

Columnista : Carlos Fajardo @Carlos Fajardo Ardila «Fastidiardo»
Los años ochenta vieron., para alegría y orgullo de los colombianos, la refrendación de la calidad, el espíritu deportivo, el pundonor y la sencillez y humildad de nuestros ciclistas por las vías del viejo continente.
El deporte nacional por excelencia se cubrió de gloria en esforzadas y difíciles competencias en las que brillaron nombres míticos entre los que se destaca sin duda Lucho Herrera, el jardinerito de Fusagasugá, quien, en 1987, luego de impresionantes gestas, nos dio la alegría de verlo ganar la Vuelta a España.
Luego de su retiro y aprovechando los recursos que muy merecidamente ganó en tierras europeas, Lucho volvió a su terruño natal e hizo algunas inversiones con acierto y sensatez sin dejar de ser uno de los referentes del ciclismo en Colombia.
Su fortuna llamó la atención de las, por entonces poderosas, FARC, grupo que lo secuestró y sólo lo vino a liberar después de que su familia, según consta en expedientes, pagó la no despreciable suma de 4 mil millones de pesos.
Colombia se volcó sobre su héroe y exigió la persecución y captura de sus victimarios.
Como en tantos otros casos, el suyo quedó en la impunidad. Lucho pagó el precio de su éxito a un grupo de facinerosos, pero, por fortuna, conservó su vida.
Hoy, después de cerca de 40 años de su epopeya se rememoran entre quienes tuvimos el privilegio de ver y celebrar a rabiar sus triunfos, la mítica gesta de Alpe de Huez y tantas otras victorias.
Lucho, con las huellas del paso implacable de los años, un poco más robusto, enfrenta hoy una prueba que nos tiene en ascuas a todos sus compatriotas.
Graves acusaciones se ciernen sobre quien fuera, sin duda, gloria del deporte colombiano, epítome del espíritu emprendedor, la resiliencia y la fortaleza que nos atribuyen como nación.
Los testimonios de unos paramilitares lo pretenden comprometer en la muerte de cuatro de sus vecinos por un lio de tierras, aseguran los sujetos que detrás de ese crimen estaría el mítico “Jardinerito”, quien les habría pagado para que asesinaran y desaparecieran a las cuatro víctimas.
La Fiscalía, con base en esos testimonios y por orden del juez que ya condenó a los confesos asesinos materiales, investiga a ese héroe nacional, la prensa revela algunas minucias preocupantes del proceso, la gente contiene la respiración, pero, en el fondo y basados en situaciones que han vinculado a glorias del deporte con toda clase de bandidos, nadie se sorprende…
Idealizamos a nuestros deportistas y los colocamos en un altar, lejos de su humana condición.
Queremos ver en el héroe a un ser mítico, desprovisto de defectos y apetitos oscuros y mezquinos, pero la realidad nos agrede cuando ellos mismos, a través de dichos o acciones, demuestran que, como en todos nosotros, hay un ángel, pero también un demonio…
Y sucede que la fama y el dinero llegan, producto de sus gestas y sacan a flote al demonio rompiendo sus débiles talanqueras morales: Entonces se alinean con el poder perverso del establecimiento, se tornan arrogantes e insolidarios, defienden posturas incoherentes con su origen.
Y nos lastima y ofende encontrar en ellos esa faceta infame de nuestro pueblo que en otros se revela y se practica consuetudinariamente y se tolera y también se admira como “viveza”, “picardía”, “malicia indígena”: La cultura del atajo en su patética expresión…
Ojalá que la justicia despeje con toda contundencia y claridad las dudas que se arremolinan sobre nuestro querido Lucho, ojalá que se logre aclarar del todo la muerte de las cuatro víctimas y que la impunidad no sea el final de este mortal enredo.
