

El interés por comprender cómo se transforma el THC dentro del cuerpo no deja de crecer, tanto en el ámbito sanitario como en el legal y laboral. En especial, la atención recae sobre la ruta metabólica que convierte el THC en compuestos como el 11‑hidroxi‑THC y el THC‑COOH, clave para interpretar pruebas de detección y para entender por qué sus efectos y trazas duran tanto tiempo en el organismo.
En las siguientes líneas desgranamos con detalle qué es el THC, cómo actúa y cómo se metaboliza, qué papel desempeña el THC‑COOH como biomarcador de consumo, cuáles son las ventanas de detección en saliva, orina, sangre y cabello, qué factores aceleran o ralentizan su aclaramiento, y qué dice la evidencia sobre dependencia, abstinencia, riesgos, tratamientos y hasta toxicidad en modelos animales.
THC: qué es, cómo actúa y por qué importa
El tetrahidrocannabinol, también llamado THC, Δ9‑THC, dronabinol o dronabinolum, es el principal componente psicoactivo del cannabis. Se aisló por primera vez en 1964 gracias al trabajo de Gaoni y Mechoulam y, en estado puro, es un sólido vítreo a baja temperatura que se vuelve viscoso con el calor, poco soluble en agua pero muy soluble en disolventes orgánicos y lípidos.
Sus efectos se deben a la activación parcial de los receptores cannabinoides CB1 (cerebro y sistema nervioso) y CB2 (sistema inmune). Al activar CB1, disminuye la adenilato ciclasa y cAMP, modulando liberación de neurotransmisores. De ahí que afecte movimiento, sensaciones, memoria, percepción del tiempo, recompensa y juicio.
Entre los efectos agudos descritos están los sentidos alterados, cambios en la percepción temporal, deterioro de la coordinación, problemas de memoria y atención, variaciones del estado de ánimo, ansiedad, miedo, paranoia y, en casos, alucinaciones. Asimismo, puede aumentar el apetito y producir relajación o euforia, además de ejercer propiedades antieméticas y analgésicas moderadas.
El THC es fuertemente lipófilo, se une no de forma específica a tejidos grasos y presenta unión a proteínas plasmáticas muy alta (95–99%). En humanos, su biodisponibilidad es de alrededor del 10–35% por inhalación y del 6–20% por vía oral; su vida media plasmática varía de 1,6 a 59 horas (aprox. 25–36 horas por vía oral), con eliminación predominante por heces (65–80%) y orina (20–35%) como metabolitos ácidos.
Se han descrito otras propiedades: posible acción anticolinesterasa en estudios preclínicos, moderada actividad antioxidante neuroprotectora frente a estrés oxidativo, y alta absorción de radiación UV‑B que podría proteger la planta. También se observan fenómenos de tolerancia, con regulación a la baja de CB1 y variabilidad entre regiones cerebrales y tipos de efecto.
THC‑COOH: el metabolito que delata el consumo
El 11‑nor‑9‑carboxi‑THC, abreviado THC‑COOH, es el metabolito inactivo del THC que las pruebas de drogas buscan con más frecuencia. A diferencia del THC (psicoactivo), el THC‑COOH no activa CB1/CB2, pero su permanencia prolongada lo convierte en un marcador robusto de exposición tras consumir cannabis.
El THC‑COOH se genera en el hígado tras una biotransformación en dos pasos: primero, el THC se oxida a 11‑hidroxi‑THC (11‑OH‑THC), que es psicoactivo, y después se forma THC‑COOH, ya inactivo. Por su persistencia, es el parámetro estrella en cribados de orina, evaluaciones médicas, ámbitos laborales y judiciales, vigilancia de adherencia terapéutica y toxicología.
Históricamente, el estudio de metabolitos del THC y su detección ha sido impulsado por pioneros de la toxicología forense, sentando las bases de los métodos analíticos en sangre y orina que hoy se consideran estándar en laboratorios clínicos y forenses.
Del pulmón o el estómago al hígado: así se metaboliza el THC
Tras fumar o vaporizar, el THC pasa de los pulmones a la sangre y alcanza rápidamente cerebro y órganos; por vía oral, se absorbe por el tracto gastrointestinal y sufre un marcado primer paso hepático. En ambos casos, el hígado metaboliza el THC sobre todo mediante enzimas del citocromo P450 (p. ej., familia CYP2C).
La ruta principal genera primero 11‑OH‑THC y luego THC‑COOH. Esta biotransformación explica por qué los comestibles, pese a tardar más en hacer efecto (30–120 minutos), pueden producir sensaciones más intensas y duraderas: el 11‑OH‑THC es psicoactivo y puede contribuir a efectos prolongados.
