
Cuba, ese rincón del Caribe donde la historia y la resistencia se entrelazan, vive en 2025 un momento de tensiones palpables y cambios que, aunque lentos, se sienten en cada esquina. La isla, con su mar azul y sus calles que huelen a sal y a nostalgia, se enfrenta a desafíos que ponen a prueba la paciencia y la creatividad de su gente.
Política: Poder sin sorpresas, pero con grietas
Miguel Díaz-Canel sigue al timón del país, reelecto en 2023 con un 97,66% de los votos de la Asamblea Nacional. Un resultado que, la verdad, no deja espacio para el asombro. En Cuba, el Partido Comunista mantiene un control absoluto desde hace más de seis décadas, y aunque los rostros han cambiado, el legado de los Castro sigue marcando el ritmo de la política nacional. Raúl Castro, aunque apartado del primer plano, continúa siendo una figura de peso en las decisiones clave.
El discurso oficial insiste en la defensa de la soberanía y el fortalecimiento del “trabajo político-ideológico”. No es casualidad: el gobierno prioriza la cohesión interna y la disciplina, sobre todo en tiempos de crisis. Las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior tienen roles protagónicos, no solo en la defensa, sino también en la vida social y productiva. Hay quienes sienten que la política en la isla es como un guion que se repite, donde la incertidumbre sobre el futuro se mezcla con la resignación y, a veces, con la esperanza de un cambio real.
Sin embargo, en los últimos meses, el descontento social ha ido creciendo. Las voces críticas, aunque aún minoritarias y muchas veces silenciadas, empiezan a resonar con más fuerza. Algunos analistas incluso hablan de la posibilidad de un cambio de régimen, impulsado por el desgaste del sistema y la presión tanto interna como internacional. El 2025 podría ser un año decisivo, sobre todo si las tensiones dentro de la élite gobernante se hacen más visibles.
Sociedad: Resiliencia y cansancio en el día a día
Vivir en Cuba hoy es un ejercicio de paciencia. Los apagones, que en algunas provincias superan las 20 horas diarias, han cambiado la rutina de millones. La escasez de gasolina obliga a largas colas y a la creatividad para moverse. Los alimentos básicos, como el arroz y los frijoles, están sujetos a precios máximos centralizados, pero ni así alcanzan para todos. El desabastecimiento es una sombra constante en los mercados.
La dolarización parcial de la economía ha ampliado las brechas sociales. Quien tiene acceso a divisas puede sortear algunas dificultades, pero la mayoría depende de los precios y salarios en pesos cubanos, cada vez más devaluados. Las tarjetas prepagas en divisas para comprar combustible son solo un ejemplo de cómo la vida cotidiana se ha vuelto un rompecabezas.
A pesar de todo, la sociedad cubana no pierde su capacidad de resistir. La solidaridad entre vecinos, el trueque y la inventiva siguen siendo herramientas para enfrentar la escasez. Sin embargo, el cansancio se nota. Hay una generación joven que mira hacia fuera, que sueña con emigrar o, al menos, con un país donde el esfuerzo tenga recompensa. Las calles de La Habana, a veces desoladas, reflejan ese ánimo colectivo: una mezcla de nostalgia, fatiga y un deseo silencioso de cambio.
Economía: Medidas urgentes en un contexto crítico
El gobierno ha presentado nuevas medidas económicas para 2025, con la promesa de “reimpulsar” la economía y corregir distorsiones. Entre los cambios más sonados está la actualización de las tarifas eléctricas, pensada para incentivar el ahorro, aunque en la práctica supone un golpe más al bolsillo de las familias. Se han fijado precios máximos para productos básicos y se han implementado incentivos para atraer inversión extranjera, especialmente en la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
Pero la realidad es terca. La escasez de combustible, la dependencia de las remesas y el deterioro de la infraestructura limitan cualquier avance. El sistema de precios en la construcción se ha modificado para intentar fortalecer los encadenamientos productivos, y se han propuesto incentivos para la permanencia laboral. Sin embargo, muchos expertos advierten que estas medidas, sin un plan claro y profundo, podrían aumentar el costo de vida y la desigualdad.
La dualidad monetaria y la falta de acceso a divisas para la mayoría de la población agravan la sensación de injusticia. El mercado cambiario sigue siendo un tema espinoso, y la inflación golpea con fuerza a los más vulnerables. La economía cubana, en definitiva, se mueve entre parches y promesas, mientras la gente espera soluciones más allá de los discursos.
Mirando hacia el horizonte
Cuba está en un punto de inflexión. El régimen apuesta por la disciplina y el control, pero las grietas en el sistema son cada vez más visibles. El descontento social crece, y la posibilidad de un cambio, aunque incierta, ya no parece tan lejana. La verdad es que la isla late al ritmo de la resistencia, pero también del cansancio.
Aun así, en medio de la crisis, la vida sigue. Hay quien baila, quien ríe, quien sueña con un futuro diferente. Porque, a pesar de todo, en Cuba siempre hay espacio para la esperanza, aunque a veces parezca escondida entre la escasez y la rutina. El 2025 será, sin duda, un año clave para saber si esa esperanza logra abrirse paso entre las sombras.
