El eurodiputado francés Raphaël Glucksmann indignó a Estados Unidos la semana pasada con una petición inverosímil: devolver la Estatua de la Libertad. El socialista galo exigió recuperar el monumento que Francia le había regalado a los estadounidenses en 1885 para conmemorar el centenario de su independencia. Lo hizo tras sugerir que Washington se había posicionado “del lado de los tiranos”, en reacción a los ataques contra Europa del presidente estadounidense, Donald Trump, y a su acercamiento hacia Rusia. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, respondió que, gracias a Estados Unidos, “los franceses no están hablando alemán en este momento”, aludiendo a su papel en las dos guerras mundiales.
El cruce de declaraciones entre Glucksmann y Leavitt ilustra el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Europa desde que Trump regresó al poder en enero. Sin embargo, no es casual que el protagonista de esta disputa sea un francés. Durante décadas, Francia ha sido el país europeo que más ha alertado sobre el peligro de la dependencia de Europa hacia Estados Unidos. Con el regreso de Trump, sus advertencias se han convertido en una profecía para el Viejo Continente.
Una desconfianza histórica
La relación de Francia con Estados Unidos ha oscilado entre el apoyo mutuo y la desconfianza. Los franceses fueron un aliado crucial para las Trece Colonias en la guerra de independencia contra el Reino Unido entre 1775 y 1783. Francia también influyó con las ideas de la Ilustración en la implantación de la democracia liberal en Estados Unidos, y contribuyó a su expansión territorial hacia el oeste, cuando Napoleón vendió la región de Luisiana en 1803. Del mismo modo, las tropas estadounidenses resultaron determinantes para que Francia y los Aliados pudieran derrotar a Alemania en las guerras mundiales.
David Gómez
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