Debido a su lipofilia, el THC se distribuye a tejidos ricos en grasa y se acumula en usuarios crónicos más rápido de lo que se elimina. Con el tiempo, se libera de nuevo a sangre y vuelve al hígado para ser metabolizado, de modo que en consumidores habituales la detección puede prolongarse muchos días tras el último uso.
Parámetros farmacocinéticos clave reportados incluyen: biodisponibilidad del 10–35% (inhalación) y 6–20% (oral), unión proteica del 95–99%, vida media amplia (1,6–59 h) según vía y contexto, y excreción total combinada mayoritariamente por heces, con una fracción urinal de metabolitos ácidos significativa.
Ventanas de detección: saliva, orina, sangre y cabello
La presencia de cannabis y sus metabolitos depende del tipo de muestra, sensibilidad de la técnica, frecuencia y cantidad de consumo, y características individuales (metabolismo, IMC, hidratación). Estos son intervalos orientativos citados por laboratorios y revisiones:
- Saliva: suele ser detectable entre 34 y 48 horas; algunos paneles hablan de hasta 72 horas en determinados escenarios y con alta sensibilidad.
- Sangre: el THC y/o sus metabolitos pueden detectarse hasta aprox. 36 horas en usuarios ocasionales, con persistencia mayor en consumidores frecuentes.
- Orina: es la prueba más habitual. Consumo esporádico (menos de 2 veces/semana): 1–3 días; uso intermedio (varias veces/semana): 7–21 días; uso pesado: un mes o más. Ingesta oral puede dar positivo 1–5 días.
- Cabello: en matrices pilosas la detección puede alcanzar hasta 90 días; suele ser más fiable para usos diarios o casi diarios que para consumos muy ligeros.
Más allá del método, influyen la potencia del producto (contenido en THC), la cantidad consumida, el tiempo desde el último uso, el ritmo metabólico del individuo, el nivel de hidratación y el porcentaje de grasa corporal. En usuarios crónicos, la liberación lenta de los depósitos grasos favorece detecciones prolongadas.
Importante en contexto laboral y legal: en España no existe una norma general que imponga pruebas de drogas en el trabajo, pero la vigilancia de la salud ligada a riesgos del puesto puede requerir evaluaciones con consentimiento cuando la actividad entraña peligro. En carretera, los controles de alcoholemia y drogas sí son obligatorios, y el positivo puede darse pese a que el consumo fuera días antes, especialmente en saliva u orina.
Intentos de manipular pruebas y por qué no funcionan
Circulan kits de “desintoxicación” para orina con ingredientes como sello dorado, vinagre, niacina, vitamina C o tés herbales. La evidencia indica que no aceleran el metabolismo ni la eliminación del THC‑COOH de forma significativa, y pueden resultar inútiles o peligrosos.
Otros intentos incluyen enmascarar la orina con sal, lejía o químicos, o sustituirla por muestras ajenas o sintéticas. Los laboratorios aplican pruebas de integridad que detectan agentes de enmascaramiento y verifican temperatura, densidad, pH, color, olor, dilución y presencia de compuestos endógenos (como creatinina). Estas técnicas hacen poco fiables los trucos, con riesgo de sanción.
Se han publicado casos clínicos que describen efectos adversos tras usar kits de “detox”; por ejemplo, un episodio psicótico vinculado temporalmente a un producto casero cuyos ingredientes podían comprometer el hígado. Incluso compuestos como creatina se han asociado a reacciones psiquiátricas agudas en informes aislados; más allá de estos ejemplos, el mensaje es claro: hacer trampas no es una salida segura ni garantizada.
THC vs. THC‑COOH: diferencias clave
El THC es el agente psicoactivo, mientras que el THC‑COOH es inactivo. El primero causa los efectos perceptivos y conductuales; el segundo sirve como rastro de consumo previo. En pruebas de drogas, la señal estable y duradera suele ser el THC‑COOH en orina, no el THC en sí.
El THC se metaboliza rápido y explica los efectos inmediatos; el THC‑COOH, al ser más persistente y acumularse en grasa, se elimina lentamente, permitiendo la detección semanas después en usuarios regulares. A nivel terapéutico, el THC tiene usos avalados (p. ej., antiemético, analgésico en contextos específicos), mientras que el THC‑COOH carece de aplicaciones médicas.
Métodos de consumo y tiempos de inicio
Fumar o vaporizar produce efectos casi instantáneos que duran de 1 a 3 horas. Los comestibles tardan de 30 minutos a 2 horas en actuar y pueden prolongarse 4–6 horas o más. Los tópicos ofrecen alivio local sin llegar a sangre, por lo que no generan efectos psicoactivos sistémicos.
