

El comentario bíblico realizado por la Pontificia Unión Misional (PUM) sobre las bienaventuranzas en el Evangelio de Lucas destaca el contexto y la formulación única de estas enseñanzas de Jesús.
Enfatiza la predilección divina por los pobres, hambrientos, sufridos y perseguidos, a quienes Jesús se dirige directamente en segunda persona. Estas bienaventuranzas no glorifican la condición de necesidad, sino que prometen la cercanía de Dios para transformar sus vidas.
El texto concluye con una reflexión de un misionero en Myanmar, subrayando la relevancia actual de este mensaje en un contexto de violencia, y cómo las bienaventuranzas representan un llamado a la acción para los seguidores de Cristo en el mundo contemporáneo.
VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (AÑO C)
Jer 17,5-8; Sal 1; 1Cor 15,12.16-20; Lc 6,17.20-26
COMENTARIO
El pueblo amado del Señor
Siguiendo nuestro camino misionero con la Palabra de Dios en los domingos del Tiempo Ordinario del Año C, el evangelio de hoy nos hace escuchar de nuevo las bienaventuranzas de Jesús en la versión de San Lucas. De una parte, las bienaventuranzas lucanas reflexionan acerca de aquellas más conocidas y meditadas que están en el Discurso de la Montaña en el evangelio de San Mateo. Por otra parte, estas bienaventuranzas tienen sus propias características en lo que se refiere al contexto de su proclamación y a su formulación. Estas particularidades enriquecen y completan la enseñanza de Jesús; por eso, tienen que ser profundizadas y meditadas también hoy, en la situación actual de nuestro mundo, para recibirlas dignamente y vivir con un impulso fresco el Evangelio de Cristo, que es sabiduría y belleza antigua, aunque siempre nueva.
- El bello icono de la predicación misionera universal
Para San Lucas evangelista, la proclamación de las bienaventuranzas de Jesús de tiene lugar en un contexto similar y solemnísimo al de San Mateo: los Doce están a su alrededor. Este último evangelista, sin embargo, “coloca” a Jesús en el Monte, lugar común del encuentro con la divinidad, que refiere también al Sinaí, donde Dios ha dado la ley a su pueblo por medio de Moisés. San Lucas, en cambio, “ve” a Jesús que «Después de bajar con ellos [los Doce], se paró en una llanura». (Por eso, el discurso de Jesús que sigue en Lucas es llamado por los exégetas el “Discurso del llano”, mientras que el de Mateo es conocido como el “Discurso del Monte”).
En este lugar y ocasión, San Lucas transmite una bellísima imagen de los oyentes, divididos en tres círculos concéntricos en torno a Jesús. El primer círculo, está compuesto por los Doce; el segundo, por «un grupo grande de discípulos»; el tercero, por «una gran muchedumbre del pueblo» provenientes de todo el mundo hebreo (representado por Judea y Jerusalén) y no hebreo (representado por Tiro y Sidón). Se nos describe así el bello icono de la predicación cristiana con una “cadena” de transmisión que va de Jesús a los Doce, después a los discípulos, para llegar finalmente a la multitud (Jesús – los Doce – los discípulos – la gente). No se trata de intermediarios interminables entre Jesús y la gente, porque Él hablaba y habla directamente al corazón de quien lo escucha. Los grupos de los Doce y de los discípulos, en cambio, están hechos para transmitir el mensaje de Jesús siempre más lejos. Así, lo que era cierto físicamente en aquel tiempo en el “llano”, vale simbólicamente para cada tiempo en todo el mundo. A través de los suyos, la voz de Jesús se expande a toda la tierra. Él tiene necesidad, incluso hoy, de mensajeros para llevar a la gente de todo lugar su evangelio con la potencia del Espíritu, aquel anuncio del amor de Dios, sobretodo a los que, cansados y desesperados por la opresión y el peso de la vida, lo están esperando.
- El pueblo de los pobres, hambrientos, abatidos, perseguidos
Las bienaventuranzas abren el anuncio concreto de la buena noticia que Jesús cumple en cuanto consagrado y enviado de Dios para “evangelizar los pobres”, según la declaración solemne en la sinagoga de Nazaret. A diferencia de Mateo, San Lucas reporta cuatro bienaventuranzas que parecen expresar la universalidad, como los cuatro puntos cardinales de la tierra. Además, mientras que las bienaventuranzas en San Mateo tienen la forma de la tercera persona plural (“Dichosos los pobres”, “Dichosos los hambrientos”), el mensaje de Jesús en San Lucas se expresa en la segunda persona, dirigiéndose directamente a sus discípulos: «Dichosos ustedes los pobres», «Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre»… Por lo que parece, esta formulación lucana quiere, no solo transmitir el carácter universal del discipulado de Cristo (como en San Mateo), sino que también acentuar aún más la predilección divina por estas categorías de discípulos: pobres, hambrientos, sufridos, perseguidos. Si en el AT se exclama: «dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor» (Sal 144, 15), ahora este pueblo beato de Dios será el de los hombres y mujeres, de toda nación y lengua, que están privados del necesario para la vida, del pan cotidiano o de todo derecho humano. Son dichosos, no por su condición deplorable de la cual es necesario salir, sino porque Dios en Cristo se les hace concretamente cercano para cambiar su suerte ahora y hoy, a través de sus discípulos enviados al mundo.
