

En conmemoración del Día Mundial del Suelo, los agrónomos, técnicos, productores e investigadores más salientes del sector se reunieron a ensayar respuestas al debate sobre el uso y conservación de este recurso finito, sobre el que se sustenta no menos del 95% de la alimentación global.
Generalmente, cada 5 de diciembre, se suelen celebrar citas de esas características. La de este año, impulsada por el INTA, Fertilizar, la Asociación Argentina Ciencia del Suelo y el Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica (CPIA) dedicó uno de sus paneles a hacer una mirada introspectiva dentro del sector.
Es decir que los mismos agrónomos y cientistas ambientales reflexionaron sobre el rol que le cabe a su actividad en un contexto complejo en términos de uso de recursos, pero a la vez favorable en lo que respecta a oportunidades de trabajo y líneas de investigación. La maquinaria dejó ver sus engranajes, y los profesionales hablaron de formación universitaria, responsabilidades y el diferencial que pueden ofrecer.
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Puede que hace 100 años atrás, cuando la profesión daba sus primeros pasos, pensar al suelo desde la nutrición y por fuera de lo meramente productivo era inconcebible, pero no lo es hoy. De hecho, las principales advertencias que vierten los organismos mundiales es de qué modo la producción de alimentos podrá llenar las panzas los próximos 30 años, sin perder de vista que un tercio de las tierras globales sufre de degradación.
“Si algo está claro es que los suelos nos piden más agronomía y más gestión, y no hay nadie que pueda sintetizar o abordar esos desafíos como el profesional de las ciencias agrarias”, expresó el agrónomo Pablo Mercuri, investigador del INTA Castelar.
Por “desafíos”, Mercuri entiende alimentar a más de 8000 millones de personas sin perder de vista el “deber ético” de cuidar el medioambiente y sostener los suelos para las próximas generaciones.
¿Es realmente posible? El especialista no lo duda: si hay agronomía e investigación pública y de calidad, sí.
En el entrecruzamiento entre el enfoque productivo y el ambiental, el “deber ser” que Mercuri señala como propio de su profesión, se ubican organismos como el INTA. Desde allí, se trabaja en recopilar datos y generar el conocimiento aplicado que luego se desperdiga por todo el agro argentino.
Los 69 años, recién cumplidos, de ese instituto, se traducen en mapas, redes de ensayos, desarrollos tecnológicos, planes de manejo, genética y datos y conocimientos de todo tipo. Pero, así como el suelo es finito, también es en cierto punto inabarcable, y por eso el agrónomo también aprovechó la cita -y la atenta mirada del presidente Nicolás Bronzovich- para recordar que la entidad aún necesita más técnicos y más investigación abocada a ello.
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En particular, en lo que respecta a la reposición de nutrientes y la biología, ya que, asegura Mercuri, “si se busca una intensificación tiene que ser de manera inteligente”. Eso significa trabajando en la degradación del suelo y en su composición química, pero a la vez en conjunto con la amplia micro y macro fauna que lo habita.
“En el INTA tenemos referentes y generamos mucha información científica y recomendaciones, pero la demanda de bases de datos primarias del suelo es una constante”, puntualizó.

El paréntesis en su argumento le corresponde a Carina Alvarez, una especialista en la materia que se autodefine como “suelera” y que disertó en la jornada sobre el rol que le cabe a la educación superior en el cuidado de ese recurso.
En ese sentido, la profesora y secretaria académica de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) destacó el “valor de las aulas”, ya que allí no sólo se forman los futuros profesionales sino, a nivel más general, “la conciencia social sobre la importancia del suelo y el ambiente”.
Por ello, en el repaso que hizo por las currículas vigentes, celebró que hoy ese recurso sea un eje axial de los planes de estudio, y que, por fuera de la tradicional ingeniería agrónoma, se hayan creado otras carreras igual de relevantes. Un ejemplo concreto es la licenciatura en Ciencias Ambientales, lanzada en 2003, un siglo después de aquella base.
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La buena formación profesional de la que habla Álvarez es la que luego concreta los planes y líneas de trabajo que delimitó Mercuri. A fin de cuentas, el mundo productivo tiende a la intensificación, porque se necesitan más rendimientos y más recursos, pero eso necesita un entrecruzamiento con la agronomía, las buenas prácticas y, en definitiva, la ciencia.
“Por eso se necesitan cada vez más profesionales e investigación pública”, argumentó el especialista.
Lucas Torsiglieri
Fuente de esta noticia: https://bichosdecampo.com/agronomos-hablando-de-agronomia-ante-un-suelo-que-pide-auxilio-los-profesionales-muestran-sus-engranajes-y-aseguran-que-la-respuesta-esta-en-la-investigacion-y-formacion/
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