

Cuando llega el frío, todos conocemos el combo: garganta rara, resfriados en la oficina y ese aire seco que se siente en la piel. Justo en ese momento aparece una fruta que parece hecha a la medida del invierno. La mandarina no solo es un antojo de temporada: es una pieza clave en cómo el cuerpo se defiende del clima. Y aunque siempre la asociamos con otoño e invierno, hay razones biológicas, ambientales y evolutivas que explican por qué la necesitamos más justo cuando el termómetro baja.
¿Por qué nuestro cuerpo necesita la mandarina justo con el frío?
El invierno es un pequeño laboratorio natural donde todo se pone más difícil para el cuerpo. Las vías respiratorias se irritan por el aire seco, el sistema inmune trabaja más, y la cantidad de virus en circulación sube. En ese escenario, la mandarina aporta algo que el organismo gasta más rápido que en verano: vitamina C, betacaroteno, antioxidantes y fibra soluble.

En los meses fríos la vitamina C se vuelve crucial porque participa en la formación de glóbulos blancos y fortalece las barreras que nos protegen contra infecciones. Un par de mandarinas cubren alrededor del 50% de la dosis diaria recomendada, según datos nutricionales de la Secretaría de Salud. No es “milagro”; es fisiología pura.
Vitamina C, defensas y frío: la ecuación que nunca falla
Aunque la vitamina C está disponible todo el año, lo importante aquí es el timing natural: la mandarina madura justo en otoño-invierno, cuando nuestras defensas están más expuestas. En un invierno donde la contaminación aumenta y los cambios de temperatura son bruscos, este nutriente actúa como escudo contra infecciones respiratorias.

Más allá de la vitamina C, el frío provoca un fenómeno poco hablado: los vasos sanguíneos de la nariz se contraen, lo que reduce parte de la defensa local contra virus. Aquí entran los flavonoides de la mandarina, antioxidantes que ayudan a modular la inflamación y a mantener la respuesta inmune estable.
Frío, piel y mandarina: un trío que tu cuerpo agradece
El invierno roba humedad del ambiente… y de tu piel. La mandarina interviene aquí indirectamente gracias a la síntesis de colágeno, que depende de la vitamina C. Esto no es marketing cosmético: el colágeno mantiene la elasticidad de la piel, repara microlesiones generadas por el aire seco y reduce la sensación de tirantez. También contiene ácido fólico, clave para la producción de células nuevas, incluidas las que reparan la barrera cutánea. Son pequeñas acciones internas que tu cuerpo nota incluso si tú no.

Drama climático: frío, resfriados y mandarinas al rescate
Las semanas de más frío suelen coincidir con el pico de enfermedades respiratorias. No es coincidencia: el aire seco permite que los virus tengan más tiempo de vida en suspensión, según estudios del MIT. En este contexto, la mandarina funciona como una herramienta metabólica simple pero efectiva. Además, su pectina (el tipo de fibra soluble presente principalmente en la parte blanca del gajo) alimenta a ciertas bacterias beneficiosas del intestino. Y sí, aquí aparece el dato que siempre sorprende: más del 70% del sistema inmune está en el intestino, así que una buena microbiota también protege en invierno.

Una fruta estacional diseñada para tu biología invernal
Desde una perspectiva evolutiva, los humanos dependieron por miles de años de alimentos estacionales. Nuestro cuerpo está adaptado a aprovechar lo que crece en cada época. Las mandarinas, originarias de Asia, maduran justo antes de los meses más fríos: una sincronía entre clima y necesidades metabólicas.

Y no es solo supervivencia. El aroma cítrico contiene moléculas con efectos relajantes demostrados, como el limoneno, usado en aromaterapia. El invierno también implica estrés, baja de energía y días más cortos: aquí entra el toque emocional. Una mandarina también es un pequeño regulador del ánimo.

El frío cambia el comportamiento del cuerpo: consume más antioxidantes, necesita más vitamina C, pierde humedad, y enfrenta un ambiente lleno de virus. La naturaleza responde con una fruta que parece hecha a medida. La mandarina no es solo temporada; es sincronía biológica. Y quizá la verdadera pregunta sea: si la naturaleza nos entrega justo lo que necesitamos en invierno, ¿cuántas otras señales no estamos viendo?
Carolina Gutiérrez Argüelles
Fuente de esta noticia: https://ecoosfera.com/wellness/frio-invierno-comer-mandarinas-importante/
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