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El electorado ecuatoriano habló con una claridad que no deja espacio para interpretaciones ambiguas. En una jornada marcada por una participación ciudadana excepcional, que superó cómodamente el 80% del padrón, los votantes enviaron un mensaje directo al Gobierno del presidente Daniel Noboa, rechazando de manera mayoritaria las preguntas clave planteadas en la consulta popular y el referéndum. Lo que se anticipaba como un ejercicio para reforzar la agenda del Ejecutivo terminó convirtiéndose en un revés político de gran magnitud, cuya onda expansiva se sentirá en los próximos meses.
Los primeros resultados oficiales del Consejo Nacional Electoral, divulgados con más del 58% de las actas procesadas, confirmaron una tendencia que se instaló desde las primeras horas del escrutinio: el “No” se impuso con más del 52% a nivel nacional y alcanzó picos superiores al 60% en los temas considerados más sensibles, especialmente aquellos que, según sus opositores, comprometían la soberanía del país o abrían la puerta a una reconfiguración profunda de la estructura estatal. La respuesta de las urnas mostró no solo un desacuerdo con elementos puntuales del cuestionario, sino también una desconfianza creciente hacia el rumbo de las reformas propuestas desde Carondelet.
Este resultado no puede ser analizado al margen del clima político que atraviesa Ecuador. Para amplios sectores sociales, la consulta operó como una especie de plebiscito sobre la gestión de Noboa, quien buscaba consolidar su liderazgo y avanzar en una serie de medidas consideradas estratégicas dentro de su proyecto gubernamental. Sin embargo, la falta de consenso, las críticas sobre la pertinencia y el enfoque de ciertas preguntas, y la percepción de que algunas propuestas estaban alineadas con un modelo neoliberal poco debatido y escasamente socializado con la ciudadanía, terminaron por inclinar la balanza en contra del Ejecutivo. El voto negativo, más que un simple rechazo técnico, se transformó en una advertencia política en un contexto nacional marcado por tensiones económicas, inseguridad y expectativas insatisfechas.
La contundencia del pronunciamiento ciudadano sitúa ahora al presidente Noboa frente a un desafío complejo: reconstruir confianza, revisar las prioridades del Gobierno y abrir canales de diálogo mucho más amplios e inclusivos. La lectura del resultado obliga a replantear estrategias, ajustar discursos y conectar de manera más directa con las preocupaciones reales de una población que exige soluciones concretas y de impacto inmediato. Más allá del desenlace de la consulta, el proceso ha dejado al descubierto la necesidad de un nuevo pacto entre Gobierno y sociedad, uno que reconozca la voz expresada en las urnas y que marque el comienzo de una etapa política más sensible, equilibrada y receptiva a las demandas del país.