Cuando se fuma, el THC alcanza rápidamente los receptores CB1, alterando percepción, estado de ánimo, coordinación, memoria y señales del apetito. Por vía oral, el primer paso hepático aumenta la proporción de 11‑OH‑THC, lo que puede intensificar y alargar los efectos en función de la dosis y del individuo.
Efectos y riesgos: lo que muestra la evidencia
En el corto plazo, el uso puede provocar sentidos alterados, distorsión temporal, coordinación deficiente, dificultades para pensar o resolver problemas, fallos de memoria, variaciones del ánimo, ansiedad, paranoia, alucinaciones y aumento del apetito. La duración depende del método de consumo y la potencia.
A largo plazo, el consumo diario y de alta potencia se ha asociado con mayor probabilidad de problemas de salud mental. Algunos metaanálisis y estudios señalan un incremento del riesgo de trastornos psicóticos, con impacto especialmente notable en usuarios intensivos y productos con más THC. También se han descrito cambios epigenéticos en investigaciones que sugieren potencial transmisión transgeneracional en modelos experimentales.
En el eje gastro‑hipotalámico, la activación CB1 se relaciona con aumento del apetito y con la modulación de señales como grelina, leptina y colecistoquinina; asimismo, modelos animales indican que el THC potencia la respuesta hedónica a soluciones dulces vía dopamina en núcleo accumbens.
Dependencia, abstinencia y tratamiento
Contrariamente al mito, la marihuana puede generar dependencia. Los clínicos diagnostican el trastorno por consumo de cannabis según criterios establecidos; se estima que en torno al 30% de los consumidores desarrollará algún grado de trastorno, y quienes empiezan antes de los 18 años presentan un riesgo 4–7 veces mayor.
Al cesar el consumo, la abstinencia suele aparecer a las 24–72 horas, alcanzar su pico la primera semana y resolverse en 1–2 semanas. Los síntomas incluyen cefalea, irritabilidad, depresión, ansiedad, insomnio, dolor abdominal, menor apetito, fiebre/escalofríos, sudoración y temblores.
No hay fármacos aprobados específicamente para esta abstinencia, pero la desintoxicación supervisada ofrece apoyo sintomático. Los estudios han explorado opciones como zolpidem para el sueño, buspirona para ansiedad y gabapentina para síntomas neurológicos, con resultados prometedores en ciertos perfiles.
Las intervenciones con mayor evidencia combinan abordajes psicosociales: terapia cognitivo‑conductual, entrevista motivacional y manejo de contingencias, especialmente útiles cuando coexisten otros trastornos de salud mental.
Factores individuales que modulan la eliminación
El metabolismo varía entre personas por factores genéticos, edad y salud general, afectando la velocidad de aclaramiento. Un IMC elevado tiende a asociarse con mayor depósito de metabolitos en tejido adiposo y liberación más lenta.
Estar bien hidratado y practicar ejercicio puede ayudar modestamente a la excreción por orina y sudor, aunque no hay pruebas de que estas medidas aceleren de forma drástica la eliminación del THC‑COOH en consumidores crónicos. La forma de consumo también pesa: lo inhalado se elimina antes que lo ingerido.
Estudios de caso ilustrativos
A continuación, cinco perfiles que muestran la variabilidad interindividual en detección:
Usuario ocasional (consumo mensual, inhalado): niveles indetectables en sangre y orina en torno al día 5; en saliva, positivos durante unas 24 horas tras la última inhalación.
Usuario regular (4–5 veces/semana, comestibles y flores): orina positiva hasta unos 30 días; sangre hasta 7 días; saliva hasta 72 horas.
Usuario crónico (diario, múltiples tomas): metabolitos detectables en orina hasta 90 días desde el último uso; en sangre hasta 30 días; saliva aproximadamente 7 días; en cabello, trazas durante más de 6 meses en función del crecimiento.
Usuario con IMC alto (semanal, inhalado): orina positiva hasta 45 días; sangre unos 10 días; saliva cerca de 48 horas, reflejando el efecto del tejido adiposo en la retención.
Usuario de edad avanzada (mensual, tintura): orina detectable unos 10 días; sangre 3 días; saliva cerca de 24 horas, con posible influencia de la ralentización metabólica asociada a la edad.
Toxicidad, seguridad y antagonistas
No se han documentado fatalidades humanas por sobredosis de cannabis en su forma natural. La toxicidad del THC se ha caracterizado sobre todo en animales y depende de la vía y la especie: en ratas, LD50 oral reportada entre ~666 y 1270 mg/kg en machos y 730 mg/kg en hembras; por inhalación, ~42 mg/kg; por intravenosa, ~29 mg/kg. En ratón, los rangos incluyen ~482 mg/kg (oral) y ~42 mg/kg (IV); en perro, ~525 mg/kg (oral); y se han comunicado datos de dosis letal mínima en mono por vía IV (~128 mg/kg).
