

En medio de una región convulsionada por la volatilidad económica global y la presión geopolítica, el peso colombiano desafió las expectativas y emergió como la moneda más fuerte de América Latina durante mayo, registrando una apreciación del 1,7 % frente al dólar estadounidense. Este desempeño se dio en un contexto de fragilidad económica interna, pero también de vientos externos favorables que impulsaron el valor de la divisa nacional por encima de sus pares regionales.
La cifra no es menor. Mientras las tensiones comerciales globales experimentaban una pausa tras las decisiones contradictorias de los tribunales estadounidenses, los inversionistas internacionales encontraron en Colombia un inesperado refugio de corto plazo. La moderación en el discurso proteccionista del presidente estadounidense Donald Trump, sumada a una Reserva Federal prudente en su política de tasas, favoreció el apetito por riesgo en mercados emergentes. Todas las monedas de la región se beneficiaron de este respiro -excepto el debilitado real brasileño-, pero fue el peso colombiano el que se llevó los aplausos: llegó a cotizarse en $4.110 por dólar, su mejor nivel desde enero, y cerró mayo en $4.157.
La robustez del peso se vio apuntalada por una cifra histórica en el ingreso de remesas. Solo en abril, Colombia recibió US$1.097 millones enviados por sus ciudadanos en el exterior, un salto del 18 % frente al mismo mes del año anterior. Con más de US$4.200 millones acumulados entre enero y abril, el país podría cerrar 2025 con un flujo récord de US$13.000 millones, consolidando a las remesas como un eje estructural de la balanza externa: ya representan el 3,1 % del PIB.
Pero el auge tiene fecha de vencimiento. La Cámara de Representantes de Estados Unidos acaba de aprobar un proyecto de ley que impondría un impuesto del 3,5 % a las remesas enviadas por extranjeros a partir de diciembre de 2026. De convertirse en ley, se estima una pérdida directa de hasta US$250 millones anuales para las finanzas del país y para millones de hogares que dependen de este ingreso.
Mientras tanto, la economía real sigue reacomodándose. En el primer trimestre del año, las exportaciones totales crecieron 5,3 % y sumaron US$11.895 millones. El agro fue el gran protagonista: las ventas de alimentos y productos agrícolas crecieron 37 %, con un repunte del café de 103 %. En contraste, el sector de combustibles y minerales -tradicional motor de la economía- cayó 15 %. Las reservas de gas descendieron 13 %, mientras que las de petróleo apenas crecieron 0,7 %.
La cara más sombría vino por el lado del capital extranjero. La Inversión Extranjera Directa se desplomó 32 % entre enero y abril, y el saldo neto en mayo ya era negativo: US$108 millones abandonaron el país. Ante el deterioro del panorama fiscal, el Ministerio de Hacienda emitió un decreto que incrementa las autorretenciones de renta para los sectores extractivos, elevando los gravámenes al gas y al carbón en 2,7 y 2,3 puntos porcentuales, respectivamente.
En el tablero internacional, Colombia dio un movimiento estratégico que no pasó desapercibido: el presidente Gustavo Petro firmó en mayo un acuerdo de cooperación con China en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Aunque el gobierno aseguró que no se trata de una adhesión formal, en Washington se encendieron las alertas. Voces del Congreso estadounidense advirtieron sobre posibles represalias comerciales y restricciones al acceso de Colombia a organismos multilaterales de crédito.
A pesar de las tensiones, el Índice de Tasa de Cambio Real -que mide el poder adquisitivo del peso frente a las monedas de los principales socios comerciales- aumentó 3,3 % en abril. La moneda colombiana no solo se fortaleció frente al dólar, sino también frente al yuan chino.
No obstante, el optimismo es moderado. El Banco de la República proyecta un déficit de cuenta corriente de 2,7 % del PIB para 2025, lo que significa que el país sigue gastando más divisas de las que produce. Ante el incremento de la incertidumbre, los bancos privados ya han comenzado a blindarse: durante el primer trimestre redujeron su deuda externa en 12 %.
Para los analistas, el riesgo fiscal sigue creciendo como una sombra persistente. Y aunque por ahora el peso disfruta de su momentánea fortaleza, los fundamentos estructurales aún plantean dudas. La moneda colombiana ha ganado una batalla en mayo, pero la guerra por la estabilidad económica está lejos de concluir.
carloscastaneda@prensamercosur.org
