Se ha extendido a nivel popular, pero también en niveles socioeconómicos altos, la idea de que el uso regular de drogas pesadas no causa ningún daño. Sería de no creer que este rumor haya tenido su origen en científicos, aunque no se puede descartar totalmente, pues la intencionalidad de tal rumor es maliciosa, y como sabemos no todos los amigos de las ciencias y sus practicantes son siempre personas ordenadas al bien. Muchas de ellas están alineadas con la idolatría del dinero y es por ello por lo que pueden llegar a falsificar la información. Por fortuna, en nuestro país, médicos de excelente reputación se han ocupado de difundir la verdad.
El Dr. Guillermo Castro Quintela, exdirector del Departamento de Psiquiatría del Hospital Británico, catedrático en la Facultad de Medicina y expositor acerca del mal de las drogas pesadas como la marihuana y otras, asegura que sus consumidores presentan un 17% más –respecto de los tabaquistas comunes– de posibilidades para adquirir cáncer de pulmón. “Además, transforma la consciencia del individuo destruyendo su memoria reciente, incrementa probabilidades de demencia, produce desmotivación crónica, alucinaciones y paranoia […] e incide en el factor suicidio”, añade, por la instalación de depresión irreversible, ya que se pierde el para qué de la vida, pasando a existir en un vacío desesperante (agosto 2017, Liga de Turismo de Punta del Este).
En otros estudios llevados a cabo por el Dr. Gonzalo Barreiro & Cols. (agosto 2019) se estableció que hay significativos porcentajes de consumo de sustancias de abuso, incluyendo el alcohol, en los ambientes médicos, lo cual es obvio que pone en riesgo y degrada al normal ejercicio de la profesión. Podríamos seguir indagando en otros medios profesionales y tal vez nos asombraríamos cada vez más.
¿Qué pasa en la familia con los consumidores conflictivos?
Una gran falacia es la de dividir a estos respecto de los “consumidores no conflictivos”. Los usuarios habituales de sustancias de abuso siempre son problemáticos. La alteración pertinaz y gradual de ciertos sistemas cerebrales que se van desregulando cuando llamados “receptores cannabinoides”, neurotransmisores encargados de recibir a las sustancias cannábicas y similares para metabolizarlas y, eventualmente, eliminarlas, fracasan. Su absorción es tan veloz que no les alcanza el tiempo para su descarte y la producción de sus efectos resulta instantánea.
Precisamente esto es lo que buscan los drogadictos, ya que en general poseen personalidades ansiosas –con muy bajos niveles de tolerancia a la frustración y como consecuencia no saben esperar–, personalidades que suelen responder a estilos educativo/familiares y de constitución congénita adversos.
Los episodios de violencia intrafamiliar van in crescendo a medida que el individuo consume más; con la autoconsciencia alterada, puede que no se den cuenta a plenitud, “desconociendo” por ende los estragos materiales y emocionales que causan entre sus convivientes.
La verdad cruda es que no desconocen, pero usan a la negación extrema como mecanismo para autohabilitarse a perseverar en el hábito vicioso. Pueden llegar al homicidio debido a la desinhibición absoluta de sus impulsos agresivos, a golpes, a destrucción de objetos y, en fin, a la emergencia de que se deba llamar a la Policía y se los ingrese en áreas hospitalarias psiquiátricas con o sin su consentimiento.
¿Qué reciben una vez ingresados? No hay en Uruguay políticas realmente exitosas referidas a esto; se aborda al enfermo drogadicto con medicinas calmantes para disminuir su ECA (estado de consciencia alterado) y una vez logrado se le sugiere otra internación: en centros, en chacras, en otros lugares. Pero el paciente puede negarse, entregar su paquetito de cocaína o marihuana al médico, e irse tan campante… para repetir el episodio vaya a saberse cuándo.
Destrozos emocionales. Dejando de lado los episodios que incluyen muerte o daños físicos irreversibles, los males emocionales son lo peor en estos cuadros. Los drogadictos suelen presentar en general rasgos de psicopatía y paranoia, es decir, aspectos comportamentales que afectan su percepción de la realidad, así como de la auto regulación de sus emociones según lo ya expresado. Es por ello por lo que resulta muy difícil que acepten su culpa y su responsabilidad de los hechos provocados por ellos, acusando en cambio a otros de muy dañinas maneras; además suelen robar en su propio hogar y luego mentir al respecto como si nada, creando en sus víctimas dudas acerca de sí mismas: de su memoria, de sus equivocaciones, de su propia cordura y demás. Son comunes en ellos las mentiras y las manipulaciones, y tienen frases favoritas: “Yo no dije eso; tú te lo imaginaste” y “A mí qué me importa”, frases que no faltan en su repertorio manipulativo.
¿Hay un camino para el buen cambio? Un drogadicto habitual comienza con su adicción en el entorno de los 13 años. Como plantea el Dr. Castro Quintela, esta edad es nefasta ya que en el novel adolescente se altera su desarrollo psicosexual de manera significativa; los varones pueden ver negativamente afectada su sana producción de espermatozoides y las mujeres volverse a-ovulatorias, o sea, estériles. Otro grave daño para la salud, la familia y la sociedad.
La liberación del consumo de cannabis en Uruguay hoy amenaza con irradiarse hacia la cocaína. A partir del 10 de diciembre de 2013, mediante la Ley 19.172, se prometía que el Estado controlaría “toda la cadena, desde la producción hasta el consumo” (Reforma de las leyes de drogas en Uruguay. Guía básica. 30 de julio de 2015). Ello resultó un fracaso apabullante. Ha aumentado un 20% el consumo entre adolescentes y personas de otras edades jóvenes por fumarla o por “vapeo” o inhalación del humo con cigarrillos electrónicos que evitan el papel (El Observador, agosto 2024).
Como en toda enfermedad, la salida es la prevención, es decir, evitar que la persona se vea atrapada en el círculo vicioso.
¿La represión es un camino? Para los narcotraficantes, indudablemente. Para sus víctimas lo es la educación individual, grupal y familiar: escuelas, liceos, universidad, y esencialmente la familia con la participación de todos los integrantes, incluyendo niños a partir de los siete años. Un adulto bien preparado en el tema, integrante del núcleo, y que sepa convocar y reunir a todos para compartir su conocimiento siempre dispuesto a dialogar con firmeza, sería de inmensa ayuda.
Eso es lo que no tenemos… aún. Falta bastante; quizás no hay interés político en atender correctamente a padres, madres y abuelos que busquen buena información porque es un asunto que mueve millonadas de dinero en tanto más adictos crea, pero no es imposible. Será cuestión de organizarse con los profesionales de bien para difundir la verdad.
Elisa Flores
Fuente de esta noticia: https://www.xn--lamaana-7za.uy/opinion/consumo-de-drogas-y-psicosis-un-mal-muy-real/
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