La gran liposolubilidad y la “amortiguación” por compartimentos grasos se han propuesto como factores que mitigan la toxicidad aguda. De forma aislada, se han citado notificaciones regulatorias que atribuían parte de eventos adversos a formulaciones sintéticas de THC (dronabinol) dentro de listados más amplios de medicamentos, sin que ello cambie el perfil general de seguridad relativo del cannabis natural en términos de letalidad.
En investigación, antagonistas como rimonabant (CB1) pueden atenuar efectos del THC; naloxona/naloxonacina (antagonistas opioides) y la metil‑licaconitina (antagonista nicotínico α7) han mostrado, en modelos animales, impacto sobre la autoadministración o efectos motivacionales, lo que ayuda a comprender la neurobiología del consumo.
Uso medicinal y regulación
Existen preparados farmacéuticos estandarizados con THC y CBD (por ejemplo, combinaciones en aerosol oromucosal autorizadas en determinados países) con indicaciones específicas como espasticidad en esclerosis múltiple o náuseas por quimioterapia, siempre bajo prescripción. El estatus legal del cannabis y sus derivados es heterogéneo por jurisdicción.
En términos de seguridad reproductiva, el THC se ha clasificado tradicionalmente en categorías de riesgo intermedias (p. ej., categoría C), por lo que su uso en embarazo requiere valoración clínica de riesgos y beneficios.
Pruebas, umbrales y variabilidad técnica
Los análisis de cribado detectan el THC‑COOH mediante inmunoensayo con confirmación por técnicas como GC‑MS o LC‑MS/MS. Los umbrales de corte (cutoffs) y la sensibilidad varían entre paneles y laboratorios, y el resultado se interpreta junto a pruebas de integridad (temperatura, gravedad específica, pH, creatinina) que evitan adulteraciones.
Las ventanas de detección no son absolutas: el mismo patrón de consumo puede arrojar resultados distintos según la técnica, el laboratorio y el estado fisiológico del individuo. Por ello, los expertos recomiendan confirmaciones específicas de positivos y contextualizar todo hallazgo con la historia clínica y ocupacional.
Preguntas frecuentes rápidas
¿El ejercicio “limpia” el THC? Puede aumentar, modestamente, la excreción por sudor y orina, pero no “borra” en días lo que en consumidores crónicos tarda semanas por depósito en grasa.
¿Beber agua diluye la orina para dar negativo? La dilución se detecta con controles de integridad (p. ej., creatinina, densidad), y un resultado inválido puede considerarse no apto o sospechoso.
¿Los comestibles duran más en el cuerpo? Suelen generar más 11‑OH‑THC y efectos más prolongados, y pueden dejar metabolitos detectables algo más de tiempo que una inhalación equivalente.
Fuentes y lecturas recomendadas
Para profundizar en farmacología, ventanas de detección y guías analíticas, resultan útiles revisiones y recursos de institutos nacionales y laboratorios de referencia:
- Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas: fichas y materiales sobre cannabis (efectos, adicción y tratamientos).
- Administración para el Control de Drogas: manuales de sustancias y clasificación.
- Encuestas nacionales de uso de sustancias (SAMHSA) con prevalencia y tendencias.
- Laboratorios de toxicología: guías de detección en orina, sangre y saliva; tablas de tiempos.
- Revisiones en revistas (p. ej., sobre detección en fluidos biológicos) y métodos recomendados de organismos internacionales para análisis de cannabis y derivados.
- Estudios sobre eliminación urinaria del THC‑COOH en abstinencia monitorizada y comparativas de cabello vs. autoinforme en consumidores de distintos niveles.
- Artículos sobre “kits de detox” y riesgos, así como documentos clínicos de diagnóstico DSM en trastornos por consumo de cannabis.
- MedlinePlus: información sobre pantallas toxicológicas y su interpretación.
- Descarga técnica: documento académico relacionado con detección y adicciones.
Conviene tener una idea clara: la molécula psicoactiva (THC) se transforma en metabolitos como el THC‑COOH, que persisten y permiten detectar el consumo durante días o semanas; las ventanas de detección dependen del tipo de muestra, del patrón de uso y de la fisiología del individuo; los “atajos” para sortear pruebas no son seguros ni fiables; y, si el consumo genera problemas, existen recursos terapéuticos eficaces que combinan apoyo médico y psicológico para recuperar el equilibrio.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/metabolismo-del-thc-en-el-organismo-deteccion-thc%E2%80%91cooh-efectos-y-riesgos/
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