Columna de Opinión
Carlos Castañeda – Periodista @Carprensa
En los últimos años, el pueblo venezolano ha enfrentado innumerables dificultades, sufriendo la falta de empleo y oportunidades en medio de un contexto político y económico desafiante. Este sufrimiento es el resultado de una serie de factores, algunos de los cuales se remontan a gobiernos pasados caracterizados por la opulencia y el saqueo de los dirigentes.
En un tiempo de abundancia, las élites políticas se beneficiaron mientras la gran mayoría de la población luchaba por sobrevivir. Muchos de aquellos que se beneficiaron de estas prácticas corruptas trasladaron sus fortunas al extranjero, dejando atrás a un país quebrado. Paradoja cruel, ahora son los mismos que contribuyeron al declive de Venezuela quienes intentan ofrecer soluciones a la crisis que ayudaron a crear.
Incluso figuras políticas de otros países, como un expresidente de Colombia, contribuyeron al sufrimiento del pueblo venezolano al involucrarse en asuntos internos. Sus acciones llevaron a la destrucción de familias y al asesinato de jóvenes que luchaban por el sustento de sus seres queridos. Estos jóvenes desesperados cruzaron las fronteras en busca de una vida mejor, solo para enfrentar la discriminación y la violencia, muchas veces con la complicidad de una prensa manipulada.
Se organizaron grandes conciertos y protestas en las fronteras entre Colombia y Venezuela, prometiendo liberar al país de las garras de Nicolás Maduro. Sin embargo, estas acciones se vieron empañadas por la retórica de odio y sangre, como la famosa frase del presidente colombiano Iván Duque, quien anunció que el tiempo de Maduro estaba llegando a su fin. Mientras tanto, se orquestaba el traslado del autoproclamado “Presidente” Juan Guaidó a través de rutas clandestinas, escoltado por paramilitares que a menudo resultaban en la muerte de inocentes jóvenes.
La justicia debe actuar ante un expresidente que optó por la muerte en lugar de la vida y que truncó el futuro de muchos jóvenes que podrían haber sido ejemplos positivos en la sociedad. Hoy, muchas familias humildes lloran la pérdida de sus seres queridos, quienes solo buscaban evitar que sus seres queridos murieran de hambre en Venezuela.
Afortunadamente, el panorama está empezando a cambiar. Con un nuevo gobierno en Colombia, más comprometido con la realidad humana, se ha reabierto la frontera entre ambos países que, por historia, son hermanos. El comercio y el intercambio económico se han reactivado, brindando esperanza a muchas familias en ambos lados de la frontera.
El gobierno de Gustavo Petro, presidente de Colombia, ha recuperado una empresa emblemática que desempeñó un papel vital en la alimentación de la región: Monómeros. Durante el gobierno anterior de Colombia, esta empresa fue entregada a individuos corruptos y voraces, aliados de Juan Guaidó, lo que llevó a su ruina.
Recientemente, ha surgido una noticia que ha traído esperanza y alegría a los ciudadanos venezolanos: el desbloqueo parcial por parte de los Estados Unidos hacia Venezuela. Este gesto abre la puerta a una nueva era de oportunidades y reconciliación en un país que ansía ser un ejemplo para el mundo y un faro de esperanza en América del Sur.
En un momento en que la paz parece más distante que nunca, la voluntad y el compromiso de líderes como Gustavo Petro ofrecen una visión de un futuro mejor. La paz es posible cuando el corazón tiene buenas intenciones y cuando las naciones hermanas se unen para tender la mano a aquellos que han sufrido durante demasiado tiempo.
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