real (79%) y las billeteras digitales (74%) crecen con rapidez gracias a la velocidad y conveniencia para los consumidores.
El contexto paraguayo refleja esta misma dinámica. Aunque los usuarios están cada vez más familiarizados con el entorno digital, persisten brechas importantes en materia de educación, prevención y mecanismos de protección, lo que permite que las estafas tradicionales sigan siendo efectivas.
La confianza en las instituciones financieras se mantiene como un factor decisivo. Los consumidores depositan sus mayores niveles de confianza en bancos y redes de pago, pero esa confianza depende de la disponibilidad de herramientas concretas como alertas proactivas, monitoreo de movimientos, políticas claras de reembolso ante fraudes, métodos de autenticación más robustos como la biometría o las claves sin contraseña.
En última instancia, la investigación sugiere que el desafío de la región no es únicamente tecnológico, sino social y cultural. La digitalización avanza con fuerza, pero los riesgos crecen al mismo ritmo. La oportunidad está en fortalecer la confianza del usuario mediante herramientas más intuitivas, procesos de prevención visibles y estrategias educativas capaces de desactivar las estafas tradicionales antes de que se concreten.
