Pareciera una propuesta de prácticas creativas, esas que dictaba el gran Roberto Valcárcel en sus talleres. Pero el primer debate de los cinco presidenciables argentinos visto y oído el domingo en la noche en Santiago del Estero fue eso. Fue más amagues que golpes a la pera. Quien más arriesgó fue quien tenía menos que perder, pero los tres candidatos más plausibles de ganar (Javier Milei, Sergio Massa, Patricia Bullrich) se contuvieron para no derrapar en cada curva y no irse al pasto por miedo a perder votos en algún mini papelón que le pudiera ocasionar un furcio o un lapsus linguae. Aunque sí hubo patinadas como la Javier Milei al negar el terrorismo de Estado ejercido en la dictadura militar (1976-1983) con 30.000 desaparecidos diciendo que fue una guerra. O la de Sergio Massa que asegura tener la fórmula de frenar la inflación, cuando hace un año como ministro de Economía no puede con ella o la de Patricia Bullrich mostrando ignorancia profunda en los temas de economía, repitiendo lo ‘coucheado’ fuera de contexto.
Bajo severas normas que la televisión impone para que no se desmadre el evento, el espectáculo fue políticamente correcto y bien televisivo. Prolijo, técnicamente perfecto y bien llevado por cuatro conductores que se turnaron por bloques.
Como esos boxeadores que se saben noqueadores, se midieron mucho, aunque hubo algunos atisbos de refriega, todo fue hasta ahí. Myriam Bregman, candidata de Frente de Izquierda, intentó calentar el debate con frases ‘picantes’ sobre todo contra el candidato Libertario.
El debate se polarizó entre los dos primeros, según marcan las encuestas. Javier Milei y Sergio Massa concentraron los tiros, y la tercera en cuestión Bullrich trató de meterse en la pelea, pero no le alcanzó. Pareció que se perdonaron demasiado en las preguntas cruzadas. Pocas propuestas convincentes y algunas novedades. El rating voló alto y quienes están en la franja de la incertidumbre por quien votar deberán esperar el segundo debate. Parte del juego de una política austera en salidas concretas donde la esperanza es lo último que se pierde. Milei (La libertad avanza) se cuidó de sus brotes impulsivos y se limitó a hacer caras y gestos, cuidando su favoritismo que le dieron las PASO. Massa (Unión por la patria) trató de defender su gestión, se desmarcó del Gobierno al que pertenece y usó la cintura política para aspirar a una segunda vuelta. Bullrich (Juntos por el cambio) con muchos nervios no pudo instalar el protagonismo deseado, intentó mostrarse de hierro, pero le faltó sagacidad política. Schiaretti (Hacemos por Nuestro País) se limitó a hablar de su gestión en Córdoba y pareció que el debate nacional le quedó grande y Bregman (Frente de Izquierda) fue la más suelta y aguda en sus comentarios y preguntas ganando protagonismo, pero sabiéndose sin posibilidades.
Después del primer tiempo (encuentro) queda mucho por soltar y será la oportunidad el próximo domingo 8 en la Universidad de Buenos Aires (UBA) donde se proponen otros temas: Seguridad, trabajo y producción y Desarrollo humano, vivienda y protección del ambiente.
Lo bueno de estos espacios políticos es visibilizarse de cuerpo entero con propuestas, ideas, respuestas y demostrar el temple de cada quien. El último debate presidencial en Bolivia fue en 2005. Este ejercicio democrático tiene una interesante validez que debería practicarse para el 2025 cuando toque dar la cara y dejar de especular con el posicionamiento individual, las proyecciones de las encuestas y otras mezquindades y así demostrar quién es quién sobre un mismo escenario y en el mismo momento, para que gane la gente y pueda elegir mejor.
Fuente de esta noticia Diario El Deber Bolivia.
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