
La Alhambra fue una auténtica ciudad palaciega y fortificada e independiente de la ciudad de Granada, construida por los sultanes nazaríes. La Alhambra de Granada es uno de los «lugares comunes» más apreciados, a menudo a la cabeza de la jerarquía de los monumentos más visitados de España. Es casi inconcebible visitar España sin hacer una parada en La Alhambra.
La Alhambra, la ciudadela roja, conservada casi intacta de este periodo, representa realmente solo la etapa última y definitiva de este notable florecimiento del arte de la construcción en Al-Ándalus. Es su consagración y su joya, que sigue ejerciendo un encanto sin igual sobre las inmensas multitudes de visitantes fascinados por los encantos de la ornamentación, la omnipresencia de la policromía, los interminables arabescos de azulejos y estucos. Sin embargo, el icono que buscan los visitantes de hoy en día no es un producto fabricado para la cultura de masas, ya que su fama tiene sus raíces míticas en un pasado muy lejano: El mito de Al-Ándalus.
Este mito moderno evocado por Jacques Berque, símbolo idealizado de un diálogo indiscutible y de una convivencia entre las tres comunidades islámica, judía y cristiana: las Andalusias plurales, esas tres hijas de Abraham, como repetía Massignon, que vivieron allí en relativa paz durante muchos siglos.
Es fascinante contemplar la profunda unión entre poesía y arquitectura con la que se diseñaron y construyeron los palacios de la Alhambra, en los que los programas de construcción incorporan poemas específicos que describen, simbolizan y dan sentido a los edificios. De hecho, la ciudad palaciega, con más de treinta poemas aún legibles en sus muros, es decir, aproximadamente la mitad de los que fueron grabados en ella, es el monumento más versificado de la arquitectura islámica de Al-Ándalus.
Incluye una amplia combinación de inscripciones votivas, oraciones jaculatorias de alabanza a Dios y sus atributos, fragmentos del Corán, fórmulas piadosas en honor al profeta y algunas máximas. Un conjunto de gran riqueza, belleza y elegancia mágica, cuyo equivalente solo se encuentra en Las mil y una noches.
La estética de la Alhambra reside en el contraste entre su sobriedad exterior y la abundancia de su decoración interior, caracterizada por caligramas, cerámicas resplandecientes y almocarabes (muqarnas). Los espacios se ven realzados por la presencia del agua, a través de fuentes y arroyos, así como por los jardines, que crean una atmósfera paradisíaca. Este arte está intrínsecamente ligado al uso de la luz y el agua, con juegos de luces, microclimas refrescantes y una ingeniosa arquitectura bioclimática: (El Generalife), paraíso del arquitecto, jardín de recreo utilizado también para la explotación agrícola, la relación entre este huerto y la Alhambra siempre ha sido estrecha, el destino de uno está íntimamente ligado al destino del otro.


Elementos de la estética de La Alhambra
Contraste exterior/interior: La sencillez de las paredes exteriores contrasta con la explosión de detalles en el interior, donde las paredes están cubiertas de esculturas en relieve, cerámicas y caligrafías.
Ornamentación detallada: Las paredes están decoradas con estuco, mosaicos y caligrafía, a menudo poemas o versículos del Corán, creando un efecto visual basado en caligramas.
La Alhambra es, por lo tanto, una experiencia sensorial completa, que combina arquitectura e ingeniería para crear un lugar de notable belleza y profundidad espiritual. El arte nazarí es un estilo que ha sabido combinar ingeniosas técnicas de construcción de carácter funcional con una riqueza ornamental sin igual. Una ornamentación basada en el uso de motivos generadores de equilibrio y armonía que supo llevar el arte islámico a su máxima expresión, creando un estilo de gran belleza cargado de simbolismo, que ha suscitado admiración durante siglos y hasta nuestros días. La Alhambra es un poema ornamental.
La Alhambra constituye la colección de poesía mural en árabe más importante que se conoce. Las odas esculpidas conservadas o desaparecidas confieren al monumento un carácter excepcional. Las paredes de la Alhambra están repletas de decoraciones caligráficas, escrituras cursivas y cúficas con frases como «Solo Dios es vencedor» y poemas escritos por tres poetas de la corte de Granada, Ibn al-Yayyab (1274-1349), Ibn al-Jatib (1313-1375) e Ibn Zamrak (1333-1393), que fueron secretarios de la cancillería real y primeros ministros.
