Colombia | Bucaramanga ante el desafío de elegir un líder con visión y capacidad de gestión

Imagen y contexto via el Corrillos

Bucaramanga atraviesa un momento decisivo. Tras la destitución del alcalde por doble militancia, la capital santandereana se prepara para unas elecciones atípicas que definirán mucho más que un nuevo nombre en el Palacio Municipal. La ciudad, golpeada por la inestabilidad política y por la pérdida de confianza institucional, enfrenta el reto de escoger un liderazgo capaz de combinar experiencia, conocimiento técnico y capacidad de gestión para reconstruir la gobernabilidad y devolverle rumbo a la administración local.

El próximo alcalde asumirá un mandato corto, que culminará en diciembre de 2027, y deberá afrontar problemas estructurales con urgencia: la inseguridad, la movilidad colapsada, las tensiones fiscales y la ejecución del Plan de Desarrollo vigente. Se trata, en esencia, de una tarea de cirugía administrativa en tiempo récord. Bucaramanga no puede permitirse más improvisaciones ni liderazgos carismáticos pero ineficaces; necesita un gerente público que traduzca la política en resultados.

Ocho candidatos se disputan el timón de la ciudad, con trayectorias diversas y credenciales que van desde la técnica hasta la política tradicional. Tras una revisión detallada de sus hojas de vida, experiencia en cargos públicos y capacidad demostrada de gestión, el análisis elaborado por Corrillos —con apoyo de herramientas de inteligencia artificial— concluye que el perfil más sólido para liderar Bucaramanga es el del economista Carlos Fernando Pérez Gélvez, quien obtuvo una calificación “excelente” en el estudio comparativo.

Pérez Gélvez, excontralor de Santander, cuenta con más de 25 años de experiencia en el sector público y privado. Magíster en Administración de Empresas y en Gestión Pública y Gobierno, y especialista en Gerencia Pública, representa el modelo de administrador técnico que hoy exige la ciudad. Durante su paso por la Contraloría Departamental consolidó una reputación de transparencia y rigor fiscal. Su discurso, centrado en la necesidad de “no improvisar”, encarna la promesa de una gestión planificada, con énfasis en la eficiencia presupuestal y la rendición de cuentas. En un escenario donde la ciudadanía clama por orden institucional, su perfil técnico y su visión estructurada lo convierten en el candidato mejor preparado para conducir la transición.

En el segundo lugar se sitúa Fabián Oviedo, arquitecto y especialista en Gerencia de Proyectos de Construcción, dos veces concejal y expresidente del Concejo de Bucaramanga. Su fortaleza radica en el conocimiento directo del aparato administrativo y en su cercanía con las comunidades. Ha liderado debates sobre movilidad, seguridad y espacio público, y combina la sensibilidad social con una perspectiva pragmática. No obstante, su principal reto sería demostrar que la experiencia legislativa puede transformarse en eficacia ejecutiva, un salto que pocos políticos logran con éxito.

El tercer puesto corresponde a Carlos Enrique Bueno, ingeniero civil y especialista en Transporte y Logística, recordado por su gestión como director de Tránsito. Su perfil técnico y operativo le ha permitido abordar con solvencia el complejo panorama de la movilidad, uno de los mayores desafíos de la ciudad. Sin embargo, su experiencia sigue siendo sectorial; aún le falta una visión integral de la administración urbana. Su aporte sería valioso dentro de un gabinete con liderazgo compartido, pero su autonomía como gobernante todavía está por demostrarse.

En posiciones intermedias aparecen nombres como Cristian Portilla, abogado y exsecretario privado de la Alcaldía, con conocimiento cercano del poder ejecutivo pero limitado margen de independencia política; y Rubén Morales, juez laboral durante más de cuatro décadas, símbolo de rectitud institucional pero con escasa trayectoria en gestión administrativa. Más rezagados se ubican Jhan Carlos Alvernia, economista joven con experiencia incipiente en el sector público; Juan Manuel González, periodista y exsenador con talento comunicativo pero sin experiencia gerencial; y Humberto Salazar, candidato de discurso contestatario pero sin trayectoria verificable en la administración pública.

El análisis ponderó tres variables esenciales: la formación académica, la experiencia en cargos de responsabilidad y la capacidad comprobada de gestión y gobernabilidad. Bajo estos criterios, Pérez Gélvez sobresale como el perfil más completo, seguido de Oviedo por su conocimiento político local, y de Bueno por su especialización técnica en movilidad. En el extremo opuesto, los aspirantes con menor experiencia ejecutiva son Salazar y González, cuyas candidaturas se apoyan más en el discurso que en la gestión comprobada.

Más allá del ranking, el mensaje es claro: Bucaramanga necesita un liderazgo que inspire confianza, pero sobre todo que sepa gobernar. Las elecciones atípicas de 2025 no son una disputa menor; son una oportunidad para romper con el ciclo de inestabilidad que ha erosionado la credibilidad institucional de la ciudad. El votante bumangués, fatigado por la improvisación y los experimentos políticos, parece inclinarse hacia perfiles técnicos, con conocimiento del Estado y capacidad de ejecución inmediata.

En ese sentido, las candidaturas de Carlos Fernando Pérez y Fabián Oviedo simbolizan dos caminos posibles: el de la gestión profesional y el de la conexión con las bases ciudadanas. La decisión final, sin embargo, dependerá de la madurez del electorado y de su disposición para elegir no al más elocuente, sino al más competente. Bucaramanga necesita un alcalde que gobierne con resultados, no con discursos, y que entienda que la confianza pública se construye con hechos, no con promesas.