El trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH) afecta al 10% de las mujeres y al 8% de los varones. Debido a que muchas veces se adjudica al estrés, llegar al diagnóstico suele llevar tiempo. Cómo reconocer el desorden y qué hacer.
El trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH) consiste, básicamente, en la falta persistente de interés por realizar ningún tipo de actividad sexual. Quienes experimentan TDSH tienen pocos -o no tienen- pensamientos o fantasías eróticas, no responden a las insinuaciones íntimas de su pareja, pierden el deseo sexual mientras tienen sexo o simplemente evitan el sexo, y están preocupadas por ello.
Un reciente estudio halló que la administración de la hormona kisspeptina puede potenciar la respuesta sexual en mujeres y hombres con TDSH. Las investigaciones fueron dirigidos por médicos y científicos del Imperial College de Londres y del Imperial College Healthcare NHS Trust, en Reino Unido.
La kisspeptina es una hormona natural que estimula la liberación de otras hormonas reproductivas en el organismo.
Y si bien estudios anteriores en hombres sanos sin problemas de libido habían descubierto que administrarles kisspeptina aumentaba los niveles de testosterona y hormona luteinizante, importante para la función gonadal, el reciente trabajo publicado en la revista JAMA Network Open se centró en el análisis de 32 mujeres premenopáusicas y 32 hombres con diagnóstico de TDSH.
“La administración de kisspeptina moduló significativamente la actividad cerebral en estructuras clave de la red de procesamiento sexual en comparación con el placebo y aumentó el comportamiento sexual y la tumescencia del pene en respuesta a estímulos sexuales visuales”, publicaron los autores del trabajo, para quienes “estos datos proporcionan una promesa temprana de eficacia para el uso farmacológico de terapias basadas en kisspeptina como tratamiento para hombres con bajo deseo sexual”.
¿Una hormona es la responsable?
El doctor Waljit Dhillo es profesor de Endocrinología y Metabolismo del Imperial College de Londres y lleva años estudiando la relación entre el bajo deseo sexual y la hormona kisspeptina, primero en animales y luego en humanos.
“Mucha gente se dice a sí misma: ‘Soy solo yo. Tengo un problema’. Pero, en realidad, el TDSH puede deberse a cómo está conectado el cerebro”, explicó Dhillo, decano de la Academia de Investigación del Instituto Nacional de Salud y Asistencia del Reino Unido, en Newcastle upon Tyne.
“La biología nos dice que hay una mayor activación de las áreas inhibitorias del cerebro, las mismas que nos dicen que no está bien pasearnos desnudos en público, y que esas áreas desconectan el deseo sexual. ¿Cómo podemos hacer frente a eso? Administramos una hormona que aumentaría el deseo sexual de forma natural, y toma el control del sistema normal”.
Los hombres que participaron en el nuevo estudio visitaron el laboratorio de Dhillo dos veces. En cada ocasión, se les colocó un dispositivo para medir objetivamente la excitación, se les administró una inyección y se les pidió que vieran pornografía mientras se escaneaba su cerebro mediante resonancia magnética funcional (RMf).
Ni los sujetos ni los investigadores sabían si la inyección de ese día era de kisspeptina o un placebo. Los escáneres cerebrales mostraron un efecto dual significativo tras la inyección de kisspeptina, según Dhillo. La actividad en las áreas del cerebro que inhiben el comportamiento se desaceleró, mientras que las áreas del cerebro relacionadas con el interés sexual se iluminaron.
“Como grupo, los hombres tuvieron una respuesta sexual a las imágenes sexuales un 56% mayor tras la kisspeptina que con el placebo -sostuvo Dhillo-. Y no encontramos efectos secundarios en la dosis muy, muy pequeña que estamos utilizando”.
Sobre el TDSH
Los expertos creen que el TDSH afecta al menos al 10% de las mujeres y hasta al 8% de los hombres, aunque esas cifras pueden ser bajas, según Stanley Althof, profesor emérito de Psicología de la Facultad de Medicina de la Universidad Case Western Reserve de Cleveland, Ohio y director ejecutivo del Centro de Salud Marital y Sexual del Sur de Florida.
Para empezar, según él, “a los hombres les da vergüenza ir al médico, y además, se espera que el varón siempre tenga deseo sexual”.
“Así es que a los hombres les resulta difícil decir ‘oye, tengo un problema con mi deseo sexual’. Por eso la mayoría de los pacientes varones que con TDSH son enviados por sus parejas”, aseguró el especialista.
Para que se le diagnostique este trastorno, la persona no debe tener otros problemas que puedan causar un cambio en la libido, como disfunción eréctil o eyaculación precoz.
“Perder el interés debido a problemas de rendimiento es habitual, pero el TDSH es algo en específico -explicó Althof-. Es una ausencia de pensamientos eróticos y una falta de deseo sexual que tiene que estar presente durante seis meses. Tampoco puede explicarse mejor por otro trastorno u otros factores estresantes: no puede deberse a una depresión. No puede deberse a una mala relación. No puede deberse a tomar un antidepresivo”.
Otro punto clave, según los especialistas, es que un hombre o una mujer deben tener una angustia clínicamente significativa para tener TDSH. “A algunas personas no les molesta su falta de interés por el sexo, por lo que no las trataríamos por TDSH”, argumentó la psicóloga clínica Sheryl Kingsberg, profesora de Biología Reproductiva y Psiquiatría en la Universidad Case Western Reserve.
“Las mujeres que vienen a mi consulta están profundamente angustiadas”, reconoció la especialista, que también es jefa de Medicina Conductual en el Hospital de Mujeres MacDonald y en el Centro Médico de los Hospitales Universitarios de Cleveland. “Me dicen: ‘Antes tenía deseo, pero ya no lo tengo. Podría estar en una isla desierta sin presiones, pero no tengo apetito. Quiero recuperarlo’. Esas mujeres tienen TDSH”, ejemplificó.
Se necesita más investigación
Según Althof, es demasiado pronto para decir que las inyecciones de kisspeptina resuelven el problema a largo plazo.
“Cuando se sabe de resultados espectaculares como el de algunos participantes del estudio yo sería prudente al decir que ése es el resultado típico. Aunque es maravilloso que ocurriera, estos estudios de RMf son difíciles de interpretar y no son concluyentes”, dijo.
“El deseo sexual es muy complicado; yo digo que es una combinación de función cerebral, hormonas y amor, vino y rosas”, añadió Althof, quien consideró que “este estudio es prometedor, pero necesita replicarse en grupos más grandes”.
Incluso si futuras investigaciones confirman los beneficios de la kisspeptina, el tratamiento médico no sustituye una comunicación sana sobre el sexo entre la pareja y con los profesionales, sumó Dhillo.
Para él, estos temas aún “son tabúes de la sociedad, pero, en realidad, cuanto más se habla de problemas (sexuales) reales que afectan a personas reales, más se verá que en realidad es bastante común”. Y concluyó: “Si a alguien no le preocupa su libido baja, no es un problema en absoluto, pero si le preocupa, esto puede conducir a la ruptura matrimonial, la infelicidad y la reducción de la calidad de vida”.
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