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En Colombia, la política no da tregua. A poco menos de un año para que arranque de forma oficial la contienda presidencial de 2026, la izquierda se juega una carta decisiva, el Pacto Histórico, la coalición de movimientos y partidos que llevó a Gustavo Petro a la Casa de Nariño, abrió su proceso interno para escoger al único nombre que la representará en la próxima cita con las urnas.
La pugna apenas comienza, pero los primeros nombres ya dibujan un escenario de tensiones, alianzas cruzadas y cálculos silenciosos. Entre quienes levantaron la mano están las exministras Carolina Corcho, recordada por su férrea defensa de la reforma a la salud, y Susana Muhamad, actual ministra de Ambiente y una de las figuras más cercanas al proyecto petrista. También aparece Daniel Quintero, exalcalde de Medellín que, pese a las controversias de su gestión, se mantiene como uno de los referentes del progresismo regional. A ellos se suman la senadora María José Pizarro, heredera de la memoria de su padre, Carlos Pizarro Leongómez, y una de las voces más visibles en el Congreso, junto a Gloria Flórez, de larga trayectoria en causas sociales. Camilo Romero, exembajador en Argentina y con experiencia en contiendas electorales, y Gustavo Bolívar, escritor, exsenador y exdirector del Departamento para la Prosperidad Social, completan la primera lista de aspirantes.
Pero en un movimiento que busca blindarse de escándalos y fracturas, la Asamblea Nacional del Pacto -reunida esta semana en Bogotá- aprobó un paquete de condiciones para filtrar a los aspirantes. El requisito más simbólico es una declaración jurada en la que cada precandidato deberá asegurar, bajo gravedad de juramento, que no enfrenta procesos legales ni inhabilidades que puedan frustrar la candidatura en la recta final. Esta cláusula refleja la intención de evitar sobresaltos que manchen la bandera de renovación ética con la que Petro y su círculo cercano llegaron al poder en 2022.
Además, cada aspirante deberá acreditar un respaldo mínimo de 50 firmas de líderes elegidos por voto popular dentro del movimiento: congresistas, diputados, concejales y ediles. Este paso, aparentemente burocrático, es clave para demostrar arraigo orgánico y evitar candidaturas improvisadas o negociadas en la sombra.
El calendario interno no da margen de error. El 26 de octubre, la coalición deberá tener listo a su candidato único, que se enfrentará a la consulta interpartidista junto a otras fuerzas de izquierda y centroizquierda. El objetivo, según han repetido varios dirigentes, es construir un Frente Amplio que sume sectores sociales, sindicatos, comunidades afro, campesinas e indígenas, y jóvenes que en 2022 confiaron en la promesa de cambio que encarnó Petro.
Las fechas definitivas están claras: la primera vuelta presidencial se celebrará el 31 de mayo de 2026 y, de ser necesaria, la segunda vuelta tendrá lugar el 21 de junio. Si el Pacto Histórico logra retener la confianza de las urnas, su elegido se posesionará el 7 de agosto de ese año.
Sin embargo, el reto va más allá de ganar. En los pasillos de la coalición muchos saben que mantener unido el proyecto que llevó a Petro al poder será tan desafiante como lograr la victoria electoral. Las tensiones internas, la presión por mostrar resultados de gobierno y la mirada atenta de una oposición que ya afila estrategias, convierten esta disputa interna en una prueba de fuego para la izquierda colombiana.
Mientras tanto, nombres, discursos y promesas empiezan a rodar en calles, cafés y redes sociales. El país observa, expectante, cómo se alista una nueva página de su historia política. Y, aunque todavía faltan meses para conocer quién asumirá el legado de Petro, la carrera ya empezó y promete sacudir viejas alianzas y reconfigurar, una vez más, el tablero del poder.
