

Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego… y no tenían olor a fuego (Dan 3:26–27, NVI).
Salieron del fuego y ni siquiera tenían olor a fuego. Pienso que eso es maravilloso… Un gran esfuerzo del adversario en el horno de fuego… es dejar las marcas y el olor en nosotros de tal manera que durante todos los días siguientes la gente asocie con nosotros el asunto del sufrimiento y la prueba.
Ya veis lo que esto hace: atrae la atención hacia nosotros, y al diablo no le importa, porque si atraemos la atención hacia nosotros, el Señor está escondido. Tener un olor a quemado en nuestro derredor significa que el sufrimiento y la prueba por la que hemos pasado han empañado la gloria. El enemigo siempre busca robarnos nuestro gozo y frustrar el deseo del Señor de que seamos irradiadores de Su gloria…
Salir de la prueba de fuego de nuestra fe sin olor a quemado significa, creo, el cumplimiento de aquella palabra de Pedro: “ A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis grandemente con gozo inefable y glorioso ” (1 Pedro 1:8)… El Señor nos dará la corona de un tiempo desesperadamente oscuro, de tal vez años de sufrimiento, de prueba de nuestra fe, gozo indescriptible, lleno de gloria.
– T. Austin-Sparks
Reflexión: Piensa en tu propia vida. ¿Huele a fuego en ti de alguna manera? ¿Te quejas de tu vida? Por difícil que sea de entender, Dios puede convertir nuestras vidas en una vida de alabanza y gratitud. Pídele a Dios que lo haga por ti hoy.
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