Un caluroso domingo 31 de enero de 1993 en la ciudad de Acahay parecía que iba a ser un día tranquilo y lo fue hasta pasado el mediodía, luego una camioneta Mitsubishi, Montero, irrumpió a gran velocidad por las calles y su conductor atropelló a todo aquel que encontró a su paso, enlutó a toda la comunidad que nunca pudo olvidar esa fecha.
José Vidal Céspedes, de 39 años, un escribano de buen pasar, pero con una delicada salud había pasado por una complicada operación de páncreas, además de una diabetes mal tratada hacían que el hombre consumiera muchos fuertes medicamentos.
El escribano residía con su esposa y sus dos hijos en la zona de La Paloma, departamento de Canindeyú, pero sus familiares estaban en Acahay, por lo que ese último fin de semana de enero decidió ir a visitarlos y pasar un fin de semana que luego se tornó en el más triste e inolvidable para toda la comunidad.
La familia fue hasta un arroyo de la zona para pasar el día y aplacar de alguna manera el intenso calor. El infaltable asado, las gaseosas para los niños y la cerveza para los adultos estuvieron presentes. José Vidal, estaba todavía en un proceso de rehabilitación de su operación y estaba tomando medicamentos que no tenía que mezclar con las bebidas alcohólicas. Pero el escribano hizo caso omiso a esa recomendación médica y desde temprano comenzó a ingerir grandes cantidades de la espumosa bebida.
Después del almuerzo Céspedes ya estaba distinto con la mirada perdida, ya hablaba poco, pero seguía tomando mucho y a la par ingiriendo sus medicamentos, eso fue un cocktail literalmente mortal, ya que a eso de las 16:00, ordenó a su esposa y sus dos hijos subir a la camioneta para abandonar la zona del arroyo. La voz alterada de José Vidal, hizo que nadie se oponga a su exigencia.
Mortal recorrido
Céspedes aceleró a fondo y salió del lugar, los gritos de su esposa y el llanto de sus hijos, solo alteraron más al conductor, quien frenó y a empujones los sacó del vehículo, para enfilar hacía la zona urbana.
La primera de las víctimas del “loco del volante” fue su sobrina de 4 años a quien estaba jugando en la vereda de su casa, la atropelló y la aplastó contra la muralla. De ahí enfiló por otra calle y atropelló a un hombre que iba a caballo, del fuerte impacto el animal murió, pero el jinete quedó mal herido. Dos hombres que iban en una motocicleta también fueron embestidos y fallecieron. Después en su loco andar se llevó por delante a más personas, en cuestión de minutos el terror se apoderó de la ciudad y los moradores salieron con armas de fuego a cazar al José Vidal, quien con su vehículo ya visiblemente dañado seguía persiguiendo a todo el que andaba por la calle.
Dos horas después los moradores encontraron en una calle la camioneta del escribano abandonada y totalmente dañada. La parte de los paragolpes tenía grandes manchas de sangre de las víctimas, eso enardeció más a los hombres que buscaban al “loco del volante” para matarlo.
Cárcel, fuga, condena y muerte
Para suerte de Céspedes Estigarribia, fue la policía la que primero lo encontró en la madrugada del 1 de febrero dormido en una casa abandonada. El hombre tenía también lesiones de los golpes que sufrió mientras atropellaba gente. Fue llevado a un centro asistencial bajo segura custodia, ya que la gente estaba muy nerviosa y quería que se entregará al homicida para hacer justicia por mano propia, ya que decían que no confiaban en el Poder Judicial, hace 29 años ya nadie creía en la justicia, eso tres décadas después no cambió.
Cuando se interrogó a José Vidal, sobre sus actos, él dijo que no recordaba nada y que estaba muy sorprendido por las heridas que tenía principalmente en el rostro y preguntaba qué le pasó. Los policías no creían que no recardaba nada y pensaron que estaba simulando, para no afrontar sus mortales actos.
La mortal carrera de Céspedes Estigarribia dejó siete fallecidos y nueve heridos, por esto fue encarcelado y tras un largo proceso finalmente el juez Carlos Escobar en el año 2001 lo condenó a la máxima pena de 25 años de cárcel. La hipótesis de una locura temporal planteada por la defensa del escribano no evitó la condena, sin embargo en el año 2007 la Cámara de Apelación le redujo la pena a 22 años de encierro.
Mientras se daban estas idas y vueltas judiciales, “el loco del volante” estuvo preso desde 1993 hasta 1994 en la cárcel de Tacumbú, pero como su defensa alegaba que el hombre sufría de un trastorno psiquiátrico y logró que sea trasladado hasta el Hospital Neuropsiquiátrico, de donde en 1995 se fugó. Todas las alarmas se encendieron con esto debido a que se creía que podía volver a matar a más personas inocentes.
En el año 2000 tras cinco años de investigación la policía allanó una casa ubicada en Mariano Roque Alonso, donde detuvieron a un hombre que se hacía llamar David Romero, pero que en realidad era José Vidal Céspedes, quien con aspecto muy cambiado se ocultó ahí por años.
Luego de ser condenado y quedar firme su pena “el loco del volante” alegó que pese a no recordar nada de lo que ocurrió el 31 de enero de 1993, pedía perdón a sus víctimas y familiares de los mismos.
En el 2011 con su salud ya muy deteriorada José Vidal Céspedes Estigarribia y cumpliendo todavía su condena, fue beneficiado con un permiso para ser internado en un hospital privado ya complicaciones con la diabetes necesitaban de un tratamiento que entre rejas no podían darle. Pero pocos días después de ser internado falleció. Pasaron 29 años de ese triste episodio, pero hasta hoy todos recuerdan la camioneta del “loco del volante” a gran velocidad por las calles de la tranquila Acahay.
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