
Mirando un poco hacia atrás en las sucesivas civilizaciones que nos han precedido hasta la actual, siempre nos encontramos con notas que se convierten en constantes. Tal vez haya cambiado el medio o los medios a través de los cuales las civilizaciones hayan seguido avanzando. Hemos cambiado las piedras y palos por flechas y lanzas. Posteriormente estás abrazaron a las espadas y lanzas con puntas ya no de piedra sílex, sino metálicas, bronce, hierro, llegando a pistolas, fusiles y subfusiles de asalto, barcos de guerra, tanques compactos, satélites, etc.
Hemos sustituido al mensajero por internet y a los confidentes por inteligencia virtual. Qué duda cabe que hemos avanzado, pero siempre hacia la misma dirección: El poder. Antes un pueblo invadía otro por el agua o las tierras, hoy ya se invade por las materias primas y sus fuentes de energía. Esto es, lo que en definitiva explica gran parte de los 56 conflictos armados abiertos que hay en nuestro mundo. El problema no es sólo la guerra en sí, el problema es que ha existido siempre.
Para ser una civilización que sólo es capaz de ocupar el 3% del planeta, me temo pecamos de algo de vanidad y, lo que es peor de prepotencia. Aún no hemos sido capaces como planeta de aprovechar su rico manantial de energía para que todos vivamos mejor y, cuando digo todo, me quiero referir no sólo a los ya más de 8 mil millones de humanos que pueblan ese 3%, sino también al planeta mismo que nos acoge, ya que no somos más que unos inquilinos del mismo que se cree que lo tiene en propiedad. Tenemos la fantasía que somos dueños de la tierra que pisamos y no nos damos en cuenta que construimos encima de ella sin su permiso. Sencillamente el planeta nos da permiso para habitarlo y no al revés.
Aun así, seguimos empecinados en creer que conquistamos algo cuando invadimos otro pueblo. Nuestra vanidad nos hace creer que hemos ganado algo, en realidad es todo lo contrario. Con cada muerte en guerra es un fracaso. Un fracaso de la misma civilización que la provoca, porque ya lo dijo el célebre general y filósofo chino Sun Tzu: La mayor victoria en una batalla es aquella que no se da. Por tanto, en base a estas sabias palabras, la humanidad como tal no ha ganado aún ninguna batalla, porque las ha librado todas.
Este el sistema que viene, un sistema de más guerras y más autoengaños, sobre todo a nosotros mismos, ya que tenemos la fantasía en el mundo occidental vivimos mejor, yo me preguntaría si realmente estamos viviendo. Un sistema que generará un mundo más fragmentado y que no sólo nos hará que pidamos permiso para vivir, sino también para no morir.
Pero tranquilos, ya ha nacido el líder político que, desde su ignorancia y mediocridad, desencadena la última de las guerras: La guerra nuclear. Para mí ese líder deberá reunir al menos dos condiciones: Estar loco y ser tonto. Es decir, estar en el sentido de estado que no tiene que ser parte de su esencia y ser como parte de su personalidad invariable, su forma frecuente de responder al mundo. Al menos para mí ese dirigente ya está dirigiendo un país, no digo su nombre porque como decimos en nuestro universo hispano, a buen entendedor pocas labras bastan.
