
Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha que busca sensibilizar sobre un problema de salud pública que constituye una de las principales causas de muerte en el mundo y que puede afectar a personas de cualquier edad, género o condición social.
El suicidio no es solo una estadística: es el resultado de un profundo sufrimiento emocional que con frecuencia se esconde tras el silencio. Pensamientos como “ya no quiero vivir” o “quiero acabar con el dolor” son señales que requieren atención urgente y acompañamiento.
Signos de alarma de conducta suicida.
- Pensamientos o planes de autolesión en el último mes, o actos de autolesión en el último año.
- Alteraciones emocionales graves (tristeza profunda, ansiedad, irritabilidad).
- Sentimientos de desesperanza o vacío.
- Agitación, impulsividad o conductas violentas.
- Falta de comunicación o aislamiento social.
Factores de riesgo: Cualquier persona puede estar en riesgo, pero algunos factores lo incrementan:
- Antecedentes de intentos de suicidio.
- Depresión, otros trastornos mentales o consumo problemático de sustancias.
- Dolor crónico o enfermedades incapacitantes.
- Antecedentes familiares de trastornos mentales, consumo de sustancias o suicidio.
- Experiencias de violencia familiar, abuso físico o sexual.
- Disponibilidad de armas de fuego u otros medios letales en el hogar.
- Liberación reciente de prisión o cárcel.
- Exposición a la conducta suicida de familiares, amigos, compañeros o figuras públicas.
Es importante subrayar que no todas las personas con factores de riesgo intentarán suicidarse, pero cuando se suman señales de alarma, el riesgo aumenta significativamente y requiere atención inmediata.
Consecuencias.
- El suicidio tiene un impacto devastador: La persona pierde la oportunidad de encontrar alivio y esperanza en la vida.
- La familia y los amigos enfrentan un duelo doloroso, muchas veces acompañado de culpa y estigmas.
- Las comunidades se ven afectadas emocional y socialmente, generando un vacío difícil de reparar.
Medidas de afrontamiento y prevención.
- Hablar abiertamente: Escuchar sin juzgar a quien expresa dolor emocional.
- Buscar ayuda profesional: Psicólogos, psiquiatras y médicos son aliados esenciales.
- Fortalecer redes de apoyo: Familia, amigos, grupos comunitarios o religiosos.
- Reducir el acceso a medios letales: Limitar armas de fuego, medicamentos o sustancias peligrosas en casa.
- Promover hábitos de autocuidado: Ejercicio, alimentación saludable, descanso y espiritualidad.
- Campañas educativas: Combatir el estigma y fomentar la búsqueda de ayuda.
Hablar de suicidio es hablar de un dolor que muchas veces se esconde detrás de una sonrisa, de un silencio o de una lágrima que nadie ve. En los momentos más oscuros, cuando parece que ya no hay salida y la vida pierde sentido, recordar que no estamos solos puede marcar la diferencia.
El amor de Dios es un refugio en medio de la tormenta. Su palabra nos recuerda: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4). En los días de mayor desesperanza, abrir el corazón a la oración y a la fe puede ser ese hilo invisible que nos sostiene, esa luz que rompe la oscuridad.
Si alguna vez sientes que ya no puedes más, detente y respira: hay un Dios que te ama con amor eterno, que te creó con propósito, y que puede transformar tu dolor en fuerza y tu llanto en esperanza. Aferrarse a Él y buscar ayuda no es signo de debilidad, sino de valentía y amor propio.
Hoy más que nunca recordemos: cada vida es un regalo sagrado, y siempre vale la pena seguir luchando. Que seamos instrumentos de esperanza, abrazando al que sufre y recordándole que en el amor de Dios siempre hay una razón para vivir.
La prevención del suicidio es una responsabilidad compartida. Reconocer los signos, brindar apoyo y acompañar sin prejuicios puede salvar vidas. Cada palabra de aliento, cada gesto de escucha y cada puente tendido hacia la esperanza hacen la diferencia.
“Si conoces a alguien en riesgo, no lo ignores. Acércate, acompáñalo y busca ayuda. Hablar de ello no incentiva el suicidio, al contrario: abre la puerta a la vida.”
«A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.» Deuteronomio 30:19
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