

Carlos Fajardo- Columnista Prensa Mercosur- @CarlosFarjardila «Fastidiardo»
Más de 16.500 niños y adolescentes palestinos murieron a causa de los bombardeos en Gaza y de la crisis humanitaria desde el inicio de las acciones militares israelíes, comunicó el Ministerio de Salud del enclave.
De acuerdo con las estadísticas del organismo, «916 bebés menores de un año, 4.365 niños de entre uno y cinco años y 6.101 niños de entre seis y 12 años», así como 5.124 adolescentes menores de 17 años fallecieron en Gaza desde octubre de 2023.
El ente afirmó que las cifras «reflejan la magnitud del desastre humanitario en la Franja y la inhumanidad de los crímenes cometidos por las fuerzas de ocupación contra una generación que debe ser protegida en primer lugar».
Fuente RT Noticias, portada 20250522.
Una noticia que anda por ahí y a la que muchos, tristemente, no le paran bolas. Una noticia durísima que reseña los alcances de una masacre que está hoy sucediendo ante las narices de todos y que enfrenta no sólo la voracidad y ferocidad de los asesinos, sino la pasmosa y vergonzosa indiferencia de muchos, sin hablar de que cuenta con el apoyo de otros, no pocos, que, sin serlo, se creen parte de un presunto “pueblo elegido” y creen bárbaramente que con su apoyo se redimen y crecen a los ojos de un dios ecuménico y sanguinario.
Las ventajas que genera el creerse y venderse como “el pueblo elegido” de un dios vengativo e iracundo creado por gente que, según su propia historia y tradición, siempre fue un pueblo sometido, esclavizado por las grandes potencias de la época y que se caracterizó como una comunidad nómada en busca de una quimérica “tierra prometida” y la fundación en las tierras que arrancaban a otras naciones de un gran estado de Israel.
Las ventajas de que una remozada versión de su religión en la que ese mismo dios sacrificaba a su propio mítico hijo para fundamentar un mensaje de resignación y tolerancia, empatía con el semejante que caló y se mostró muy útil para las clases dominantes de esa época pues se valieron de él para conquistar y esclavizar a otras naciones, destruir y asimilar sus culturas, generando una moral y una religión ecuménica que no sólo se hace la de la vista gorda frente al genocidio de los nuevos bárbaros, sino que lo justifica, pues detrás de ese dios presuntamente tolerante está el antiguo dios brutal y asesino de los judíos, el “pueblo elegido”.
