

Por décadas la celebración de esta fecha de Navidad se identifica como comercial, y ese despliegue publicitario que hacen las grandes marcas de tiendas, de bebidas, es impresionante, con el majestuoso caballero, de contextura gruesa, con barba y cabellos blancos como el algodón, y su infaltable carcajada que anuncia que llegó y trae muchos regalos, para todos los niños.
Creo enfáticamente que todo vale, cuando de pequeños creemos en esa magia del trineo y de los renos viajando por todo el mundo a dejar obsequios, es el encanto del niño haciendo la carta, prometiendo portarse mejor este año, con la consigna de que este personaje de traje rojo te traiga el regalo de tus sueños, esa magia que le creamos a los niños, es única, es hacerlos soñadores, les enseña a tener confianza y esa fe debe ser siempre complementada con el conocimiento de la verdadera razón de la Natividad del Mesías.
Hay miles de religiones, que profesan fe al creador, pero la biblia, el libro sagrado es uno solo, interpretada por cada culto desde un enfoque diferente. Pero lo importante es que existe el nacimiento de un ser que vendrá a salvarnos, que hay un hombre llamado José que cree en el mensaje de un Ángel, que anuncia que su esposa tendrá al salvador de la tierra y su embarazo es obra y gracia del espíritu santo.
Que una estrella los guiará a Belén para protegerlos de la persecución del Rey Herodes en Nazaret, y esa misma estrella llevará a los 3 reyes magos, que representan los regalos con la mirra, el oro y el incienso, para venerar al niño Jesús.

Es o no maravillosa la historia de devoción, de esperanza, de protección; del padre a su esposa de su esposa al creador, es un símbolo de resiliencia y amor incondicional.
Jesús nuestro salvador nace un 25 de diciembre y cada año, miles de hogares en Latinoamérica, representan ese pasaje bíblico con niños vestidos de José, de la Virgen María, de los pastores, de los ángeles, reuniendo a la comunidad en “Posadas, con canticos y villancicos que anuncia la alegría de poder recibir al niño Jesús”

En definitiva, soñar con ese mágico caballero de vestimenta roja llamado Papá Noel, no es nada malo, poner un árbol de navidad con luces y esferas de colores, alegra a las familias, pero nunca permitamos que sobrepase la realidad, de la verdadera celebración, de la esperanza del nacimiento de un salvador que nos promete paz, armonía en este mundo colapsado de maldad; y dejemos de vestirnos con piyama por la moda de “personajes fofos”, a Jesús tenemos que recibirlo de gala, porque es el Salvador del mundo.