Edgar Quinet veía en la Alhambra una «palabra esculpida en la arquitectura», una manifestación arquitectónica del pensamiento divino. Esta percepción de la Alhambra se integra en su evolución poética y religiosa, en la que el monumento granadino se convierte en una especie de libro del Eterno. Su obra literaria, al igual que la contemplación de la Alhambra, está fuertemente influenciada por su pensamiento religioso, lo que convierte este lugar en una importante fuente de inspiración para su concepción poética. La Alhambra como arquitectura-libro.
Su análisis de la Alhambra muestra una fuerte conexión entre la historia, la religión y la poesía, lo que convierte a este monumento en un arte de alabanza. Por definición, el arte musulmán es no figurativo por decreto divino. Dios es el creador por excelencia. La idea o la visión de la belleza sigue estando ligada entre los musulmanes al taçbih, la alabanza o simplemente la invocación a Dios. El islam conoce la prueba estética de Dios y todo el arte ornamental musulmán es una vasta alabanza multiforme que, haciéndose eco de la palabra escrita, atestigua, a través de su propia multiplicidad, la permanencia de Dios frente a la evanescencia del mundo, la unicidad de Dios frente a la pluralidad del mundo.
Para Quinet, la Alhambra no es solo un monumento, sino una forma de arquitectura que transmite un mensaje divino. La vista de la Alhambra se compara con el descubrimiento de una palabra esculpida, una manifestación de la presencia del Eterno. La Alhambra desempeña un papel importante en la concepción poética de Quinet, especialmente en lo que respecta a su evolución e integración en su pensamiento religioso. En su obra literaria, como en el libro de poesía Merlin l’Enchanteur (1878), la Alhambra aparece como una fuente de inspiración que da testimonio de la profundidad de su pensamiento. La percepción de la Alhambra por parte de Quinet se inscribe en una corriente literaria y filosófica del siglo XIX, caracterizada por la búsqueda del sentido y lo sagrado en el mundo.
La Alhambra es el escenario principal del gran poema de Louis Aragon «Le Fou d’Elsa», que la evoca como un lugar emblemático del mestizaje cultural y un símbolo de un pasado glorioso. Aunque Aragon se inspiró en la historia árabe de Al-Ándalus para este poema, la Alhambra también representa un refugio poético para el amor con Elsa Triolet, la musa del poeta. No es solo un monumento, sino un espacio de conciencia histórica y nostalgia, que mezcla el pasado, el presente y el futuro, así como la búsqueda del amor eterno. El poema está estructurado como un viaje a través del espacio andalusi, y la Alhambra es el corazón de este periplo, el lugar donde el poeta Medjnoûn (el Loco) reflexiona sobre los temas del tiempo, el amor y la condición humana, mezclando épocas y espacios: El monumento conecta diferentes épocas y culturas. Es el lugar donde el pasado (la historia de Granada) se mezcla con la actualidad del poeta, y donde el espacio geográfico de Granada se convierte en un lugar de conciencia poética. La Alhambra sirve de telón de fondo a la búsqueda del loco, personaje inspirado en el mito árabe de Qays y Layla, la historia del «loco de Leïla», este personaje mítico busca la belleza absoluta y la divinidad a través de su amor, que se encarna en la figura de Elsa, musa y amor del poeta.
La afirmación de que la Alhambra es un «poema ornamental» es una metáfora muy acertada y ampliamente utilizada para describir la fortaleza-palacio de Granada. Hace referencia a la forma en que el arte, la poesía, la arquitectura y la naturaleza se funden en una sola obra de arte armoniosa. Esta idea se refleja en varios aspectos de los palacios nazaríes.
La poesía no solo está inscrita, sino integrada en la propia arquitectura. Los versos suelen describir el edificio que los contiene, creando un diálogo entre el objeto y su representación. Los motivos caligráficos se funden con los elementos vegetales y geométricos de la decoración en estuco, lo que dificulta distinguir la decoración de la poesía. Así, la palabra se convierte en construcción, es un libro de piedra.
La Alhambra es un «poema ornamental», ya que toda su decoración, incluyendo la caligrafía, la escultura y la arquitectura, está concebida como un poema que celebra la grandeza de Dios y de la dinastía nazarí. Las paredes y los techos están cubiertos de poemas grabados en árabe fusha o clásico que se integran en la ornamentación y el simbolismo del lugar, convirtiendo cada estancia en una composición artística que exalta tanto la belleza del lugar como el poder de los soberanos. Los poemas están esculpidos directamente en las paredes, creando una poesía visual que complementa los elementos decorativos. La poesía se convierte en parte integrante de la estructura imaginaria de los palacios nazaríes, dando forma a una dinastía y a un mito.

Redacción
Fuente de esta noticia: https://urbanbeatcontenidos.es/la-alhambra/
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