
Con los robots a la vuelta de la esquina, el 2025 nos encuentra en una realidad donde el ritmo del trabajo humano está intrínsecamente ligado a la velocidad de los chips y los softwares que orquestan los sistemas modernos.
Una pequeña muestra de esto la viví trabajando en un centro de reparto de Amazon. Cada mañana, lo primero era tomar un dispositivo del tamaño de un teléfono celular. Con él escaneábamos cientos de paquetes en cadena, pero no era solo un escáner: era el centro nervioso de un sistema que marcaba cada paso. Cada segundo, cada error, cada desvío estaba registrado, cronometrado, comparado. El trabajo tenía más que ver con la lógica del algoritmo que con el esfuerzo humano. Tengo un gran respeto sobre todo por jóvenes mujeres que vi haciendo esfuerzos físicos y mentales extremos. Muy competitivas.
Ese mismo principio se aplica hoy en casi cualquier sector. No solo en la logística. También en oficinas, bancos, plataformas de atención, fábricas. Todos bailamos al ritmo de un software, una nube o un microprocesador que nunca se cansa. La productividad ya no se mide en horas trabajadas, sino en respuestas por minuto, paquetes por segundo, tareas por clic.
El avance de los chips —cada vez más pequeños, más rápidos y más inteligentes— ha reformulado lo que significa «ser eficiente». Pero también ha instalado una nueva frontera: el límite de lo humano. Porque con la inminente aparición de trabajadores humanoides y la integración de IA en procesos cotidianos, la pregunta que flota en el ambiente ya no es si podremos competir con las máquinas, sino hasta cuándo.
Las computadoras se mudan a las casas.
En un artículo emblemático de Time aborda precisamente ese tema. Publicado el 30 de agosto de 1982 bajo el título “Computers: The Real Apple of His Eye”, el reportaje explora cómo la irrupción de las computadoras personales en los hogares comenzó a alterar la dinámica de las relaciones de pareja y a extender las jornadas laborales más allá del horario tradicional.Time
El artículo relata casos de personas que, al adquirir computadoras como la Apple II, se sumergían durante horas en su uso, descuidando la interacción con sus parejas. Por ejemplo, una terapeuta familiar de Chicago expresaba sentirse abandonada cuando su esposo pasaba todo el día frente al computador, incluso en días soleados. Otro caso mencionado es el de un profesional de procesamiento de datos que, absorbido por la tecnología, perdía la noción del tiempo y llegaba tarde a casa, lo que eventualmente contribuyó a la separación con su esposa.
También señala que esta situación no era aislada. Psicólogos como Thomas McDonald observaban un aumento en casos de estrés relacionado con el uso excesivo de computadoras, donde las personas intentaban seguir el ritmo de máquinas que nunca descansan y operan con lógica perfecta, lo que contrastaba con la naturaleza emocional y no lineal de las relaciones humanas.Time
En enero de 1983, la revista Time publicó una portada emblemática titulada “The Computer Moves In”, donde nombraba a la computadora como el personaje del año. Esa portada no solo señalaba un avance tecnológico, sino un cambio cultural profundo: las computadoras pasaban de ser objetos lejanos a ocupar un lugar cotidiano en nuestras casas y oficinas. Aunque al principio se usaban como máquinas de escribir sofisticadas, ya en ese entonces empezaban a moldear nuestras rutinas, decisiones y relaciones. Era el principio de una nueva era.
El Intel 4004 en 1971, fue uno de los primeros microprocesadores comerciales, que operaba a menos de 1 MHz. Luego llegó el Pentium, y de ahí en más, la velocidad no paró de aumentar. Hoy, cualquier smartphone tiene un chip más potente que las computadoras de escritorio de hace apenas una década. Procesadores como el Apple M1, Snapdragon o los chips de Samsung ya permiten hacer tareas que antes solo eran posibles con grandes servidores.
Y lo más llamativo: todo eso cabe en tu mano.
Si hay una empresa clave en este nuevo orden, es NVIDIA. Lo que empezó como una marca de tarjetas gráficas para gamers terminó siendo el corazón de la inteligencia artificial moderna.
Sus GPUs son esenciales para entrenar modelos de IA, analizar datos, generar imágenes, y más. Procesan en paralelo y a gran velocidad, y son responsables de que hoy la IA pueda hacer en minutos lo que antes tomaba semanas.
Hasta ahora, las computadoras funcionaban con bits: 0 o 1. Encendido o apagado. Todo lo digital se construye con esa lógica binaria. Pero la computación cuántica cambia las reglas del juego. Usa qubits, que permite resolver problemas complejos mucho más rápido. Literalmente, en segundos en vez de años. Todavía está en una fase inicial, pero es claro que abrirá una nueva etapa en la relación entre humanos y máquinas.
Este fenómeno, sin embargo, no solo tiene implicaciones tecnológicas, sino también filosóficas y éticas. En su libro Homo Deus, el historiador Yuval Noah Harari plantea que estamos entrando en una nueva era en la que el humanismo, tal como lo conocemos, comienza a ser cuestionado por la tecnología. Harari menciona el concepto de dataísmo, una nueva corriente ética que pone en cuestión la centralidad de los humanos como el sistema de procesamiento de datos más sofisticado del universo. Hasta ahora, los humanos eran especiales porque procesaban la información de manera más eficiente que cualquier otra forma de vida. Pero con la llegada de la IA y los procesadores cuánticos, esto ya no es cierto. Las máquinas ahora están procesando datos a una velocidad que supera por mucho nuestra capacidad cognitiva.
Con todo este avance, la pregunta es inevitable:
¿Podremos seguir el ritmo?
¿Seremos útiles en un mundo donde las máquinas piensan más rápido, responden mejor y no necesitan dormir? Porque la velocidad ya no es una herramienta: es una exigencia.
Y no solo para el trabajo. Es la lógica del silicio: producir, rendir, no detenerse.
Y los humanos, que solíamos marcar el ritmo, ahora solo tratamos de no quedar fuera de la carrera.
“La humanidad solía ser el centro de procesamiento de datos del universo. Hoy, estamos a punto de ser reemplazados por las máquinas. La pregunta es: ¿cómo nos adaptaremos?”
Creditos: https://callejaswords.com/blog/f/vivimos-y-trabajamos-al-ritmo-de-los-chips

Con los robots a la vuelta de la esquina, el 2025 nos encuentra en una realidad donde el ritmo del trabajo humano está intrínsecamente ligado a la velocidad de los chips y los softwares que orquestan los sistemas modernos.