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Sexoservidoras antiguas autorizan el ‘camello’ en la 17, en el suburbio. Si una chica quiere pararse ahí, debe ser aceptada y dar un billete semanal.
Sexoservidoras antiguas autorizan el ‘camello’ en la 17, en el suburbio. Si una chica quiere pararse ahí, debe ser aceptada y dar un billete semanal.

Las trabajadoras sexuales antiguas de la calle 17, en el suburbio de Guayaquil, tienen actitud de funcionarias municipales. Cobran billete a las que llegaron después, para permitirles laborar ahí. Como una especie de tasa de habilitación de esa que pagan los dueños de locales a la Alcaldía.

El ‘sistema’ de tarifas que aplican tiene más similitudes con el del Cabildo. Por ejemplo, los negocios deben renovar la tasa anualmente. En la 17 también, pero en cambio se hace cada semana. Esto implica, en promedio, cuatro pagos durante el mes.

Otro parecido es que, así como la entidad pública otorga un código catastral, determinado por datos como el sector, la manzana y número de solar, en la 17 las chicas tienen una cuadra específica para ‘camellar’. No es que pueden andar a lo largo de toda la vía.

Kathy (nombre protegido) ha trabajado como sexoservidora en ese lugar, aunque ahora va con menos frecuencia que antes. Ella contó a PRENSAMERCOSUR cómo es que se llegó a ese acuerdo entre todas.

Comentó que algo más de seis años, un grupo de mujeres que laboraban en el barrio de tolerancia porteño empezó a ir a la avenida 17 los domingos, pues ese día la popular ‘18’ no atiende. Como les fue bien, continuaron yendo.

“Una amiga me dijo y fui. El primer domingo me hice casi 200 dólares. Yo no llevé a nadie más porque luego una le dice a otra y así sucesivamente. Nosotras no permitíamos que más se paren ahí”, recordó.

Sin embargo, cuando la 18 fue cerrada por la emergencia sanitaria de la COVID-19, muchas se pasaron a la 17 y les fue imposible evitar que tantas permanezcan en el lugar.

Actualmente, que el reducto de prostíbulos funciona con normalidad y gran parte de las chicas regresaron a su ‘fortín’, de nuevo las de la ‘vieja guardia’ controlan quién puede pararse y quién no en la 17.

“Una compañera les cobra un ‘peaje’ para poder estar ahí, es como 20 dólares semanales. Mujer que no paga, la sacan. Los ‘chulos’ no dicen nada, saben que en todo lugar es así. Yo una vez fui con cuatro chicas al centro y las de allá nos botaron”, aseguró Kathy.

Dijo que en la 17, en cambio, una vez llegó una trabajadora sexual a pedir ‘chance’ y le permitieron estar allí. Sin embargo, luego descubrieron que, de sabida y a escondidas de la ‘dura’, cobraba a otras y por eso la ‘barajaron’.

SE VUELVEN CUIDADORAS

Lourdes Toscano, presidenta de la Asociación de Trabajadoras Sexuales 20 de abril, mencionó que resulta difícil controlar esta situación en las calles, que también ocurre en demás zonas de la urbe porteña e, incluso, en otras ciudades.

La dirigente mencionó que, por ejemplo, tiempo atrás, en conjunto con policías se reunió con sexoservidoras de los alrededores del parque Victoria para evitar esta práctica. Y por un tiempo paró la extorsión, pero después sucedió otra vez.

Explicó que, a veces, las que exigen la tarifa suelen ser de más edad, pues al tener menos clientes por esa razón, se ofrecen también como cuidadoras de las jóvenes. “Son las mismas compañeras que se extorsionan entre ellas. Eso no es debido porque las calles son libres”, dijo.


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