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Jue. Nov 21st, 2024
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A la izquierda, Alejandro Astesiano custodiando a Luis Lacalle Pou cuando asumió como presidente. Foto: archivo Presidencia de la República

La reunión de prensa del presidente Lacalle Pou para controlar el big-bang político protagonizado por su círculo más confiable resultó un escarnio social evitando condenar a quienes se asociaron para ocultar pruebas e indicios a la Justicia, desaparecer celulares y destruir documentación certificada.

El presidente no destituyó a los implicados en esa burda conspiración cleptocrática, no se rasgó su investidura al comprobar cómo urdieron la trama del ocultamiento, confió en el honor de sus dimitentes y además confesó haber sido él quien los convocó en la Torre Ejecutiva de Presidencia donde se pusieron todos de acuerdo para eludir la orden del Poder Judicial.

De esta manera, Luís Lacalle Pou pasó a ser el principal sospechoso jerárquico del delito de obstrucción a la Justicia, o de un virtual desacato al Poder Judicial, citándolos para acordar una táctica negadora, cuando lo que correspondía era poner de inmediato en manos del juez la documentación que ocultaban.

Lacalle Pou desaprovechó la oportunidad de salir indemne de este descaro del poder y en lugar de condenar con vigor el latrocinio, que en su gobierno pasó a ser serial, apeló al sarcasmo y a la defensa de los autores del ocultamiento, exhibiendo el mancillado cemento ideológico que lo sostiene.

El costo político sobre el silencio de su participación en este escándalo dependerá de la investigación judicial. Pero ya la opinión pública escuchó su testimonio. Un hombre no puede ser admirado sino es creído. En la reunión de prensa Lacalle Pou probó una vez más que no es creíble. Como no lo fue cuando respaldó moralmente a su jefe de seguridad, Alejandro Astesiano, como no lo fue cuando creyó en la honestidad de su primera espada parlamentaria, Gustavo Penadés, como no lo es ahora cuando afirma creer en el honor de sus dos Ministros, sus dos viceministros y su principal mano derecha en comunicación.

El presidente no está haciéndose cargo como juró hacerlo. Para ser creíble no basta con exhibir algunas certezas y dejar la verdad colgando. No es creíble que todo lo tramado se haya realizado sin su consentimiento. Hasta pasó a saludarlos, para respaldar las palabras de su asesor especial.

Aún está a tiempo de exhibir sin pudor el grave error que lo tiene como protagonista jerárquico del máximo nivel. Eso se llamaría transformar el vicio en virtud. ¿Tendrá la valentía de hacerlo?

Fuente de esta noticias es de LARED21 Diario Digital:  Leer más


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