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Un equipo de periodistas de DEF visitó uno de los más poderosos navíos de la US Navy, durante 24 horas, caminó por sus hangares, dependencias y salas de operaciones. Habló con altos jefes de la nave, pilotos y marineros de todos los rangos y especialidades.

 

DEF recorrió en 2008 los pasillos y hangares del portaaviones USS George Washington. (Fotos: Fernando Calzada)

En las últimas horas, zarparon, desde la Base Naval “Puerto Belgrano” los destructores ARA “La Argentina”, ARA “Sarandí” y la corbeta ARA “Espora”, de la Armada Argentina, para realizar el ejercicio Passex “Gringo-Gaucho II” con Estados Unidos.

La operación, de la que participará el portaaviones USS nuclear “George Washington”, tendrá lugar entre el miércoles 29 y el jueves 30 de mayo.

Hace 14 años que un portaaviones nuclear de EE.UU. no ejercitaba con las tropas nacionales. De hecho, en el año 2008, DEF pudo subir al USS “George Washington”, cuando el portaaviones participó del ejercicio “UNITAS” con las tripulaciones militares de Argentina, Brasil y Chile. En esta nota, la experiencia desde las entrañas del buque.

El buque insignia de la Armada de los Estados Unidos volvió al país luego de 14 años.

El portaaviones USS George Washington desde sus entrañas

En alta mar, a 100 millas de Mar del Plata, a bordo del portaaviones USS George Washington. Así comienza esta crónica (*). El enganche del Greyhound en la enorme nave, con los periodistas y fotógrafos de DEF es alucinante (la misma que experimentaremos más tarde, al despegar empujados por una de sus cuatro catapultas). Nos sentimos como en el filme Top Gun.

Y cuando se abrió la pequeña rampa trasera del estrecho bimotor donde viajamos con casco, antiparras, salvavidas, cinturones de seguridad y otras yerbas, la imagen de los cazabombarderos Súper Hornet F-18 nos puso el corazón a mil. Lo que habíamos visto en tantos y tantos filmes de guerra, estaba ahí… al alcance de la mano.

Uno de los cazabombarderos Súper Hornet F-18.

Las emociones de los enviados argentinos habían comenzado al mediodía de ese 4 de mayo, allá por 2008. De la mano del capitán de fragata Sergio Sánchez, segundo comandante de la Base Aeronaval Espora, iniciaron su aventura marítima. Luego de volar durante casi 40 minutos y a los 34.53 grados de latitud sur y 050.25 de longitud oeste, se produjo el descenso en el portaaviones George Washington.

Como buenos anglosajones, los americanos nos recibieron con amabilidad y… con una agenda bien cronometrada. 

El suboficial Daniel Sánchez, de origen colombiano, y dos chaperones que no se despegaron de nuestro lado, los tenientes de corbeta Frederic Martín y Bill Urban, oficiales de Relaciones Públicas, iniciamos la caminata por interminables pasillos. Como en un hormiguero, nos topamos con infinidad de marineros que iban y venían, hombres y mujeres. En esa especie de túneles, separados por aberturas redondeadas, llamaban la atención el brillo de los pisos, la limpieza, el orden y la identificación de cada lugar con paneles blancos y azules con números muy visibles.

Un equipo de DEF recorrió en 2008 el enorme portaaviones, en su paso por la Argentina y en el marco de un ejercicio conjunto con Brasil y Chile.

Portaaviones USS George Washington: entre una fuerte capacitación y un entrenamiento continuo

Después de varias vueltas y de trepar por empinadas escaleras, nos recibió el almirante Philip Cullom, comandante del Grupo de Portaaviones de Ataque 8, formado por cruceros, fragatas y destructores que acompañan al GW, en su derrota de 800 kilómetros diarios. En una especie de sala de conferencias, con una decoración digna de un hotel cinco estrellas, explicó las tareas que realizan.

Luego de destacar la calidad de los barcos y el desempeño de las tripulaciones de la Argentina, Brasil y Chile, que participaron en el ejercicio UNITAS 2008 con los Estados Unidos, se refirió a la necesidad de cooperación entre países para la lucha contra el contrabando, el terrorismo y el narcotráfico en la región.

Una de las salas de operaciones del buque.

El protocolo marcaba la visita al capitán del buque. En el puesto de mando, sentado en su poltrona de cuero, el commanding officer David Dykhoff, dueño de una batiente dentadura, develó el secreto de dirigir semejante navío. “Tenemos que buscar buenos marineros, crear el ambiente para que desarrollen todo su potencial, reconocer el buen trabajo que realizan, poner de manifiesto a los que se destacan y darles autoridad a los que tienen la responsabilidad de liderar a otros, resaltó”.

Llegamos hasta uno de los hangares. Nos esperaba una espectacular puesta de sol que se colaba por estribor. Gente por todos lados. Y aviones con sus entrañas al aire, motores en reparación, tanques suplementarios de combustible en el techo y varios sailors sacándole lustre a un helicóptero. Más allá, en uno de los enormes ascensores bajaban un avión F-18. En ese entorno, donde trabajan efectivos que no pasan de los 21 años, hablamos con Stephanie Green y  Sean Finn, elegidos por sus propios compañeros, el capitán y un grupo de jefes, como los marineros del mes.