- Un mensaje encarnado
Termino el comentario con una preciosa reflexión sobre las bienaventuranzas de Jesús que un experimentado misionero ha enviado de Myanmar –tierra maravillosa, pero que últimamente ha sido martillada por la violencia. Son pensamientos que brotan del corazón:
El pueblo de Myanmar, en su silencio, sabe habitar el dolor. Veo a este pueblo con una admiración y respeto que no había experimentado antes en mi vida. Es un pueblo que suscita afecto, al que no se puede sino amar. Pienso que este pueblo es como el pueblo de las bienaventuranzas.
Dichosos los pobres en el espíritu y dichoso el pueblo de Myanmar que, en su impotencia ante del mal, sabe que su corazón es una fuerza inviolable, impenetrable.
Dichoso aquellos que lloran y dichoso el pueblo de Myanmar que, en sus familias rasgadas y divididas por la violencia, llora para “regar su futuro”, para dar gozo a los hijos e hijas de una tierra que llora como un gesto de intimidad con la propia historia. (…)
Dichosos aquellos que tienen hambre y sed de justicia y dichoso el pueblo de Myanmar, que sabe bien que la justicia no es un derecho heredado de la historia, sino un camino difícil y doloroso, una opción de vida por la cual es necesario estar dispuesto a morir.
Dichosos los misericordiosos y dichoso el pueblo de Myanmar, que no busca venganza, no la desea y no la estima, sino que pide solamente poder vivir en paz y ser dejado en paz.
Dichosos los puros de corazón y dichoso el pueblo de Myanmar, con el que es hermoso vivir, del cual aprendo qué cosa es el perdón, del cual aprendo qué es el gozo de las cosas simples, del cual aprendo qué es la paciencia, qué cosa es el amor que todo cubre, ¡y con el cual estoy descubriendo qué cosa es la felicidad!
Dichosos los que procuran la paz y dichoso es el pueblo de Myanmar, porque de su propia sangre ha aprendido a construir la paz, ha aprendido a desearla para todos; y dichoso el pueblo de Myanmar, porque cada día no solo ora pidiendo la paz para sí mismo, sino que ora por la paz de los pueblos, por la paz de la humanidad, porque la paz es bella.
Dichosos los perseguidos por la justicia y dichoso el pueblo de Myanmar, porque en esta persecución aprende la unidad, vive la generosidad, enseña la perfecta alegría.
Dichosos ustedes cuando los insulten, los persigan y, mintiendo, dirán todo tipo de males, y dichoso es el pueblo de Myanmar que sabe esperar el bien, que sabe hablar el vocabulario del Reino de los Cielos. Dichoso el pueblo del Myanmar que sabe hablar de amor y, cuando habla, dice la verdad. Sabe hablar de reconciliación y, cuando habla, dice la verdad. Sabe hablar de fidelidad y, cuando habla de eso, dice la verdad.
El pueblo del Myanmar es tímido, se avergüenza cuando es el centro de atención, se sonroja delante de las alabanzas. El pueblo del Myanmar es fuerte y delicado: tiene una fuerte delicadeza. Sabe amar con fidelidad y se deja amar con docilidad, pero solicita ser visto y amado con la misma delicadeza con la cual ama, porque tiene muchas heridas.
Ayer en noche, tarde, desde la habitación en la que escribo ahora, oía las voces de las familias que rezaban el rosario: una voz que rasgaba la oscuridad, una oración que penetraba las tinieblas, iluminándolas. Así era como imaginaba el silencio del pueblo del Myanmar: habla en la oscuridad, habla con la tiniebla, porque la sabe vivir y, eso significa, que sabe iluminarla.
Te escribo estas líneas con una petición: que un pueblo tan bello no caiga en nuestro silencio. Por favor: ¡Hablen de él! Hablen de este pueblo con cualquiera: en el trabajo, en la familia, con los amigos, en la escuela, en el bar, con tus compañeros de equipo, con tu novio o tu novia, durante tus homilías, con el médico de familia. Con cualquiera.
Si puedes, ¡habla de ello! Con delicadeza, porque este pueblo tiene una lección importante que dar a la historia de la humanidad: este pueblo, como pocos, encarna el discípulo del Reino de los Cielos en la historia, que hecho semilla, cae en la tierra y muere, pero dona vida.
Oh Dios, que rechazas los soberbios
y donas tu gracia a los humildes,
escucha el grito de los pobres y de los oprimidos
que se levanta hasta ti desde toda la tierra:
rompe el yugo de la violencia y del egoísmo
que nos hace extraños a los unos de los otros,
y haz que acogiéndonos mutuamente como hermanos
nos convirtamos en signo de la humanidad renovada en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pamela Arnez
Fuente de esta noticia: https://boliviamisionera.com/2025/02/13/comentario-biblico-misionero-las-bienaventuranzas-abren-el-anuncio-concreto-de-la-buena-noticia/
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