La inauguración de los Juegos Olímpicos 2024, espectáculo de más de cinco horas que tuvo lugar el pasado viernes en el escenario natural de la capital francesa, tuvo poco de ceremonia y mucho de escenificación grandilocuente.
Con escasas alusiones a lo deportivo, más allá de la intervención de figuras destacadas del deporte llevando la antorcha, y algunos buenos momentos en lo musical, brillantes como la Torre Eiffel iluminada, el acto inaugural de los Juegos suscitó la polémica por una secuencia llamada “Festividad”, en la que aparecen figuras en una disposición que recuerda la representación tradicional de La última cena, celebrada por Jesús y sus apóstoles.
El autor de la citada escena, en la que aparecen drag queens y modelos trans alrededor de la mesa, presidida por una señora de proporciones muy poco deportivas, dijo haberse inspirado en el cuadro del siglo XVII pintado por Jan Harmensz van Biljert que se titula El festín de los dioses. La figura central, protagonizada por el cantante Philippe Katerine, es la del dios Dionisio, con el cuerpo semidesnudo pintado de azul.
No es esta la única escena en la que en el desarrollo de la inauguración aparecen personajes ambiguos, en actitudes que pretenden ser desconcertantes o representativas de la cultura woke y del progresismo radical, por más que la organización del evento haya afirmado que su intención era la de reafirmar “valores republicanos”. También llama la atención la inusitada presencia de niños en situaciones de marcada connotación erótica, acerca de la cual preferimos no aventurar opinión.
En suma, el acto inaugural, que pretendía ser inclusivo, terminó siendo excluyente por su énfasis en la exaltación de minorías. El creador de la polémica coreografía, ante la ola de protestas que significaron hasta el retiro de sustanciosos patrocinios publicitarios, negó haberse inspirado en la conocida escena de la iconografía cristiana, e incluso la organización del evento pidió disculpas a los que se hayan sentido ofendidos. Si bien la supuesta alusión a La última cena está en el centro de la polémica, también hubo en la fiesta detalles poco felices, como la figura de la reina María Antonieta guillotinada, innecesaria alusión a cuando, en nombre de la libertad, igualdad y fraternidad, se cometían las mayores atrocidades, como las indiscriminadas matanzas de la Vendée.
Está claro que no siempre lo transgresor es capaz de compensar carencias en lo estético. En el reciente festival de Eurovisión, se presentaba a los artistas poniendo énfasis en sus preferencias sexuales, como si esto fuera determinante en su valoración.
En la teoría de la comunicación existe un concepto fundamental por el que cierto significado, aunque no esté totalmente explícito en determinado contenido, es capaz de transmitir un mensaje al provocar en el receptor una asociación de ideas. Se trata entonces de un mensaje indirecto, connotativo, y tal es el caso de la percepción que el público ha tenido al asimilar la escena, supuestamente dionisíaca, con la última cena de Jesús con sus apóstoles.
Por eso, los defensores de la polémica secuencia, vista por millones de personas, defienden su neutralidad ética y si es posible sus valores estéticos. Pero muchas veces, y especialmente en el terreno de lo sagrado, ética y estética están íntimamente relacionados, y en este caso fracasaron las dos.
Mireya Soriano
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