Dentro del portaaviones cuentan con un shopping y mercados para abastecerse de víveres.

En las entrañas del portaaviones USS George Washington

“¿Where is Pete Maverik Mitchell?”, decimos apenas entramos en la sala de pilotos. Con una sonrisa generalizada,  los hombres en traje de vuelo y camperas tachonadas de distintivos y emblemas nos invitaron a pasar. Una red camuflada colgaba del techo. En una pared, un trapo negro con una enorme calavera y dos tibias cruzadas de color blanco, hacía honor al histórico escuadrón  VFA-103 Jolly Roger de la Segunda Guerra Mundial, acompañado por los emblemas de los Wildcats, Rhyno Improvements, Scorpion y ChekMate. En ese momento, había 61 aviones y helicópteros embarcados, entre Hornet, Super Hornet, Prowler, Hawkeye, Viking,  Hellos y Greyhound.

La espiritualidad es clave para los tripulantes. Para ello cuentan con una capilla para orar.

Nos acomodamos y escuchamos una detallada exposición sobre lo que hacen. “Se necesita una gran determinación para pilotear estas máquinas. Lleva tres años conocerlas para volarlas. Los pilotos tienen que ser físicamente capaces de soportar varios días en combate y hacer las maniobras sin errores”, expresa su jefe, el capitán Andrew Slim Whitshon.

En una sala de operaciones contigua, Troy Anderson dirige cada despegue y aterrizaje. “El secreto es entrenarse para lo peor”, asevera. En una de las pantallas que vigila con atención,  aparece un grupo de marineros que ocupa toda la pista y la recorre a lo largo y ancho cada dos horas,  para levantar cualquier desecho que haya quedado con el paso de los aviones.

El día a día de los tripulantes y el menú a bordo

¿Cómo hacen para pasar seis meses sin fumar ni tomar alcohol y ni qué hablar de relaciones sexuales?, es la pregunta del millón, ya en la sala de descanso de los suboficiales. Para Jeffrey Clark, el encargado de  todos ellos, el tema es sencillo. “Nuestra política de a bordo es desalentar las relaciones íntimas entre los marineros. Mantenemos la disciplina dándoles la oportunidad de hacer muchas cosas. Organizamos partidos de fútbol y básquet y jugamos al bingo, a las cartas y hacemos karaoke” (hay enormes gimnasios, salas de recreación y estar, un shopping, salas de juegos y hasta un pequeño lugar para fumar). La clave está en la tarea diaria que despliegan los tripulantes, entre 14 a 16 horas. Por supuesto, el cansancio puede más que todo.

El segundo al mando, comandante David Dober, aporta su grano de arena. “No fomentamos las relaciones amorosas; a veces se dan, pero no las alentamos. Hay reglas que no pueden romperse; por ejemplo, que un subordinado salga con un superior”.

Las autoridades de las Fuerzas Armadas nortamericanas supervisan el trayecto del USS George Washington.

La hora de la cena se nos vino encima. El comedor de oficiales estaba decorado sobriamente. Mesas con manteles y servilletas rojas. Todo era autoservice. Pasamos delante de los cocineros, tocados con el infaltable gorro y apuramos las vituallas. Había para todos los gustos. Desde langosta, pescados, carne de vaca (nos aclara una dependiente), pollo, hasta ensaladas, vegetales hervidos, postres y toda clase de bebidas sin alcohol. “Acá, como en el salón para suboficiales y marineros, siempre se puede comer. Se sirven pizzas, hotdogs, hamburguesas, papas fritas a toda  hora”, aclara el chef.

Al día siguiente, el desayuno presentó el consabido café con leche, jugos, facturas, tortas, tortillas, salchichas y las salsas a discreción. Bien a la americana. Nos acompañaba Fred, el capellán bautista, con quien entablamos una jugosa charla. “No somos combatientes. Tenemos que servir a nuestros hombres, no importa que combatan, construyan un edificio o manejen un taxi. Debemos atenderlos lo mejor que podamos. Somos oficiales navales y ministros de Dios con todo lo que eso implica y no para aprender a combatir o disparar”, expresó con convicción sobre su función.

El portaaviones USS George Washington puede llevar a bordo cerca de 80 aviones.

La visita tocaba a su fin. Como la frutilla del postre, presenciamos el ejercicio Gringo-Gaucho con la participación de los pilotos navales argentinos. En la despedida, saludamos al almirante Cullom. Un marinero le alcanzó una taza de café. Lo miramos y le advertimos para que no le sucediera lo mismo que al capitán en la peli Top Gun, cuando Tom Cruise pasó rasante con el F-14 por el puente de mando y le hizo volcar el líquido caliente sobre su impecable camisa. “Ahhh, a veces sucede…”, respondió con una sonrisa en perfecto castellano.

(*) Extracto del artículo escrito por Lauro Noro en la edición Nº 34 de revista DEF / Fotos: Fernando Calzada / US Navy.

 

Lauro Noro
Fuente de esta noticia: https://defonline.com.ar/defensa/la-experiencia-de-def-a-bordo-del-portaaviones-estadounidense-uss-george-washington/

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