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Colombia | Exportación de electricidad generada con gas: la propuesta técnicamente viable y científicamente sustentada del presidente Petro

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Las palabras del presidente Gustavo Petro, quien afirmó recientemente que Colombia puede “exportar gas por cables eléctricos”, generaron confusión e incluso burlas en algunos sectores de la opinión pública. Sin embargo, esta afirmación, lejos de ser una equivocación, responde a un concepto bien establecido dentro de la ciencia energética y la ingeniería de sistemas eléctricos: la conversión termoeléctrica del gas natural y su integración en el comercio transfronterizo de energía eléctrica.

En términos técnicos, el mandatario no se refería a transportar gas físicamente por cables —lo cual es imposible desde cualquier punto de vista físico—, sino a utilizar el gas natural como fuente primaria para generar electricidad, que sí puede ser exportada a través de redes de interconexión de alta tensión. Este enfoque, completamente viable, se encuentra en operación en numerosos países, y representa una de las estrategias más eficientes de agregación de valor al gas.

El proceso en cuestión se basa en la generación termoeléctrica en ciclo combinado. A grandes rasgos, se quema gas natural en una turbina para producir energía térmica. Este calor, mediante la expansión de gases, acciona una turbina que mueve un generador eléctrico. Pero ahí no termina: los gases calientes que resultan de esta combustión aún tienen energía suficiente para producir vapor de agua, que impulsa una segunda turbina. Este sistema, conocido como ciclo combinado, permite eficiencias superiores al 60%, lo que representa un estándar técnico de alto rendimiento dentro de la industria energética.

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La electricidad producida se transforma a tensiones elevadas —de 230 a 500 kilovoltios— mediante subestaciones, y luego puede transportarse a largas distancias a través de redes de transmisión con pérdidas mínimas. En este punto es donde entra el concepto de interconexión regional: si existen vínculos eléctricos con países vecinos, como ya ocurre entre Colombia y Panamá, esa electricidad puede exportarse sin necesidad de transportar físicamente el gas.

Colombia, en efecto, posee una interconexión eléctrica internacional activa con Panamá desde 2010. Esta infraestructura, diseñada para transmitir hasta 300 megavatios, permite el intercambio de electricidad con Centroamérica y abre la puerta a un mercado energético más amplio y rentable. En este esquema, el gas colombiano puede ser convertido en electricidad en centrales como Termocandelaria o Termoflores, y esa energía enviada a otros países sin mover una sola molécula de gas.

Esta estrategia representa una optimización económica significativa. Exportar gas implica costos asociados al transporte por gasoducto o su conversión en gas natural licuado (GNL), un proceso que requiere plantas de licuefacción, transporte criogénico y regasificación en destino. En cambio, al generar electricidad localmente y exportarla por cables, se eliminan estos eslabones costosos de la cadena, se mejora la eficiencia logística y se obtiene mayor valor por unidad de energía producida.

Además del beneficio económico, existe una ganancia geoestratégica: Colombia puede posicionarse como proveedor estable y confiable de energía para Centroamérica, reforzando su liderazgo regional y promoviendo la cooperación energética en tiempos en los que la seguridad y la transición energética son prioridades compartidas.

Este modelo no es nuevo ni exclusivo de Colombia. México exporta electricidad generada con gas a los Estados Unidos. España transforma gas argelino en electricidad para consumo interno y exportación a Europa. Egipto hace lo propio con energía exportada a Israel y Jordania. En todos estos casos, el principio es el mismo: transformar el gas en energía eléctrica exportable. Es una fórmula probada, eficiente y alineada con los objetivos de sostenibilidad. La Agencia Internacional de Energía (IEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han promovido por años la integración energética regional como uno de los pilares del desarrollo económico sostenible. La infraestructura energética compartida no solo optimiza recursos, sino que permite balancear cargas entre países, mejorar la resiliencia de los sistemas y reducir emisiones al aprovechar mejor la capacidad instalada.

Por tanto, lo que planteó el presidente Petro no es una ocurrencia, ni un error conceptual, sino una visión estratégica respaldada por fundamentos científicos, técnicos y económicos. En esencia, se trata de transformar el gas en un servicio energético más limpio, más valioso y más útil para la región.

En la transición hacia una matriz energética más limpia, el gas natural sigue teniendo un papel protagónico como fuente de respaldo confiable. Pero si además se convierte en un vehículo para la exportación de electricidad, entonces deja de ser solo un combustible: se transforma en una palanca de desarrollo regional y de integración económica.

La frase del presidente, “exportar gas por cables eléctricos”, tal vez simplificó un proceso complejo. Pero detrás de esa simplificación hay una verdad técnica incuestionable: la energía que produce el gas sí puede viajar por cables. Y Colombia está en condiciones de liderar ese proceso.

El periodismo no puede ser burla ni complacencia

Muchas voces críticas se expresaron por la forma en que la prensa en colombia enfocaron la noticia con descalificaciones, sin sustento científico en esta caso. Pedro Suárez, afirmó categóricamente que había escuchado en la Hora de la Verdad un medio colombiano, una nota descalificando al jefe de estado..  «días recientes, algunas voces de los medios reaccionaron con sorna ante una afirmación del presidente Gustavo Petro sobre la exportación de energía generada con gas. Sin ofrecer explicaciones técnicas ni consultar fuentes especializadas, varios periodistas optaron por la descalificación fácil y el comentario irónico, sin aportar ningún argumento científico que respaldara sus críticas. Eso no es periodismo.»

..»El verdadero periodismo se basa en la búsqueda de la verdad, el rigor informativo y la responsabilidad de explicar lo complejo de forma clara y honesta. Requiere contexto, investigación, consulta a expertos y, sobre todo, respeto por la inteligencia de la audiencia. Convertir la ignorancia en burla no solo empobrece el debate público, también degrada el oficio. Criticar es legítimo. Pero burlarse de lo que no se entiende, o de lo que no se quiere entender por conveniencia o complacencia, no es crítica: es ligereza disfrazada de opinión. El país merece un periodismo que informe, que cuestione con fundamentos y que enriquezca la discusión pública. Lo demás es espectáculo, ruido, y una peligrosa renuncia al deber de informar con verdad.» concluyó

carloscastaneda@prensamercosur.org


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