
Por una de esas casualidades que rara vez se presentan, una foto publicada el 21 de Octubre pasado en la que aparecían en el despacho oval de la Casa Blanca algunos funcionarios y asesores con incidencia en el gobierno Trump llamó la atención del equipo periodístico de la revista Cambio: Luego de un cuidadoso proceso de ampliación y edición de la fotografía se descubrió que incluía un fotomontaje que mostraba a Nicolás Maduro y a Gustavo Petro vestidos con overoles naranja de esos que los gringos utilizan para los sujetos que cumplen penas en sus prisiones.
Debajo de esa fotografía aparecía un listado de cinco puntos, de los cuales se han cumplido hasta el momento tres, los cuales, bajo la denominación´ de “doctrina Trump”, incluyen los siguientes pasos:
- Declarar ciertos cárteles como Organizaciones Terroristas Extranjeras.
- Apoyar a líderes pro-estadounidenses en América Latina.
- Imponer sanciones selectivas contra Petro, su familia y colaboradores.
- Combatir acciones corruptas y “antiestadounidenses”.
- Investigar exhaustivamente el financiamiento internacional de campañas políticas en Colombia, incluyendo la de Petro.
Los cuales evidentemente concluían con la detención y encarcelamiento de los dos líderes latinoamericanos mencionados arriba y, en la parte inferior del documento, el membrete de quien parece estar detrás de la campaña de descrédito y satanización de Maduro y de Petro, a quienes en últimas han señalado desde el gobierno gringo de narcotraficantes vinculados al mítico cartel de los soles: El senador republicano colombo americano Bernie Moreno, miembro de uno de los grupos económicos más importantes del país vinculado especialmente con la construcción, dueños de la constructora AMARILO y quienes, desde hace varios años mantienen una rencilla con el otrora senador Gustavo Petro, quien reveló sus vínculos non sanctus con el volteo de tierras y el lavado de activos.
La fotografía fue borrada al día siguiente de la página de la Casa Blanca, lo que algunos consideran una señal ominosa pues podría significar que se reveló sin querer la estrategia del gobierno Trump para defenestrar al gobierno progresista de Colombia y al gobierno bolivariano de Venezuela, situación a la que se ha referido abiertamente el señor Trump en varias ocasiones, en las que no ha dudado de involucrar, sin prueba alguna, a Gustavo Petro con el tráfico de alcaloides y amenazar con invadir tanto a Venezuela como a Colombia para, según él, destruir las plantaciones de coca y atacar de esa manera la producción y tráfico de cocaína hacia los EEUU.
En una entrevista que le hiciera Daniel Coronell al exembajador Whitaker le preguntó a éste de qué manera se podría desescalar el conflicto suscitado con la administración Trump, la respuesta de exfuncionario estadounidense no podía ser más precisa: Renunciar al proceso de Paz Total, reiniciar las fumigaciones con Glifosato, para él inocuas para los seres humanos y los animales, y, en general, someterse a los designios y estrategias dictadas desde Washington para combatir la producción y tráfico de cocaína y mariguana. Pero además sugirió que debíamos romper las relaciones comerciales con China y, en materia de intercambio comercial, limitarnos a hacer lo que nos diga EEUU.
Mejor dicho, si Petro quiere que lo saquen de la lista Clinton, que el gringo entre aspiración y aspiración y con la nariz cubierta de polvillo blanco le reconozca al país el esfuerzo y la vida de las víctimas de las balas de los asesinos que cuidan los cultivos con armas contrabandeadas desde los EEUU, que el ilustre bufón asesino lo deje de llamar narcotraficante y que los esfuerzos apátridas de Bernie Moreno y sus socios en Colombia en pos de la honra y la libertad de nuestro presidente no se vean coronados por el éxito, debe ponerle de tapete el país al gringo, debe renunciar a todo asomo de dignidad, de autonomía, de libertad y de orgullo patrio, reconocer que Colombia no es nuestra patria sino un simple patio de maniobras del embaucador Yankee, que no es un país soberano sino una discreta banana republiquita.
La suerte está echada, los EEUU y sus socios despliegan su poderosa armada en el Caribe, su infame narrativa en los medios, incluso en los medios arrodillados como El Tiempo, El Colombiano, El Espectador, Semana, Pulzo, entre otros y lanzan como misiles sobre inermes lanchas su retórica calumniosa y miserable con el fin de amedrentar más que convencer a los votantes para que cojan juicio y vuelvan a vender sus votos y/o elegir la opción de la derecha corrupta, abandonar la idea de que este es un país libre cuyo destino está en nuestras manos para que vuelvan los mismos y hagan la poda que cada cierto número de años la derecha hace asesinando unos cuantos miles de líderes y activistas progresistas, como lo hicieron los Gobiernos Betancur, Barco, Gaviria y Uribe con las más de seis mil víctimas de la Unión Patriótica, Uribe con los más de 6402 muchachos pobres y desempleados que infames uniformados reclutaron para cambiar sus vidas por pollos asados, comida chatarra, permisos y medallas de latón, o los amigos de Uribe, los paramilitares, con los más de 250 mil muertos y desaparecidos que su gesta criminal sembró por estas tierras y los más de seis millones de desplazados que dejaron, o las cerca de sesenta mil víctimas de movimientos guerrilleros que perdieron su vocación popular y se coinvirtieron en carteles o cuidadores de los cultivos de los narcos.
Los herederos de los genocidas se presentan como los nuevos salvadores de un país que apenas está empezando a recuperar la conciencia, que ha visto que un gobierno que no apela al miedo ni al odio es posible, que la corrupción se puede controlar por más difícil que ello sea, que si algo pudimos ver en estos años de gobierno progresista es quienes están realmente del lado del pueblo y quienes no.
Colombia merece un destino muy diferente al que tienen establecido para ella los infames cipayos que llevaron sus calumnias y murmuraciones a los EEUU, Colombia requiere la exaltación y la expresión de gratitud infinita para un líder genuino y valiente que no tiene pelos en la lengua y que ha hecho de su vida un apostolado en pro de los derechos de la gente, de la equidad, la inclusión, la dignidad y la honestidad, así los gringos lo llenen de improperios y no oculten las ganas de vestirlo de naranja; Colombia merece el respeto del bufón asesino del norte que no repara en gastos a la hora de ultrajar, amenazar, chantajear, creyendo que aún somos sensibles a su teatro.
Seguramente, aunque no la tenemos fácil, podemos ganar estas elecciones en 2026 para consolidar el proyecto del Cambio; seguramente los cipayos contraatacarán y pondrán en duda nuestro triunfo, tal como lo hicieron en Venezuela, pero tendremos el privilegio de luchar para sacar este país adelante y ofrecerles un futuro a nuestros hijos.
CARLOS FAJARDO
PRENSA MERCOSUR
