

En una carta cargada de emoción, sabiduría y urgencia histórica, el expresidente uruguayo José «Pepe» Mujica ha llamado a los líderes de América Latina y el Caribe a asumir con voluntad política el compromiso de la integración regional, en vísperas de la Cumbre de Jefas y Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se celebrará este miércoles en Tegucigalpa, Honduras.
Dirigiéndose directamente a los presidentes de Colombia, Brasil y Honduras —Gustavo Petro, Luiz Inácio «Lula» da Silva y Xiomara Castro—, Mujica pidió abandonar la retórica vacía y construir, con acciones concretas, la solidaridad entre los pueblos del continente. “La integración regional es una meta”, escribió, “pero el camino —que trasciende gobiernos e incluso a nosotros mismos— debe ser la proliferación de proyectos concretos, viables, que lleven a los hechos la solidaridad que proclamamos”.
En un tono a la vez fraterno y desafiante, Mujica reservó un mensaje especial para el presidente colombiano, quien asumirá la Presidencia Pro Tempore de la CELAC. “Te toca, querido Petro”, le dijo, consciente del simbolismo y la responsabilidad que conlleva este liderazgo en un momento en que la región enfrenta profundas tensiones económicas, desafíos en innovación tecnológica y una fragmentación que amenaza con minar décadas de esfuerzos por la unidad.
Mujica no esquivó la realidad: reconoció que las decisiones que moldean el destino del mundo se toman lejos del sur, pero insistió en que la única forma de hacerse escuchar es unirse. “Hoy las grandes decisiones que mueven al mundo se toman en otras partes, lejos de nuestra mesa. Es necesario construir cercanía en nuestra región para hacernos oír a nivel internacional”, afirmó.
Con la serenidad que otorgan los años y la experiencia, Mujica se presentó como un testigo de lo que está en juego. “Yo estoy al final de mi partido”, confesó. “Y es por eso que les pido que no abandonen el esfuerzo por la unidad de nuestro continente, que no dejen apagar la llama de la integración y solidaridad regional”.
Lejos de sugerir soluciones grandilocuentes o estructuras burocráticas nuevas, el exmandatario fue claro: las herramientas ya existen, lo que falta es voluntad. “No es necesario crear instituciones nuevas”, señaló. “Ya tenemos las necesarias para trabajar y mostrarle a nuestra gente que el esfuerzo conjunto entre nuestros países mejora su vida”.
Para Mujica, la innovación no se limita a la tecnología. También se trata de cómo se gobierna, cómo se dialoga y cómo se rectifica. “La innovación no llega solo desde la tecnología, sino también en nuestra manera de actuar, tomando en cuenta todo lo que no pudimos, no quisimos o no supimos hacer”.
Cerró su carta con una lección de realismo y esperanza, proponiendo una integración que no sea rígida ni excluyente, sino abierta y evolutiva. “No alcanza con unirnos, debemos caminar juntos, y si en ocasiones no es posible, las puertas deben estar abiertas para salir y para volver cuando sea posible. Debemos ser capaces de construir un consenso progresivo que no nos paralice y que permita avanzar a quienes estén en condiciones y sumar luego a quienes así lo decidan”.
Desde su retiro, Mujica alza la voz como quien deja testamento político. Su mensaje no es una despedida: es una advertencia, una súplica y, sobre todo, un llamado urgente a actuar con coraje y visión.
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