

Colombia amanece con una noticia que marcará un antes y un después en su historia judicial y política. El Tribunal Superior de Bogotá absolvió al expresidente Álvaro Uribe Vélez, revocando la condena de doce años de prisión domiciliaria que había dictado en primera instancia el Juzgado 44 Penal del Circuito de la capital. Con esta decisión, el alto tribunal deja sin efecto la sentencia por los delitos de fraude procesal y soborno en actuación penal, en un fallo que se extiende por más de setecientas páginas y que fue leído este martes en audiencia pública ante la expectación nacional.
Uribe, quien lideró los destinos del país entre 2002 y 2010 y fundó el partido Centro Democrático, había sido señalado como responsable de haber influido en la manipulación de testigos en procesos judiciales. Su condena, dictada el pasado 1 de agosto por la jueza Sandra Heredia, lo convirtió en el primer exmandatario colombiano en recibir una sanción penal, desatando una tormenta política que dividió profundamente a la opinión pública y tensionó la relación entre justicia y poder.
El fallo de segunda instancia, producto de las apelaciones presentadas por la defensa del exmandatario y la Procuraduría General de la Nación, reconfigura por completo el panorama. Los magistrados concluyeron que no existían pruebas concluyentes que acreditaran la participación directa de Uribe en los hechos que se le imputaban. La defensa había insistido en que el proceso estaba viciado desde su origen, mientras que la Procuraduría solicitó revisar la validez técnica de la sentencia inicial. Finalmente, el Tribunal optó por absolverlo de toda responsabilidad penal, una determinación que deja sin efecto las restricciones de movilidad impuestas desde 2020.
La noticia ha generado un profundo impacto en todos los sectores del país. Para sus seguidores, la absolución representa la reivindicación de un líder al que consideran víctima de persecución judicial. Para sus detractores, en cambio, el fallo reabre viejas heridas y revive la percepción de que la justicia colombiana sigue siendo vulnerable frente a las presiones políticas. En ambos bandos, el desenlace confirma que el nombre de Álvaro Uribe Vélez continúa siendo sinónimo de poder, controversia y polarización.
El contexto judicial que rodea este proceso sigue siendo complejo. Apenas unas semanas antes, el abogado Diego Cadena, antiguo colaborador del expresidente, fue condenado a siete años de prisión domiciliaria por soborno en actuación penal, en un caso estrechamente vinculado a las acusaciones contra Uribe. Este antecedente había reforzado la idea de que la justicia avanzaba lentamente hacia un cierre definitivo del caso. Sin embargo, la decisión del Tribunal cambia radicalmente el rumbo de los acontecimientos.
Con este fallo, la Corte Suprema de Justicia podría tener la última palabra si alguna de las partes decide interponer recursos extraordinarios, aunque la decisión del Tribunal Superior representa, por ahora, una victoria judicial para el expresidente. Más allá de las interpretaciones jurídicas, el caso Uribe vuelve a colocar sobre la mesa el debate sobre la independencia de las instituciones, la credibilidad de la justicia y la fragilidad del sistema político frente al peso de las figuras históricas.
Colombia, una vez más, se encuentra frente a un espejo que refleja sus propias tensiones entre justicia y poder. En medio de la incertidumbre y la polarización, la absolución de Álvaro Uribe Vélez no solo redefine su futuro político, sino que también reescribe un capítulo crucial de la historia contemporánea del país.
carloscastaneda@prensamercosur.org
